www.lavozdeavila.com

Saornil de Voltoya: Un rincón abulense entre la despoblación y la resistencia rural

Escucha la noticia

En el corazón de Castilla y León, encaramado a más de 1.000 metros de altitud, se alza Saornil de Voltoya, una pedanía del municipio de Tolbaños que desafía el paso del tiempo. Con apenas un puñado de habitantes —una cifra que oscila entre los 3 y los 5 residentes según los últimos registros—, este enclave es un símbolo de la España vaciada, donde el silencio de las calles contrasta con la riqueza de su patrimonio y la tenacidad de sus vecinos.

La iglesia del siglo XVIII: Guardiana de historia y fe
El alma arquitectónica del pueblo late en su iglesia del siglo XVIII, un templo que se erige como testigo mudo de épocas más prósperas. Con muros de granito y detalles que mezclan sobriedad y elegancia, este edificio religioso no solo alberga ceremonias, sino que actúa como eje de reunión para las escasas celebraciones comunitarias. Sus retablos y frescos, cuidados con esmero, reflejan un pasado donde la fe y la tradición moldeaban la vida diaria.

Demografía: La sangría de la despoblación
Saornil de Voltoya vive una lucha contra el olvido. Si en 2008 contaba con diez habitantes, una década después la cifra se redujo a la mitad. Hoy, las viviendas vacías superan a las ocupadas, y solo el rumor del viento entre los afloramientos de cuarzo y pizarra rompe la quietud. La conexión con Tolbaños, su municipio matriz, depende de una carretera en mal estado, mientras los caminos rurales hacia Escalonilla o Aldealgordo mantienen su trazo sin asfaltar, herederos de mejoras obsoletas de los años 90.

Economía: Raíces agroganaderas en un paisaje agreste
La economía local se sostiene en la tradición agroganadera, con rebaños de vacuno que pastan en las dehesas cercanas, como la de Aldealgordo. El paisaje, una transición entre la sierra de Ojos Albos y la meseta, ofrece pastos y tierras de labor, aunque la falta de mano joven y la escasa diversificación limitan su potencial. La ausencia del río Voltoya —que da nombre al pueblo pero no lo riega— añade un matiz paradójico a su geografía.

Fiestas patronales: La llama que no se apaga
Aunque la reducida población dificulta las grandes celebraciones, las fiestas patronales giran en torno a la iglesia, donde misas y procesiones mantienen viva la identidad colectiva. Estas fechas, marcadas por el calendario religioso, son ventanas de socialización: momentos para compartir comidas, recordar anécdotas y revivir, aunque sea fugazmente, el bullicio de antaño.

Entre el pasado y el futuro
Saornil de Voltoya encarna la paradoja de muchos pueblos españoles: un patrimonio cultural valioso en un escenario demográfico crítico. Mientras sus últimos habitantes resisten, el eco de su historia —desde el repique de las campanas de la iglesia hasta el murmullo del ganado en la dehesa— persiste como un susurro de esperanza en la Castilla más profunda.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios