En el corazón de Castilla y León, a apenas 22 km de Ávila capital, se alza Chamartín, un municipio que parece detenido en el tiempo. Con sus calles empedradas y su altitud de 1.197 metros, este pueblo de la comarca de Valle Amblés y Sierra de Ávila es un refugio de tranquilidad, pero también un lugar donde el pasado vetón y las fiestas populares vibran con intensidad.
Un pueblo de pocos habitantes pero gran historia
Chamartín cuenta con apenas 62 vecinos, una cifra que refleja la despoblación rural pero también la resistencia de quienes mantienen viva su esencia. La población, distribuida en 35 hombres y 27 mujeres, ha disminuido notablemente desde mediados del siglo XX, cuando superaba los 300 habitantes. Aun así, durante el verano y las fiestas, el pueblo revive con la llegada de descendientes y visitantes atraídos por su patrimonio y tradiciones.
La iglesia y el legado vetón
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Concepción, sencilla y acogedora, es el centro espiritual de Chamartín. Sus muros han sido testigos de siglos de historia, incluidas las celebraciones en honor a la Virgen del Rosario, patrona del municipio. Pero si hay un símbolo que define a Chamartín, es el Castro de la Mesa de Miranda, un yacimiento arqueológico vetón de 30 hectáreas. Este poblado celtíbero, habitado entre los siglos VI y II a.C., con sus murallas y recintos defensivos, se ha convertido en un imán para los amantes de la historia y la arqueología, especialmente durante el Festival Vettón de Lugnasad, que cada agosto llena la zona de talleres y mercadillos artesanales.
Economía: Entre el campo y el turismo cultural
La economía de Chamartín se sostiene sobre dos pilares: la agricultura tradicional y el incipiente turismo. Los cultivos de secano —centeno, trigo y patatas— y la ganadería ovina y caprina han sido históricamente su sustento. Sin embargo, en los últimos años, el municipio ha apostado por diversificar su oferta, promoviendo actividades culturales y rehabilitando su patrimonio para atraer visitantes. La artesanía local, como los telares de lino mencionados en crónicas del siglo XIX, y los eventos en torno al castro vetón son ejemplos de esta transición.
Fiestas patronales: Tradición, disfraces y comunidad
Las Fiestas Patronales en honor a la Virgen del Rosario, celebradas el primer fin de semana de octubre, son el alma de Chamartín. Durante tres días, el pueblo se transforma: misas con dulzainas, campeonatos de mus y petanca, y la emblemática Corrida del Bollo, donde vecinos y visitantes recorren las casas al ritmo de tamboriles, disfrutando de pinchos y dulces. La noche del sábado destaca por sus desfiles temáticos disfrazados, que han incluido desde recreaciones olímpicas hasta homenajes a la televisión.
En agosto, las fiestas de verano organizadas por la Asociación Cultural Atalaya atraen a familias y turistas con cenas comunitarias, conciertos y actividades infantiles. Y cada 8 de diciembre, la Inmaculada Concepción cierra el ciclo festivo con una celebración íntima y familiar.
Chamartín, aunque pequeño, es un municipio que resiste al olvido. Entre sus piedras vetónas, sus fiestas llenas de color y la hospitalidad de sus vecinos, este rincón abulense demuestra que la grandeza no siempre se mide en número de habitantes.