Ya es claro para los conocimientos de la Psicología, que toda persona actúa en función a su percepción del exterior, lo que ese individuo llama “Su realidad”. Los mayores intelectuales del siglo XX ya lo han dejado claro, “No hay hechos, hay percepciones”. Porque cada persona, en función a sus valoraciones juzga lo que hay enfrente suyo y lo entiende a su manera, a veces, de forma estrictamente personal. Por eso es tan importante lo que haya en nuestra mente, y las creencias, esquemas, o formas de evaluar y juzgar esa realidad.
Una de las cadenas más importantes que debemos romper, para apreciar todo de forma mucho más clara, es que el sentimiento de territorialidad que mostramos todos los humanos, que en principio fue bueno porque en él obteníamos el alimento, la seguridad y la protección de las hembras para reproducirnos, hemos de constatar que ahora ya no sirve más que para enfrentarnos a muerte de forma absurda. Porque puede que el alimento lo obtengamos mejor comerciando con otros territorios, defendiéndonos con acuerdos comerciales y no con armas, o construyendo una familia con mujeres de cualquier nación, que simplemente desee engendrar hijos por el cariño mutuo. Es decir, debemos acabar de una vez por todas con el viejísimo Nacionalismo. Cáncer que hoy devora a todas las mentes brillantes que pueden contribuir a crear espacios de convivencia planetarios sin necesidad alguna de defender unos territorios para enfrentarlos a otros. Hemos de reconocer que esto es absurdo. Absurdo.
Cuando hoy, ya es una realidad incontestable, puedo en tres minutos hablar por videoconferencia visualizando a mi interlocutor, con los cinco continentes sin problema alguno, y puedo con esas llamadas telefónicas comprar o vender mercancías ¿Cómo es posible que unas personas quieran hablar de nacionalismos y enfrentar a unas personas contra las otras como si unos estados fuesen mejores que los otros?. Debemos ser conscientes que debemos salir de nuestro sentimiento pueblerino y abandonar de una vez por todas nuestro provincianismo.
Cuando precisamente Repsol necesita extraer petróleo donde exista, y venderlo en las ciudades donde se consume, y trasportarlo por el planeta entero. Y que Appel necesita comprar el litio donde se produzca, y vender los teléfonos en todos los estados sin exclusión alguna, o que Microsoft o Coca-cola manejen más recursos que más del 50% de los estados del planeta, ¿Cómo es posible que unos seres humanos quieran decir en medio del desierto o de la selva, o de las praderas Americanas, “Hasta aquí llega esta frontera y hasta allí la otra”?.
Esa cadena –que es grande- ha de ser rota por completo. Hemos de lograr que la empresa que mejor lo haga, la que mejor calidad ofrezca y que sus servicios sean los más competitivos, sea la que venda y compre con respeto a las leyes generales.
La segunda cadena que debe ser destruida es la que oprime las mentes al hacer creer que unos grupos sociales son mejores que los otros. Las culturas y civilizaciones, todas, nacieron se expandieron, y también todas desaparecieron. Los estados se crearon, se disgregaron y fueron absorbidos. Lo que siempre ha quedado han sido los miembros de la Especie Humana con nuevas ilusiones para crear otros estados y hacer crecer otras culturas. La conclusión es que no fueron las religiones e ideologías, sino la redacción y aplicación de leyes justas para todos lo que trajo la convivencia y la alegría de pertenecer a una comunidad.
Por eso el primer gran conocimiento que nos traerá esta III Guerra Mundial es que somos una única Especie, que debe de dejarse de nacionalismos, culturas, creencias o costumbres civilizatorias, y darse cuenta que todos queremos sobrevivir, convivir y que nos quieran un poquito. Que nos dejen participar para tratar de aportar lo que valemos, y que queremos tener una familia, alimentarla y formarla para el futuro. Nada más, y nada menos.
El segundo gran conocimiento es que solo conviviendo, colaborando y cooperando entre todos, con leyes que favorezcan el equilibrio entre todos nosotros, podremos afrontar las calamidades de este mundo y resolver los problemas generales que nos agobian a todos: alimentarnos equilibradamente, sentirnos seguros y buscar cauces de participación. Lo demás son cuentos para el enfrentamiento.
El tercer gran conocimiento es que, como Especie única que somos, debemos ser conscientes de ello, defenderla, hacer que progrese obteniendo el máximo conocimiento de la naturaleza que nos ha creado, y tratar de expandir dicha especie hasta las máximos confines que podamos.
Solo si conseguimos entre todos colonizar planetas exteriores al nuestro y dominar otros espacios con menos oxígeno, o incluso sin agua, podremos sentirnos orgullosos de ser realmente creativos y trascendentes. Lo mismo que nuestros antepasados consiguieron dominar los desiertos o los espacios helados.
Hemos de ser conscientes que solo organizándonos para crecer y multiplicarnos en equilibrio cumpliremos todos los libros sagrados que se hayan escrito. Pero mejor aún, con ello demostraremos que hemos entendido a nuestra madre Naturaleza, a la de todos, que nos ordena simplemente: “Que sobreviva la Especie, y que llegue hasta donde sus más amplios y completos sueños la proyecten”.
Sobre el autor
Carlos González-Teijón es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, y de reciente aparición El Sistema, de editorial Elisa.