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Tolbaños: el susurro de la tradición en la llanura abulense

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A escasos 12 kilómetros de la majestuosa Ávila, en el corazón de una provincia donde el tiempo parece avanzar más despacio, se encuentra Tolbaños, un pequeño municipio que respira la esencia pura de la Castilla rural. Integrado en el término municipal que lleva su nombre, este pueblo de la comarca del Valle Amblés es un refugio de tranquilidad, con sus casas de piedra y sus campos que se pierden en el horizonte. Con apenas 82 habitantes, según los últimos datos disponibles, Tolbaños encarna la lucha silenciosa de los pueblos pequeños por mantener viva su identidad frente al avance imparable de la despoblación.

Una iglesia que guarda siglos de fe

El alma histórica de Tolbaños se concentra en su iglesia parroquial de San Juan Bautista, un templo sencillo pero cargado de simbolismo. Construida en piedra granítica, como manda la tradición de la zona, esta iglesia destaca por su sobriedad y su pequeño campanario, que aún resuena en las mañanas tranquilas del pueblo. Aunque no se conservan registros precisos de su origen, su factura sugiere que pudo levantarse entre los siglos XVI y XVII, con un interior austero que refleja la vida humilde de sus habitantes. La figura de San Juan Bautista, patrón del pueblo, preside el altar, y su imagen es el eje de una devoción que ha unido a generaciones de tolbañeros. Frente a la iglesia, un sencillo atrio invita a imaginar las reuniones de antaño, cuando el templo era el epicentro de la vida social y espiritual.

Una economía entre la tierra y la sombra de Ávila

La economía de Tolbaños es un reflejo de su carácter rural y su dependencia de la tierra. La agricultura, con cultivos de cereal y legumbres, y la ganadería, especialmente la cría de ovejas y vacas de raza Avileña-Negra Ibérica, han sido durante siglos el sustento de sus gentes. Sin embargo, el éxodo rural ha mermado estas actividades, y hoy muchos de los pocos habitantes que quedan compaginan el trabajo en el campo con empleos en la cercana Ávila o en el polígono industrial de Vicolozano, a pocos kilómetros de distancia. Este enclave industrial, con sus naves y almacenes, ofrece una alternativa laboral que, aunque alejada del alma agrícola del pueblo, ayuda a mantenerlo con vida.

El turismo rural, aunque todavía incipiente, empieza a asomar como una posibilidad. La belleza natural del Valle Amblés, con sus dehesas y sus vistas despejadas, atrae a quienes buscan desconectar, y algunas casas rehabilitadas podrían convertirse en alojamientos con el tiempo. Por ahora, Tolbaños sigue siendo un lugar de paso discreto, donde la economía se mueve al ritmo lento de la tradición, con un pie en el pasado y otro tanteando el futuro.

Fiestas patronales: el latido de San Juan

El espíritu festivo de Tolbaños Cobra Vida Cada 24 de junio, cuando el pueblo celebra sus Fiestas patronales en honor a San Juan Bautista. Esta fecha, coincidente con el solsticio de verano, transforma la calma habitual en un estallido de alegría contenida. La jornada arranca con una misa solemne en la Iglesia Parroquial, seguida de una procesión en la que la imagen del santo recorre las pocas calles del pueblo, acompañada por el murmullo de oraciones y el sonido de las campanas. Los vecinos, ataviados con sus mejores galas, participan con devoción, mientras los emigrantes que regresan por estas fechas aportan un toque de nostalgia y reencuentro.

Por la tarde, las actividades se trasladan al aire libre: juegos tradicionales, como la carrera de sacos o el tiro de cuerda, entretienen a pequeños y mayores, y una comida comunitaria, con platos típicos como las patatas revolconas o el Cochinillo asado, reúne a todos en torno a largas mesas. La noche culmina con una verbena modesta pero animada, donde la música de una pequeña orquesta hace bailar a los tolbañeros bajo las estrellas. Aunque la escala es pequeña, estas fiestas son el alma de Tolbaños, un recordatorio de que la comunidad, por reducida que sea, sigue latiendo con fuerza.

Un presente frágil, un pasado imborrable

Con sus 82 habitantes, Tolbaños enfrenta el mismo destino que tantos otros pueblos de la España vaciada: el envejecimiento de su población y la falta de relevo generacional. Sin embargo, su cercanía a Ávila y el encanto de su entorno natural podrían ser la clave para un renacer paulatino. La iglesia de San Juan Bautista sigue en pie como un faro de su historia, mientras las fiestas patronales mantienen viva la chispa de la tradición. En este rincón del Valle Amblés, el tiempo parece susurrar entre las piedras, invitando a quien lo visite a detenerse y escuchar el eco de un pueblo que, aunque pequeño, se niega a desaparecer.

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