Enclavado a apenas tres kilómetros de la monumental Ávila, el pequeño municipio de Cortos, perteneciente a Tolbaños, se alza como un susurro del pasado en la vasta extensión de la provincia abulense. Este rincón, que alguna vez fue parte de las tierras de un marqués cuya muerte fragmentó su legado, hoy lucha por mantener viva su identidad frente al inexorable paso del tiempo y el abandono. Con una población que ha menguado hasta los Ocho habitantes, según datos recientes, Cortos es un reflejo de la despoblación que azota a los pueblos de Castilla y León, pero también un testimonio de resistencia silenciosa, donde la historia y la tradición aún resuenan entre sus calles desiertas.
Una economía ligada a la tierra y al olvido
La economía de Cortos, como la de tantos otros pueblos pequeños de la provincia, ha estado históricamente anclada en la Agricultura y la Ganadería. En tiempos mejores, los campos circundantes se llenaban de vida con cultivos tradicionales y rebaños que sustentaban a sus habitantes. Sin embargo, con el éxodo rural y la reducción drástica de su población, estas actividades han quedado relegadas a un eco del pasado. Hoy, la actividad económica es prácticamente inexistente, limitada a lo que los escasos vecinos puedan mantener para su subsistencia. La cercanía a Ávila ofrece alguna posibilidad de conexión con el mundo exterior, pero Cortos no ha logrado atraer nuevas fuentes de ingresos ni revitalizar su tejido productivo. El pueblo, en su quietud, parece esperar un milagro que lo saque de su letargo económico, mientras la despoblación amenaza con convertirlo en un recuerdo.
Fiestas patronales: un latido de vida en la calma
A pesar de su pequeño tamaño y su población menguante, Cortos conserva el espíritu de sus Fiestas patronales, un momento en el que el pueblo se sacude el polvo del olvido y late con un vigor inesperado. Aunque no hay registros precisos sobre la advocación concreta que celebran —podría estar ligada a tradiciones comunes en la región, como la Virgen o algún santo local—, estas festividades son un punto de encuentro para los pocos habitantes y, probablemente, para aquellos que, habiendo emigrado, regresan para honrar sus raíces. En un lugar como este, las fiestas suelen incluir una Misa solemne en la iglesia, seguida de actos sencillos pero cargados de significado: una comida compartida, tal vez animada por el sonido de la dulzaina, y recuerdos de tiempos en que las calles se llenaban de risas. Es un evento que, más allá de su modestia, reafirma la identidad de Cortos y ofrece un respiro frente a la soledad cotidiana.
Un futuro incierto para un pueblo al borde del abismo
Con solo Ocho habitantes, Cortos se encuentra en una encrucijada. La despoblación lo ha puesto al borde de la desaparición, un destino que comparte con otros municipios de la provincia de Ávila. Sin embargo, su proximidad a la capital abulense y su legado histórico podrían ser la chispa para un renacimiento, si tan solo se lograra atraer iniciativas que revitalizicen su economía y su vida social. Por ahora, el pueblo sigue siendo un refugio de paz, un lugar donde el tiempo parece detenido, y donde la Iglesia, los campos y las fiestas patronales son los últimos guardianes de una historia que se niega a desvanecerse del todo.
En Cortos, cada habitante es un héroe anónimo que mantiene viva la llama de un municipio que, aunque pequeño, lleva en su nombre el peso de una grandeza pasada. Mientras las campanas callan y los campos descansan, este rincón de Tolbaños espera, en silencio, un nuevo capítulo que aún no se ha escrito.