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Peñalba de Ávila: un rincón sereno entre cereal y devoción

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En el corazón de la provincia de Ávila, donde las suaves colinas del Valle Amblés se funden con las primeras estribaciones de la Sierra de Ávila, se alza Peñalba de Ávila, un pequeño municipio que respira historia, tradición y la calma de la vida rural. A tan solo 17 kilómetros de la capital provincial, este pueblo, encaramado a 1.073 metros sobre el nivel del mar, parece detenido en el tiempo, con sus campos dorados de cereal extendiéndose hasta el horizonte y un aire que lleva ecos de siglos pasados.

Con una población que ronda los 105 habitantes, según los datos más recientes, Peñalba de Ávila es un ejemplo vivo de la resistencia demográfica en una región donde el éxodo rural ha sido una constante. Lejos de desplomarse, el número de vecinos ha mostrado un tímido pero esperanzador incremento en los últimos años, un dato que contrasta con la despoblación que afecta a tantos otros rincones de Castilla y León. Aquí, la comunidad se aferra a su identidad, tejida entre las calles estrechas y las casas de piedra que custodian el legado de generaciones.

La iglesia de San Vicente: un faro de fe y arquitectura

En el centro del pueblo, como un guardián silencioso, se erige la iglesia de San Vicente, un templo que no solo es el alma espiritual de Peñalba, sino también un testimonio de su pasado. Construida con la sobriedad característica del románico rural, esta joya arquitectónica invita a imaginar tiempos en los que la vida giraba en torno a sus campanas. Sus muros, robustos y desgastados por el paso de los siglos, parecen susurrar historias de devoción y resistencia, mientras que su interior, sencillo pero cargado de simbolismo, acoge a los fieles en un ambiente de recogimiento. La figura de San Vicente, patrón del municipio, preside este espacio sagrado, vinculando a los habitantes con una tradición que trasciende el tiempo.

Una economía anclada en la tierra

La vida en Peñalba de Ávila tarde al ritmo de la agricultura, el pilar indiscutible de su economía. Los extensos campos de cereal, especialmente trigo y cebada, dominan el paisaje y son el sustento de la mayoría de sus vecinos. El trabajo en el campo, duro pero noble, se complementa con una ganadería que, aunque secundaria, aporta su grano de arena a la subsistencia local. En un mundo donde la modernidad empuja hacia la urbanización, Peñalba se mantiene fiel a sus raíces, con la tierra como su mayor riqueza y su principal desafío. Sin grandes industrias ni bullicio comercial, la economía del municipio es un reflejo de su esencia: austera, resiliente y profundamente ligada al ciclo de las estaciones.

Fiestas patronales: el corazón de la comunidad

Si hay un momento en que Peñalba de Ávila se viste de gala y rompe su habitual serenidad, ese es el 22 de enero, día en que se celebran las fiestas patronales en honor a San Vicente. Esta fecha, marcada en el calendario con tinta indeleble, reúne a los vecinos en una explosión de fervor y alegría. La jornada comienza con una misa solemne en la iglesia de San Vicente, donde la comunidad rinde homenaje a su santo protector. Luego, las calles se llenan de vida con actos tradicionales, música y el aroma de los guisos que se preparan para compartir entre todos. Es un día de reencuentros, de risas y de orgullo colectivo, en el que Peñalba demuestra que, aunque pequeña, su capacidad para celebrar la vida es inmensa.

Un pueblo que mira al futuro sin olvidar su pasado

Peñalba de Ávila no es solo un punto en el mapa; es un microcosmos donde la historia, la fe y el trabajo duro se entrelazan para dar forma a una identidad única. Bajo el liderazgo de su alcalde, Jorge Pindado Miguel, del Partido Popular, el municipio enfrenta los retos del siglo XXI con la mirada puesta en preservar su esencia. A 23 kilómetros cuadrados de extensión, este rincón de la provincia de Ávila ofrece un refugio de paz para quienes buscan desconectar del frenesí moderno, un lugar donde el tiempo parece avanzar más despacio y donde cada habitante es un custodio de su legado.

Así, entre campos ondulantes, una iglesia centenaria y fiestas que laten con el pulso de la tradición, Peñalba de Ávila sigue escribiendo su historia, una página a la vez, con la tinta de la perseverancia y el trazo firme de sus gentes.

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