En el corazón de la provincia de Ávila, a apenas 11 kilómetros de la capital, se alza Mediana de Voltoya, un pequeño municipio que respira tranquilidad y tradición en cada rincón de sus calles empedradas. Con el río Voltoya serpenteando por su término y la silueta de la sierra de Ojos-Albos como telón de fondo, este pueblo de origen medieval es un ejemplo vivo de cómo la historia y la naturaleza se entrelazan en Castilla y León. Hoy, con tan solo 117 habitantes según los últimos datos oficiales, Mediana se aferra a su esencia rural mientras lucha por mantener viva su identidad en un mundo que no para de girar.
Una iglesia que guarda siglos de fe
El alma del pueblo late con fuerza en la Iglesia de Santo Tomás Apóstol, un templo humilde pero cargado de historia. Construida en sillarejo, su fachada sencilla se corona con una espadaña tradicional, típica de los pueblos pequeños de la región. Lo que más llama la atención es su pórtico orientado al sur, un detalle arquitectónico que no solo protégé del viento helado del invierno abulense, sino que invita a detenerse y contemplar. En su interior, un retablo barroco del siglo XVIII, obra del maestro abulense Bernardo Rivilla junto a Antonio de la Cruz, custodia el espacio con elegancia sobria. La portada románica, con sus arquivoltas y capiteles decorados con hojas y palomas, susurra recuerdos de un pasado que se remonta al siglo XII, cuando Mediana empezaba a escribir su historia bajo la jurisdicción del concejo de Ávila.
No muy lejos, la Ermita del Cristo de la Calzada añade otro capítulo a la devoción local. Este pequeño edificio del siglo XVII, reformado en varias ocasiones, es mucho más que piedra y mortero: es el epicentro de las fiestas patronales y un símbolo de la fe que une a los vecinos. Aquí, la tradición cobra vida cada año con procesiones y subastas que trascienden lo religioso para convertirse en un acto de comunidad.
Una economía entre el campo y la cercanía a Ávila
La economía de Mediana de Voltoya es un reflejo de su paisaje: sencilla, arraigada al suelo y marcada por la dualidad de su entorno. Las tierras de cultivo, que se extienden por el valle del Voltoya, comparten protagonismo con pastos y afloraciones rocosas donde las encinas salpican el horizonte. Aquí, la agricultura y la ganadería han sido durante siglos el sustento de sus gentes, con cultivos de cereal y algo de pastoreo que aún persisten, aunque en menor medida. Sin embargo, la proximidad a Ávila capital, a solo 13 kilómetros por la N-110 o la AP-51, ha cambiado las reglas del juego. Muchos de los 61 hombres y 56 mujeres que forman la población actual encuentran en la ciudad oportunidades laborales que el pueblo no puede ofrecer. El 27% de paro en la zona rural es una sombra que planea sobre Mediana, pero su conexión con la capital mitiga el aislamiento y abre puertas a quienes buscan un equilibrio entre la vida tranquila y el trabajo urbano.
El pueblo no presume de grandes industrias ni de un tejido comercial vibrante. Un bar es el único punto de encuentro gastronómico oficial, y la ausencia de restaurantes o una agenda cultural registrada habla de una vida pausada, casi austera. Sin embargo, la cercanía a Ávila compensa estas carencias, ampliando el acceso a servicios y ocio para quienes llaman hogar a este rincón del Valle Amblés.
Fiestas que unen al pueblo
Si hay algo que saca a Mediana de Voltoya de su letargo cotidiano son sus fiestas patronales en honor al Cristo de la Calzada. Cada año, el pueblo se engalana para un evento que trasciende lo religioso y se convierte en una celebración de la identidad colectiva. Todo comienza con el traslado de la imagen desde la ermita hasta la Iglesia de Santo Tomás, una procesión que reúne a vecinos y visitantes en un desfile solemne. Al día siguiente, tras la misa, la imagen regresa a su hogar en medio de cánticos y el bullicio de una subasta peculiar: los Banzos, las andas que sostienen al Cristo, se ofrecen al mejor postor en un ritual que mezcla devoción y orgullo local. La verbena posterior y las actividades lúdicas, organizadas con el esfuerzo de todos, llenan de vida las calles y recuerdan que, aunque pequeño, Mediana tiene un corazón grande.
Un pueblo que resiste al tiempo
Con sus 117 almas, Mediana de Voltoya es un microcosmos de la España rural: un lugar donde el pasado se palpa en cada piedra y el presente se debate entre la tradición y la modernidad. Su iglesia y su ermita son testigos mudos de siglos de historia; su economía, un desafío constante en un mundo que corre más rápido que sus caminos de tierra; y sus fiestas, el latido que mantiene unida a una comunidad que se niega a desvanecerse. En este rincón de Ávila, el tiempo parece detenerse, y aunque el futuro es incierto, Mediana sigue en pie, orgullosa de su humildad y su raíz castellana.