Hace por tanto 55 años a lo largo y ancho de nuestro país las gentes bailaban y cantaban el famoso; “izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un, dos, tres que dominó aquel verano imponiéndose a gentes como los Rolling Stones, The Beatles, Beach Boys incluso al mismísimo Bob Dylan.
Era el triunfo de la simpleza frente a la contundencia del rock, la sutileza del pop, o el compromiso de la canción protesta.
Pero precisamente por esa razón duró poco y se esfumó con la misma rapidez que llegó. Ahora ya sólo lo recordamos los nostálgicos de aquella época y los estudiosos musicales.
¿Qué tiene que ver entonces la yenka con Pedro Sánchez? Si vamos a la letra reflejada antes se tiene la respuesta. Indica y así se bailaba que se debe ir a la izquierda, la izquierda, para a continuación pasar a la derecha, derecha, lo que trae como consecuencia final un adelante y atrás.
¿Se parece la yenka a lo que el Presidente denomina “geometría variable”? ¿Que da igual con quien se pacta si se consigue sacar adelante las propuestas presentadas?
Todo indica que sí y coincide con ese pragmatismo peculiar made in Iván Redondo que ha ido imponiendo en los últimos tiempos. Un pragmatismo desideologizado que solo busca el fin sin importar los medios.
¿Puede ser eficaz al igual que lo fue la yenka que triunfó arrolladoramente? Parece que también, pero con el riesgo de que como aquella, ese triunfo dure poco y se difumine con el tiempo.
En este tiempo líquido que nos está tocando sufrir, hasta la izquierda se ha contagiado del culto a lo inmediato, a lo que en la vieja escuela se denominaba táctica, olvidando demasiadas veces la importancia de la estrategia.
La yenka frente al rock el pop, o el Jazz. Lo efímero facilón y eficaz antepuesto al largo plazo profundo y sedimentado, que resulta más difícil de conseguir y sobre todo mantener, pero que acaba siendo mucho más duradero.
Porque frente a la cultura de esa yenka del pasado existe mantener siempre la mirada en la izquierda, en el pacto con las fuerzas políticas y sociales de izquierdas que además son más numerosas, aunque el esfuerzo por acordar propuestas pueda resultar mayor.
Pedro Sánchez debería recordar lo que le pasó a la yenka, evitar los cánticos de sirena, las fuertes presiones que le llegan de los poderosos poderes fácticos de aquí y de allí y mantener a toda costa el bloque de izquierdas y progreso que le llevó a la Moncloa.
La yenka duró lo que podría durar un pacto con el PP, poco, con la sensación de traición que quedaría entre las bases que le auparon al poder, primero en el PSOE y después a la Presidencia del Gobierno.
Frente a la simpleza y volatilidad de la yenka, la fortaleza y contundencia de un rock eterno.
Pedro, no bailes la yenka, practica el rock and roll que te saldrá mucho mejor y durarás más.
Veremos...