El sol apenas despunta sobre las murallas de Ávila cuando Juan y María, dos amigos apasionados por la pesca, cargan sus cañas y cebos en el maletero. Su destino: el pantano de Fuentes Claras, un remanso de tranquilidad a pocos kilómetros de la ciudad, donde el río Adaja dibuja un espejo de agua rodeado de naturaleza. Este domingo promete ser perfecto para lanzar el anzuelo y disfrutar de un día al aire libre.
Llegar al pantano es sencillo. Desde el puente del río Adaja, Juan toma la carretera hacia Salamanca y, tras un breve trayecto, un camino de tierra cercano a Los Cuatro Puestos los conduce hasta la orilla. El embalse, construido en 1994 por el ingeniero Rafael López González, se extiende en 18 hectáreas de aguas serenas. En la orilla oriental, un embarcadero de madera invita a adentrarse unos metros sobre el agua, pero hoy Juan y María prefieren instalarse en tierra firme, donde las vistas del atardecer, según cuentan, son mágicas.
Con las cañas preparadas, María opta por un cebo clásico: maíz dulce, ideal para atraer carpas. Juan, más arriesgado, elige boilies salados, confiando en capturar algún barbo. El pantano es conocido por su abundancia de peces pequeños, perfectos para la pesca deportiva, aunque los depredadores como el black bass o el lucio son más esquivos. "Aquí lo importante es la paciencia", dice Juan, mientras ajusta su sedal y observa el reflejo de las nubes en el agua.
El ambiente es tranquilo, solo roto por el canto de los pájaros y el leve chapoteo de algún pez que salta. María recuerda historias de pescadores locales, como Antonio, quien asegura que en los meses cálidos, de marzo a octubre, el pantano se llena de vida. Sin embargo, no todo es idílico. En años pasados, Fuentes Claras ha sufrido problemas de contaminación por vertidos, y aunque las autoridades lo niegan, los pescadores locales siguen preocupados. Hoy, afortunadamente, el agua parece limpia, y la pareja se concentra en su tarea.
Tras unas horas, María siente un tirón. Con destreza, enrolla el carrete y saca una carpa pequeña que brilla bajo el sol. Juan la felicita y, aunque su caña sigue sin moverse, no pierde el ánimo. "La pesca es así: un día te llevas un trofeo, y otro solo historias", bromea. Deciden hacer una pausa para disfrutar de un bocadillo junto al embarcadero, con las murallas de Ávila recortadas a lo lejos contra el cielo.
El día avanza, y aunque no logran más capturas, Juan y María regresan a casa satisfechos. Fuentes Claras les ha regalado un domingo de calma, risas y conexión con la naturaleza. Mientras guardan las cañas, ya planean volver el próximo fin de semana, quizá con Antonio o algún otro amigo, para seguir explorando los secretos de este rincón abulense. Porque en Fuentes Claras, más allá de los peces, lo que siempre se pesca es un buen momento.