De inimaginable y amargo habría que calificar el debut que resultó para Pedro Sánchez su obligada asistencia a la celebración de la pasada Fiesta Nacional del 12 de octubre.
Tras su peculiar acceso a la presidencia del Gobierno, de haber intuido lo que sucedería habría recurrido a cualquier subterfugio para eludir su presencia. El propio comienzo del desfile de nuestras fuerzas armadas, se convirtió en un aquelarre de insultos dirigidos al Jefe del Ejecutivo tildándolo de “okupa y plagiador”.
Cuando un pueblo, como lo hizo en este caso del de Madrid, le dedica tal sarta de insultos y descalificaciones a plena luz del día a su presidente, no cabe disimulos ni el mirar hacia otro lado. Tal actitud ciudadana lisa y llanamente vino a demostrar con largueza el repudio que le profesan por su erróneo comportamiento, equivocadas decisiones y desastrosa gestión, cuya única justificación obedece a mantenerse en el poder a cualquier precio.
En esta ocasión y por razones no justificadas, aunque si sospechadas, el desfile de nuestras FF AA recibió una limitadísima difusión, como si la intención consistiese en minimizar lo que representa el Ejército y otras instituciones para los españoles. A este paso lo suyo será limitar sus apariciones y existencia para que no se ofendan podemitas y separatistas, cuyos votos, curiosamente son los que sostienen a Sánchez en el poder y colaboran en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
Al margen del variopinto capítulo de ofensas e improperios con que fue obsequiado el presidente Sánchez y sus ministros, también fue duramente increpado con la petición de elecciones, pero lo que realmente inundó medios y redes sociales fue el patón que se produjo durante la recepción ofrecida por los Reyes en el Palacio Real. La imagen de Sánchez colocándose con su mujer a continuación de los Reyes, supuestamente para recibir también el saludo de los 1.500 invitados en el besamanos, constituyó el mayor de los ridículos jamás contado e inesperado. Tal como se desarrolló la patética escena todo inducía a pensar que la pretensión de los Sánchez pasaba por recibir igualmente el saludo de todos los asistentes, lo que resultaría rocambolesco.
Dado que el presidente, aparentemente, no se percató de su tamaño error, en apenas unos instantes apareció un miembro del protocolo de la Casa del Rey para indicarle que ese no era su lugar, debiendo continuar en dirección a la sala continua y esperar hasta el comienzo del el coctel. Al momento Sánchez asumió que se había equivocado adoptando un gesto entre el ridículo, la incomodidad y el disgusto, alegando en su descargo que la parada era para "hacer tiempo".
Moncloa, por su parte, se limitó a calificar el malentendido como simple anécdota, indicando que el presidente en todo momento se había limitado a seguir las instrucciones recibidas de la Casa Real. Dado el estado de confusión generado dio lugar a interpretaciones varias, llegando a deslizarse entre los corrillos de invitados que el incidente obedeció a cierto afán de protagonismo por parte de Sánchez lo que no parece creíble, si bien nunca conoceremos lo que pasó por las cabezas del matrimonio y sus primeras frases en el momento que las circunstancias les permitieron comentar el desafortunado e insólito incidente. ¿Llegaron a imaginar que lo más granado dela sociedad española, ministros, aristocracia y destacados personajes del arte, deporte y los negocios desfilarían también ante ellos para rendirles pleitesía?
Al día siguiente y de inverosímil, cabría tildar el posterior escrito de la Casa Real, posiblemente reclamado por Moncloa para intentar paliar absurdamente el incidente protocolario protagonizado por la pareja Sánchez-Gómez. Sin la menor duda, y con independencia del alud de críticas, lo que más ha tenido que dolerle al matrimonio han sido los sarcasmos, mofas y befas recibidos, escena presenciada por millones de españoles con sus propios ojos. Lo cierto es que los Reyes no efectuaron indicación alguna, ni el protocolo real les facilitó orientación en el sentido adecuado que ahora se pretende argumentar. La propia imagen del ujier corriendo hacia los Sánchez lo dijo todo. Quizá lo más prudente habría sido observar un discreto silencio, menos gestos, más naturalidad, tratar de restarle importan y tragarse el sapo con una sonrisa. Todo lo que suponga mover el incidente y justificar la colección de errores cometidos solo añadirá nuevos problemas que posiblemente será muy difícil eludir.
Para el pueblo llano, las meteduras de pata protocolarias les importan mas bien poco, pero lo que no pasó desapercibido para nadie fue el aciago día que supuso para Pedro Sánchez la retahíla de insultos, abucheos, pitos y petición de elecciones con que fue recibido, despedido y obsequiado el Jefe del Ejecutivo Español. Esperemos que los citados comicios generales se celebren cuanto antes porque el dilatarlo y al paso que vamos, supondrá el continuar cosechando fracasos y muy posiblemente retornar a una nueva crisis cuya amarga experiencia todavía seguimos sufriendo... ¡¡Tiempo al tiempo!!