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Ojos Albos: Donde la sierra abraza la historia

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A pocos kilómetros del bullicio de Ávila, en el este de la provincia, se encuentra Ojos Albos, un municipio que parece detenido en el tiempo, con la imponente sierra de Ojos Albos vigilando sus días y el río Voltoya marcando su frontera natural. Este pequeño rincón de Castilla y León, situado a 1.226 metros sobre el nivel del mar, es mucho más que un punto en el mapa: es un refugio de calma, un lienzo de tradiciones y un testimonio de la vida rural que resiste el paso de los siglos. Con apenas 96 habitantes según los registros más recientes, Ojos Albos es un ejemplo de cómo la esencia de un pueblo puede perdurar a pesar del éxodo y el olvido.

Una iglesia que custodia el alma del pueblo

El corazón histórico y espiritual de Ojos Albos tarde en la Iglesia de la Purísima Concepción, una joya románica que se alza como guardiana de la localidad. Este templo, con su estructura de piedra desgastada por el tiempo, es un reflejo de la arquitectura medieval que caracterizó estas tierras abulenses. Su retablo del siglo XVIII, de una belleza sobria pero impactante, es uno de sus tesoros más preciados, aunque el deterioro ha hecho mella en su campanario, el portalillo de acceso y las vigas del tejado. Gracias a una inversión reciente liderada por el Ayuntamiento, con el respaldo de Junta de Castilla y León, la iglesia está en proceso de rehabilitación, un esfuerzo que no solo busca salvarla del colapso, sino también convertirla en un imán para visitantes curiosos por el patrimonio y la historia. No lejos de allí, las pinturas rupestres de Peña Mingubela, descubiertas en 1974, añaden un capítulo prehistórico a este relato, conectando el presente con un pasado remoto que sigue resonando en las laderas de la sierra.

Una economía a la sombra de la agricultura

La vida económica de Ojos Albos está tejida con los hilos de la tradición rural. En sus tierras llanas, atravesadas por la N-501 y la autopista AP-51, los campos de cereal dominan el paisaje, salpicados por el verde de las encinas y el murmullo del ganado que aún pasta en sus prados. La agricultura y la ganadería han sido durante siglos el sustento de sus gentes, pero el siglo XX trajo consigo un cambio inevitable. En los años 60, muchos vecinos abandonaron el pueblo rumbo a Ávila y Madrid, buscando oportunidades que la tierra ya no podía prometer. Hoy, con una población menguante, la economía local depende en parte de esos lazos con la capital provincial, a solo 16 kilómetros, donde algunos habitantes encuentran empleo. El turismo rural, aún incipiente, empieza a despuntar como una esperanza, impulsado por el atractivo de la iglesia, las pinturas rupestres y la tranquilidad que ofrece este enclave al pie de la sierra.

La historia de Ojos Albos también tiene un eco aristocrático: la finca del Coto Redondo, que dio origen al pueblo, perteneció a María del Carmen Carvajal y del Alcázar, Duquesa de Abrantes y de Linares, hasta que en 1930 los colonos compraron estas tierras, marcando el nacimiento de la localidad tal como la conocemos. Otro hito patrimonial es el Palacio de Tablillo, una construcción renacentista del siglo XV que en 2006 recibió un premio de Europa Nostra por su restauración, un guiño al potencial cultural que el municipio guarda entre sus muros.

Fiestas que despiertan la sierra

Las fiestas patronales de Ojos Albos son el momento en que el pueblo sacude su quietud y se llena de vida. Cada año, en honor a la Purísima Concepción, los vecinos se reúnen para celebrar una tradición que combina lo sagrado con lo festivo. La festividad, que tiene lugar el 8 de diciembre, arranca con una misa solemne en la iglesia, seguida de una procesión que recorre las calles bajo la atenta mirada de la sierra. Pero el verdadero espíritu de la fiesta se desata después: verbenas con música tradicional, comidas compartidas donde no faltan los platos típicos como las patatas revolconas o el cordero asado, y actividades que reúnen a quienes aún viven en el pueblo con aquellos que regresan por unos días. Es un homenaje a la virgen, sí, pero también a la comunidad que, pese a su tamaño, se niega a perder su voz.

Un pueblo pequeño con raíces profundas

Con sus 96 habitantes, Ojos Albos podría parecer apenas un susurro en el mapa de Ávila, pero su historia, su iglesia y sus fiestas cuentan una historia distinta. Aquí, la sierra y el río Voltoya enmarcan un lugar donde el tiempo avanza despacio, donde la economía lucha por adaptarse y donde la tradición sigue siendo el pegamento que une a sus gentes. Desde las pinturas rupestres hasta el renacentista Palacio de Tablillo, pasando por la fe que custodia la Iglesia de la Purísima Concepción, este municipio es un recordatorio de que los pueblos pequeños también tienen grandes relatos que contar. En Ojos Albos, la Castilla más profunda sigue respirando, resistente y serena, a la espera de quienes quieran descubrirla.
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