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Gallegos de San Vicente: un refugio rural a las puertas de Ávila

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A tan solo diez kilómetros de la monumental Ávila, en el corazón de la provincia que lleva su nombre, se encuentra Gallegos de San Vicente, una pequeña localidad que parece detenida en el tiempo. Perteneciente al municipio de Tolbaños, este rincón de Castilla y León respira la esencia de lo rural, con su paisaje de penillanura salpicado de encinas, afloramientos graníticos y un aire de serenidad que invita al viajero a desconectar del ajetreo urbano. Con apenas 82 habitantes, según los registros más recientes, Gallegos de San Vicente se erige como un ejemplo de la resistencia de los pueblos pequeños frente al éxodo y el olvido.

Una economía anclada en la tradición y la naturaleza

La economía de Gallegos de San Vicente es un reflejo de su identidad rural. Aquí, la vida gira en torno a la agricultura y la ganadería, actividades que, aunque han perdido fuerza con el paso de los años, siguen siendo el sustento de muchas familias. La cría de ganado, especialmente de la raza Avileña-Negra Ibérica, conocida por su carne de calidad, es una de las ocupaciones más arraigadas. Los campos circundantes, aunque no tan extensos como en otras zonas de Castilla, producen cultivos básicos que complementan esta economía de subsistencia.

Sin embargo, la cercanía a Ávila ha abierto una puerta al exterior. Algunos vecinos encuentran empleo en la capital provincial o en el polígono industrial de Vicolozano, situado a pocos kilómetros, donde la actividad industrial y logística ofrece oportunidades que el pueblo por sí solo no puede generar. El turismo rural, aunque incipiente, también comienza a despuntar: la tranquilidad del entorno y la posibilidad de disfrutar de la naturaleza en estado puro atraen a quienes buscan una escapada auténtica, lejos de las multitudes.

Fiestas patronales: el latido de la comunidad

El alma de Gallegos de San Vicente se manifiesta con fuerza en sus Fiestas patronales, que tienen lugar el 25 de junio en honor a San Juan Bautista. Este día, el pueblo se transforma: las calles, habitualmente silenciosas, se llenan de vida con la llegada de vecinos, emigrantes que retornan y algún que otro curioso. La jornada comienza con una misa solemne en la Iglesia Parroquial, seguida de procesiones que recorren el pueblo con la imagen del santo, engalanada para la ocasión.

Por la tarde, las actividades se multiplican: desde juegos tradicionales para los más pequeños hasta verbenas que se extienden hasta la madrugada, amenizadas por música en vivo que resuena entre las casas de piedra. Además, la fiesta de San José, que antes se celebraba en marzo, se trasladó a agosto para aprovechar el buen tiempo y la presencia de quienes regresan en verano. Este cambio refleja la adaptabilidad de una comunidad que, aunque pequeña, se niega a dejar morir sus tradiciones.

Un futuro entre la nostalgia y la esperanza

Con sus 82 habitantes, Gallegos de San Vicente enfrenta el desafío de la despoblación, un mal endémico en la España rural. Sin embargo, su proximidad a Ávila, su riqueza natural y el encanto de su simplicidad ofrecen un rayo de esperanza. La Iglesia Parroquial sigue siendo un faro de identidad, mientras las fiestas patronales mantienen viva la chispa de la comunidad. En este rincón de la provincia abulense, el tiempo parece correr más despacio, invitando a quienes lo descubren a detenerse y apreciar la belleza de lo cotidiano.

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