Que cuatro meses han sido lamentablemente desperdiciados es una verdad incuestionable. El curtido votante carpetovetónico, dotado de una especial resignación franciscana, está demostrando total indiferencia en torno a siglas y caras al comprobar la ineficacia y majadería de nuestros políticos, incapaces de pactar hasta para repartirse el pastel y formar Gobierno. Además, y para mayor castigo deberemos soportar las discusiones originadas por la composición de las candidaturas, que normalmente solo sirven para pagar favores o reconocer fidelidades. En España, dada nuestra condición de ignorantes votantes, nos importa un bledo quien va en segundo o quinto puesto por Lérida, Pontevedra o Castellón de la Plana, dado que el contacto entre diputados y ciudadanos en nuestro país es nulo.
Hasta ahora, los 130 días tirados, si de algo han servido ha sido para demostrar la ramplonería y limitaciones de nuestros líderes quienes, hueros de ideas y con la amenaza de que tan lamentable espectáculo vuelva a repetirse el 26-J, o quizá aún peor que el posible Gobierno que pudiera constituirse fuese el inicio de otra negra etapa y la marginación con el resto de Europa.
Para muchos ciudadanos, el Secretario General del PSOE solo es un advenedizo carente de experiencia y perdido en un Dédalo del que no sabe como salir. Con un concepto de la dignidad muy peculiar a la hora de gestionar pactos y con una sobrecarga de ambición que en ocasiones genera repugnancia. Por su parte, Mariano Rajoy (PP), presidente en no muy claras funciones, continúa en la misma línea (arriólica) de siempre, es decir, no hacer nada y esperar a que sus rivales, conocedor de sus limitaciones, se quemen y destrocen unos a otros. Obviamente, en el reino de los tontos, el que cuente con cierta experiencia de Gobierno, piensa Rajoy, será quien triunfe.
La sombra de la corrupción continuará planeando sobre la formación popular, con lo cual, el esperar que no aparezcan nuevos casos en estos días, no pasa de ser una incongruencia más del PP porque existen montones de golfadas que habiendo sido cometidas, todavía no han sido publicados y lo que intranquiliza es que aparezcan en fechas tan críticas.
Existen también serias preocupaciones de que los resultados del 26-J sean similares a los obtenidos en el pasado diciembre, considerando que no solo se presentan los mismos partidos, sino que son las mismas caras que fracasaron en su momento, y que en cuestión de días no olvidarán fácilmente sus odios, rencores y diferencias. Pedirle a los políticos a estas alturas mayor responsabilidad, suena a mofa y befa. Es muy posible que los españoles concedan nuevamente mayoría de votos a Rajoy y no precisamente por convencimiento, sino por el temor que inspira el otorgarle tal responsabilidad a las restantes formaciones políticas.
Si algo comparte totalmente la sociedad es en abaratar el coste de las nuevos comicios de junio que se pagarán con el dinero de nuestros impuestos. Fuera cartelería, buzoneos e inútiles mítines a los que solo concurren los convencidos y por compromiso. Lo suyo sería centrar toda la campaña en debates televisivos que llegan a todos los ciudadanos que estén dispuestos a escuchar las exposiciones de los distintos líderes, con contenido y formato único en todas las cadenas que sean pactados previamente y en los que deberán figurar como temas obligados: economía, paro/empleo, educación, sanidad, justicia, impuestos, reformas electoral y laboral y corrupción. La sociedad demanda confrontaciones sobre ideas y medidas concretas exentas de demagogia y populismo.
Que nadie se llama a engaño. Todo lo que está ocurriendo, al margen de los llamados partidos emergentes, es que nuestros líderes de la derecha e izquierda española aman hasta la locura e inusitadamente el poder y lo que representa. El primero de ellos, Rajoy, que ya probó tan dulces mieles y con mayoría absoluta, no está dispuesto a ningún precio a tener que soportar la afrenta de pasar a la historia como "Mariano el Breve" si no consigue una segunda legislatura como sus antecesores en el Gobierno, Aznar (PP) y González (PSOE), en incluso hasta el mismísimo y nefasto en todos los aspectos Rodríguez Zapatero (PSOE),dotado de dañina ignorancia e invitado a no presentarse por su propio partido.
En segundo lugar y como representante de la izquierda tradicional española se encuentra Pedro Sánchez, candidato en el que el PSOE depositó todas sus complacencias pero que lamentablemente no está respondiendo a las expectativas, dentro ni fuera de su formación. Rezuma ambición por todos los poros de su cuerpo. Inexperto y carente de iniciativas, en todas sus apariciones públicas repite el mismo mantra del "Gobierno de cambio" que nadie entiende y menos convence. Sus fallidos pactos y vanos intentos de conseguir la investidura solo han originado su propio desprestigio y el del PSOE. Tras haber obtenido el 20-D el peor resultado de la historia de su partido, superando incluso a Pérez Rubalcaba, todavía tenia la osadía de formar Gobierno partiendo de sus 90 diputados y fallidas coaliciones.
En cuanto a Podemos y su líder Pablo Iglesias, noble como una cobra, continua con el empeño de "ir a por todas pasa asaltar el cielo", aunque las encuestas no le resultan propicias, insiste en que superarán los resultados del 20-D mirando con optimismo la próxima confrontación electoral. Si se materializa la posible coalición con IU y son capaces de superar las diferencias entre ambas formaciones, cabría la posibilidad de superar al PSOE colocándolo en una posición crítica. Aunque les cuesta trabajo admitirlo, Podemos está padeciendo ciertas crisis internas con la consiguiente factura. El irreprimible deseo de protagonismo de Iglesias y la obsesión de erigirse en el principal enemigo del PP les está causando problemas. Los comunistas, como siempre ha ocurrido, terminarán ocupando su especio pero como partido minoritario, aunque en esta ocasión quizá con una mayor participación pero nada más.
Ciudadanos, por su parte, sigue instalado en esa zona gris en la que sin levantar grandes entusiasmos, poco a poco va sumando votos procedentes de los decepcionados con el PP y PSOE. Sobre el pacto firmado con los socialistas, todavía son muchos los que se preguntan para que ha servido. Su duración ha sido efímera y ya no merece prestarle mas atención. Los sondeos de opinión les adjudican algún escaño mas mientras que otros están convencidos de que obtendrán un incremento considerable. Conviene no olvidar que con sus 40 diputados podrían actuar en un momento dado como partido bisagra. Necesitan incrementar su número de cuadros y olvidarse de estar girando siempre en torno a la figura de Alberto Rivera.
Retornando a los necesarios debates, en el PP, todos los dirigentes son partidarios y acérrimos defensores de que Rajoy participe en dichos debates a cuatro, si bien hasta el momento no se ha manifestado. En este caso el volver a enviar a Soraya Sáenz de Santamaría supondría el mayor de los fracasos al no existir disculpa alguna que justificase la ausencia del candidato de la formación conservadora. Esperemos que recapacite y de la cara.. En otro orden, conviene resaltar que la mayoría social está hastiada de tanta demagogia y que lo que demandan es escuchar propuestas razonadas y razonables, que se debata sobre medidas concretas y que por favor desaparezcan los insultos y descalificaciones de los que ya tenemos el más decepcionante y vergonzoso de los recuerdos......No es un ruego sino una necesidad.