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La Hija de Dios: Donde el cielo y la tierra se encuentran en Ávila

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En el abrazo del valle de Amblés, a los pies de la imponente sierra de la Paramera, se alza La Hija de Dios, un municipio de la provincia de Ávila que parece suspendido entre la historia y la eternidad. Este pequeño rincón de Castilla y León, bañado por la tranquilidad de sus paisajes graníticos y la pureza de un cielo que alguna vez atrajo a los amantes de las estrellas, guarda en sus calles empedradas y su gente un legado de siglos. Con una iglesia que custodia sus raíces medievales, una economía sencilla y unas fiestas que reavivan su espíritu, La Hija de Dios es un destello de vida en la vasta meseta castellana.

Un puñado de vecinos en un pueblo con nombre divino

Hoy, 26 de febrero de 2025, La Hija de Dios alberga a unos 75 habitantes, una cifra que refleja el pulso tenue pero persistente de este lugar. Situado a 28 kilómetros de Ávila capital y a 1.182 metros sobre el nivel del mar, el municipio ve cómo su población mengua en los meses fríos, para luego revitalizarse con el regreso de algunos oriundos en verano. Este ir y venir dibuja el retrato de tantos pueblos de la España rural: casas cerradas que esperan a sus dueños, y un núcleo de residentes, liderados por el alcalde José Luis Muñoz Martín, que se resisten a abandonar su hogar. En La Hija de Dios, cada habitante es un guardián de su historia, un eco de un pasado que se remonta al siglo XIII, cuando este lugar, entonces conocido como Filia Dei, pertenecía al monasterio de San Clemente de Adaja.

La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción: un legado de piedra y fe

En el corazón del pueblo se yergue la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, una joya modesta que custodia el alma de La Hija de Dios. Construida en piedra, como manda la arquitectura serrana, esta iglesia de origen medieval es más que un templo: es un símbolo de identidad. Su fachada sobria y su interior, donde un retablo sencillo pero evocador da la bienvenida, hablan de tiempos en que la fe era el eje de la vida comunitaria. Aunque las misas regulares son ahora un raro privilegio, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción cobra vida en las grandes ocasiones, resonando con el tañer de sus campanas y el murmullo de los fieles. Para María Teresa Sánchez, una vecina que ha visto pasar más de siete décadas en el pueblo, "la iglesia es como nuestra madre, siempre está ahí, cuidándonos".

Una economía tejida con la tierra y el cielo

La economía de La Hija de Dios es un reflejo de su entorno: austera, rural y profundamente ligada a la naturaleza. La agricultura y la ganadería son el sustento de sus habitantes, con cultivos de cereales como el trigo y la cebada que brotan de un suelo exigente, y rebaños de ovejas que pastan en las laderas cercanas. Algunos vecinos elaboran productos artesanales —queso, miel— que venden en mercados locales, pero para muchos, las pensiones son el verdadero pilar. En el pasado, este municipio fue un punto de referencia para los amantes de la astronomía, gracias a su cielo limpio y oscuro, que entre 2006 y 2016 acogió el Centro Astronómico de Ávila. Aunque esa actividad ha quedado atrás, el legado de las estrellas sigue siendo parte de su identidad, un guiño a un tiempo en que La Hija de Dios miró más allá de sus campos.

Las fiestas patronales: un canto a la Asunción

El 15 de agosto, La Hija de Dios se viste de gala para celebrar las fiestas patronales en honor a Nuestra Señora de la Asunción. Este día, el pueblo despierta de su calma habitual con el repique de las campanas de la iglesia, que anuncian una misa solemne seguida de una procesión. La imagen de la Virgen recorre las calles entre cánticos y oraciones, escoltada por vecinos y visitantes que llegan desde pueblos cercanos. Luego, en la plaza, una comida comunitaria reúne a todos alrededor de platos típicos: las famosas patatas revolconas, el cordero asado y el vino que calienta el alma. Por la tarde, la música de un grupo local anima el baile, y aunque los pasos son menos que antaño, la tradición sigue viva. Para Antonio Pérez, un joven que regresa cada verano, "las fiestas son lo que nos une, un momento para recordar de dónde venimos".

Un futuro entre la memoria y la reinvención

La Hija de Dios enfrenta los retos de la despoblación y la falta de oportunidades, sombras que planean sobre muchos municipios de Castilla y León. Sin embargo, su ubicación privilegiada, a un paso del valle de Amblés y con vistas a la sierra, abre la puerta a un posible renacer. El turismo rural, atraído por su paz y su cielo estrellado, y las rutas de senderismo que serpentean por parajes como el Risco del Cuervo o el arroyo de la Hija, podrían ser el aliento que el pueblo necesita. Mientras tanto, sus habitantes, con figuras como José Luis Muñoz Martín al frente, apuestan por mantener viva su esencia.

Cuando el sol se esconde tras las cumbres de la Paramera y la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se perfila contra el crepúsculo, La Hija de Dios parece susurrar una promesa: aquí, entre la tierra y el cielo, la vida sigue encontrando su lugar. Es un pueblo pequeño, sí, pero con un nombre que resuena grande, un lugar donde la historia, la fe y la voluntad de sus gentes lo convierten en mucho más que un punto en el mapa.

aseguran que, al menos por ahora, este pequeño rincón de Ávila no se rinda al silencio.

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