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LA CONJURA DE LOS NECIOS

Tirarse por un barranco
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Tirarse por un barranco

Por Jorge Molina Sanz
jueves 03 de junio de 2021, 12:28h

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Cada día este gobierno nos prepara un «más difícil todavía» circense, que ya deja indiferentes a niños y mayores.

Nuestros amigos veían entre sorna y chanza la comparecencia de Iván Redondo para anunciar la creación de una «NASA» española. El marino comenta:

—Es sorprendente el ejercicio de funambulismo que permanentemente hace este gobierno. El problema está que, en medio de una pandemia con muertos, una crisis económica y un elevadísimo porcentaje de parados, se desvié la atención para tratar de vender propuestas y proyectos, supuestamente «ilusionantes» que, por ser fruto de la improvisación, de un escaso conocimiento de la realidad o sencillamente por ser una mera y burda propaganda, han dejado de tener el efecto «emocional» que pretenden, para pasar a ser motivo de burla e incredulidad.

Nuestra profesora añade:

—Los continuos mensajes «positivos», más propios del marketing que de una acción de gobierno y los eslóganes, sumados a los anuncios de proyectos rocambolescos sazonados con palabras huecas han empezado a destruir la credibilidad del gobierno. Detrás de todo eso, se percibe la acción del asesor «áulico» de Pedro Sánchez, un presidente, que más que presidir un Consejo de ministros, parece que ha creado una procesión de zombis.

No puedo dar crédito al escuchar al político Iván Redondo, el que antaño fuera el asesor o spin doctor más mediático y famoso de los últimos años de la política española, decir que «lo primero que tiene que hacer un asesor es tirarse por un barranco por su presidente». Esta afirmación, además de incredulidad, dados sus antecedentes, no puede más que causar estupor y sonrojo.

Entre risas el marino comenta:

—Esta frase, además de haberla utilizado muchas veces y copiada de una famosa serie televisiva americana, retrata muy bien al personaje y define a la perfección su línea de trabajo y de su asesoramiento.

Cualquier persona medianamente sensata pensaría que «lo primero» que debe hacer un asesor, su primera responsabilidad, es crear las condiciones adecuadas para que su presidente, su asesorado, nunca se llegue a caer por un barranco.

La política no solo puede ser solo espectáculo y hacer uso de cualquier método para alcanzar el poder. En la ecuación, en la estrategia, se supone que deberían entrar otros elementos que, aunque para Iván Redondo carezcan de valor y no sean necesarios, en el largo plazo son los que permanecen. ¿Dónde quedan valores, reputación, credibilidad, confianza en las instituciones, legitimidad personal o la empatía social?

Estar permanentemente en los «frames» —los enmarcados, en terminología de psicología de la comunicación—, en la «política espectáculo», a largo plazo, nunca puede ser la opción ni la dirección de un dirigente político. Al final eso acaba pasando factura en las urnas e incrementa la desconfianza y desapego de los ciudadanos hacia los políticos, cuando una buena gestión política es la que contribuye a crear oportunidades y a mejorar nuestras vidas.

Sin entrar a valorar a esa estrella que tanto refulgía y que está en medio de todas las campañas de marketing, de todos los mensajes que han salido de la Moncloa, aunque no se puede obviar, ni negar el mérito de haber llevado a Pedro Sánchez a la presidencia del gobierno y estar muñendo acuerdos, en unas condiciones precarias. En la actualidad —cómo le ocurrió en la Junta de Extremadura con Monago—, insuflar cantidades importantes a los medios de comunicación y televisiones, para ejercer un control férreo, ya empieza a dejar de surtir efecto.

Como en todos los juegos de pirotecnia, después del despliegue de luz y de bellas figuras que llenan el firmamento, cuando se acaba la fiesta, sólo queda el olor a pólvora quemada y los restos de las varillas esparcidas por el suelo. La magia de Iván Redondo se está convirtiendo en trucos baratos, descubiertos por cualquiera y provocan hilaridad y abucheo. Parece que de esos fuegos artificiales ya se empieza a estar cansados.

—De esa comparecencia —añade la profesora— para anunciar la creación de una agencia aeroespacial española, la incongruencia y burla sería menor si se nos hubiera podido demostrar que, la situación económica española permite abordar un proyecto de esa envergadura, que requiere una importante inversión económica. Un proyecto que, previsiblemente, tiene una escasa capacidad de retorno de la inversión directa e indirectamente y una escasa repercusión en el empleo.

Una propuesta de ese tipo, antes de su anuncio, debería haber ido ir acompañada de un verdadero plan de negocio que demuestre su viabilidad, un plan de inversiones, con su correspondiente financiación y los canales de participación de entidades públicas y/o privadas, más una cuenta de explotación que analice y demuestre las posibilidades de retorno de la inversión directa y la indirecta, para incluir los «beneficios sociales».

El marino ser ríe y suelta:

—No entiendo como haces esos planteamientos, si todo eso está resuelto, en 1970 pudimos ver la película «El astronauta», con Toni Leblanc, como intérprete principal, en los que ya se hicieron esos intentos. Sólo habría que recuperar esos antecedentes. Además, hay que darse prisa en su creación porque tenemos una dura competencia en nuestro país, puesto que Cataluña también anunció su propia agencia espacial.

Habrá que pensar que en nuestra política se han conjurado los necios para estar en primera fila y como vocea el vendedor de alfombras «estamos que lo tiramos».

Nuestros amigos se ríen y exclaman, casi al unísono:

—Qué pena, hemos llegado al punto de que cualquier anuncio de un gobierno acabe en chanzas y burlas.

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