En el vasto tapiz de la provincia de Ávila, donde la meseta castellana se extiende como un mar de tierras onduladas, emerge San Juan de la Encinilla, un rincón humilde pero cargado de encanto. Situado a 30 kilómetros de la capital provincial, este municipio de la comarca del Valle Amblés y Sierra de Ávila se alza a 910 metros sobre el nivel del mar, ofreciendo un paisaje donde la llanura cerealista abraza retazos de verde junto al río Vinegra y la laguna Redonda. Con apenas 70 habitantes según los últimos datos, este pueblo es un ejemplo de la lucha silenciosa contra la despoblación, manteniendo viva una comunidad que custodia con celo su legado y su forma de vida.
La iglesia de San Juan Bautista: un tesoro entre la piedra y el tiempo
El alma de San Juan de la Encinilla tarde con fuerza en su iglesia de San Juan Bautista, un templo que no solo es el epicentro espiritual del pueblo, sino también una joya patrimonial declarada Bien de Interés Cultural. Erigida en la salida hacia Albornos, esta construcción combina la sobriedad del gótico en su cabecera con el refinamiento renacentista de sus naves, culminadas a finales del siglo XVI. Sus muros de mampostería encintada y su imponente espadaña dan paso a un interior que guarda auténticas maravillas: un artesonado mudéjar en la nave principal y un retablo mayor del siglo XVI, obra de genios como Cornielis de Holanda y Isidro de Villoldo. Este retablo, con sus esculturas y pinturas que narran la vida de San Juan Bautista, la Virgen y Jesús, es un espectáculo de cinco calles y tres cuerpos que deslumbra por su detalle y armonía. En la sacristía, el retrato de Manuel Gómez de Salazar, obispo natural del pueblo, añade un toque de intriga histórica, vinculado a episodios controvertidos de la Guerra de la Independencia.
Una economía sencilla, sostenida por la tierra
La vida económica de San Juan de la Encinilla es un reflejo de su esencia rural. La agricultura domina el horizonte, con campos de trigo y cebada que tiñen de oro las llanuras circundantes. Este cultivo, heredado de generación en generación, es el motor principal de una economía austera pero resiliente, complementada por una discreta actividad ganadera. Aunque el pueblo carece de industria o comercio significativo, su proximidad a Ávila ofrece a los vecinos oportunidades adicionales, mientras que la tranquilidad y el bajo coste de vida —con un precio por metro cuadrado rondando los 560 euros— lo convierten en un lugar atractivo para quienes buscan escapar del bullicio urbano. Aquí, el trabajo en el campo no es solo un medio de subsistencia, sino un vínculo profundo con la identidad del lugar.
Fiestas patronales: el fervor de San Juan Bautista
El calendario de San Juan de la Encinilla encuentra su momento cumbre el 24 de junio, cuando el pueblo se engalana para honrar a su patrón, San Juan Bautista. Las fiestas patronales transforman la quietud habitual en un estallido de vida comunitaria. La jornada arranca con una misa solemne en la iglesia de San Juan Bautista, donde los vecinos se reúnen para rendir homenaje al santo que da nombre al templo y al municipio. Le sigue una celebración que mezcla lo sagrado con lo profano: hogueras en la noche del 23, música tradicional y el aroma de platos compartidos que flotan en el aire. Es un día de unión, de recuerdos y de orgullo, en el que San Juan de la Encinilla demuestra que su pequeño tamaño no limita su capacidad para festejar con grandeza.
Un pueblo que respira calma y tradición
Bajo la alcaldía de Eduardo Moyano Yonte, del partido Por Ávila, San Juan de la Encinilla se mantiene como un bastión de serenidad en un mundo acelerado. Sus 17 kilómetros cuadrados encierran una historia que se palpa en cada piedra de la iglesia, en cada surco del campo y en cada sonrisa de sus habitantes. Aunque los servicios básicos son limitados —sin farmacias ni hospitales, con el más cercano en Ávila a 22 kilómetros—, la calidad del aire, la cercanía a la naturaleza y la posibilidad de teletrabajar gracias a una cobertura mejorable pero existente lo convierten en un lugar idóneo para quienes buscan paz.
San Juan de la Encinilla no grita para hacerse notar; susurra su historia y su belleza con la voz grave de la tradición y el susurro del viento entre los álamos. Es un pueblo que, entre la llanura y la sierra, sigue tejiendo su relato con hilos de cereal, fe y comunidad, invitando a quien lo descubra a detenerse y escuchar.