Y es que además de la actitud de los políticos, de un tiempo a esta parte, el propio empresariado abulense, por unas razones o por otras, se muestra cada vez más en retirada, incapaz de exigir, reivindicar y apostar por una provincia que se agota, se seca, se despuebla, se ahoga mes a mes, en las escandalosas cifras de paro.
Inmerso en el conservadurismo característico de quien trata por todos los medios de arrimarse al poder, a la espera de alguna migaja de prosperidad en los tiempos de bonanza económica, las “élites empresariales abulenses” nunca se han caracterizado por tener grandes ansias de superación o de innovación. Más bien al contrario. Han confundido el progreso a medio o largo plazo y la creación de empleo con garantías, con la ostentación de proyectos realizados o sin realizar, que daban mucho renombre, pero a la postre sólo han significado desgracias, retraso y pobreza para nuestra provincia.
Cabe recordar algún ejemplo. En su día, tanto la Cámara de Comercio como la Confederación Abulense de Empresarios (Confae), apostaron decididamente por la construcción de la AP-51, y la renovación de la AP-6, y por tanto, por la incorporación a los gastos diarios de los abulenses de un peaje que supone un claro perjuicio para el desarrollo social, económico y laboral de gran parte de la provincia de Ávila. Lo defendieron como un gran proyecto de progreso que iba a situar a Ávila a la altura de los nuevos tiempos en la comunicación por carretera, frente a quienes se opusieron y lo denunciaron ante Europa, no sólo porque, como quedó sentenciado, fuera ilegal, sino porque supondría un lastre para el desarrollo y la instalación de empresas. El tiempo sigue dando la razón a los que lo denunciaron, pero ni la Cámara de Comercio ni Confae muestran rectificación alguna, y mucho menos se plantean exigir que se retire el peaje cumpliendo así la sentencia del año 2010 del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Otro ejemplo ilusorio, fue el tan llevado y traído proyecto del AVE. Los riesgos evidentes de que la construcción del AVE por Segovia nos dejaría arrinconados a los abulenses, llevaron incluso a la creación de la Plataforma Social en Defensa del Ferrocarril. El empresariado fue exigente y combativo ante los gobiernos del PSOE, a la hora de pedir que Ávila fuera tenida en cuenta y se garantizara la conexión con la alta velocidad. Después vino el gobierno del PP, la crisis, las excusas y el silencio, no se sabe si cómplice del empresariado, sobre las carencias ferroviarias que tanto daño hacen a la provincia de Ávila.
Mas allá de las honrosas excepciones de pequeñas empresas, en muchos casos de origen familiar, que mantienen su compromiso con la provincia, e incluso en algún caso crecen o innovan, lo cierto es que la línea general de la política empresarial y de sus organizaciones representativas, no se ha caracterizado por exigir a los gobiernos de turno, mejores y mayores posibilidades para Ávila, más bien al contrario, se han posicionado titubeantes y con visiones siempre a corto plazo y poco ambiciosas.
Tal vez esta forma de actuar, sin visión de futuro, sin ánimo de colaboración, y en muchos casos buscando exclusivamente el interés particular que da el sentirse cercano al poderoso partido que desgobierna esta tierra, haya sido la causa de que, en la época de vacas flacas que vivimos, el empresariado se encuentre en retirada.
Son prueba de ello, la crisis en la Cámara de Comercio, en stand by en manos de una gestora en la que no quiere participar ningún empresario; el silencio cómplice, durante tanto tiempo, de Confae ante los escándalos que arrastra su presidente Jesús Terciado, hoy imputado por corrupción y expulsado de CEPYME; o la amenaza de Nissan, que tras aprovecharse del dinero público que le dieron las administraciones en 2010, hoy pretende deshacerse de 147 trabajadores, mientras presume de los beneficios económicos de los últimos meses.
Es evidente que la situación de pobreza que ahoga a nuestra provincia, se agrava aún más, si quienes tienen la capacidad económica de generar empleo, no se muestran radicalmente exigentes ante quien gobierna, para que elimine los obstáculos que suponen las carencias en las infraestructuras de transporte, o para reivindicar inversiones públicas inmediatas, en lugar de conformarse con el recurrido discurso de las necesarias reformas estructurales del PP y emplazarse a esperar a 2016.
La situación es muy grave, y el empresariado abulense tiene el deber de reaccionar, pues le va la vida en ello: el paro aumenta, la despoblación crece, los jóvenes huyen, y esta tierra no puede vivir sólo de los picos turísticos que se dan durante el año.
El panorama de Ávila debe cambiar, y solamente esperando a ver qué pasa no se consigue nada. El momento exige ambición, compromiso y cambio. Ávila puede ser más de lo que es, la gente está reaccionando y el empresariado no debe quedarse atrás.