Nuestro marino esta mañana estaba visiblemente molesto, acababa de escuchar las declaraciones de Gabriel Rufián, el portavoz de ERC en el Parlamento.
—A este mequetrefe independentista —dice el marino—, le pasa como al maestro Ciruela «que no sabía leer y puso escuela». Ahora no sólo preconiza la independencia republicana para Cataluña, sino que nos quiere dar lecciones de economía. El argumento no puede ser más simplista y torticero, pero que automáticamente ha sido aplaudido por el gobierno. A partir de ahí —sin necesidad de vestirse con la túnica de los Hare Krisna— se va repitiendo el mantra, del que se hacen eco los medios de comunicación generosamente lubricados, y todos los corifeos y paniguados, hasta que empiece a calar en la sociedad y se convierta en una verdad incuestionable. A partir de ahí, situarlo entre las necesidades y medidas urgentes hay un paso ¡Vaya modelo de gestión pública!
La profesora, que estaba dando cuenta a su tostada, comenta:
—Resulta chusco que los que están exigiendo -sin rubor alguno- romper el orden constitucional, mientras están estrujando al máximo al resto de los españoles y haciendo gala de una gestión despilfarradora y más que cuestionable que ha desembocado en un endeudamiento vergonzoso, ahora quieran imponer el cuadro fiscal para el resto. Encima su argumento es que la Comunidad de Madrid está creando un «dumping y un paraíso fiscal de facto». El tema de los impuestos siempre es un tema técnico, sujeto a interpretaciones que además van unidas a concepciones ideológicas del Estado, esto nos llevaría a analizar diferentes teorías y corrientes económicas.
Aunque, hasta ahora, lo que pensaba es que quienes tienen un trato de favor, lo que realmente crea una injusticia y marca las desigualdades más vergonzantes, era el concierto vasco y navarro que provienen de épocas pretéritas que no se parecen en nada a la situación actual. Otro argumento sorprendente es que las empresas pagan menos, cuando el Impuesto de Sociedades es estatal, Además, ninguna autonomía tiene capacidad para marcar los tipos impositivos, sino que tienen la libertad de aplicar reducciones sobre el tramo que le corresponde a la autonomía.
Parece que el problema es recaudar más, no el de gestionar mejor, no el de evitar gastos innecesarios y duplicidades, no el eliminar dispendios ideológicos y adoctrinadores. Realmente lo están consiguiendo, estamos en una «nueva normalidad», todo es anormal, todo es raro, pero el empeño es convertirlo en normal.
—Querida amiga no intentes razonar —comenta el marino—, y mucho menos dar argumentos técnicos, porque en estos momentos estamos en el mundo de la propaganda y el relato. Aunque esta falacia parte de algunas premisas básicas que se están intentando desvirtuar; la primera y más importante, es el excesivo afán recaudatorio ¿Hasta que punto, hasta llegar a ser expropiatorio? Eso es altamente injusto y consigue el efecto contrario. Mientras nadie se replantea eliminar grasa del sistema, nadie habla de ajustes, de modernizar y de concentrar el esfuerzo y la economía en aquellas cosas que realmente son importantes y generadoras de valor. No, lo que vemos son subidas de sueldos a políticos, duplicar ministerios, incrementar cargos públicos y asesores; pero nos lo venden como social y progresista. No sabía que el progreso era el endeudamiento y el paro. Aunque ellos si progresan ¿Cuándo podíamos esperar que un empleado de una ETT (Empresa de empleo temporal) marcase las exigencias para aprobar los presupuestos del estado?
Interviene la profesora:
—Lo vergonzoso, lo aberrante es que en lugar de primar el ahorro y una gestión eficiente estemos en este escenario. Los ejemplos abundan, en estos días también estamos viendo que el SEPE (Servicio Público de Empleo), el organismo que debe gestionar los ERTE y el resto de las prestaciones laborales cuenta con unos equipos informáticos con una antigüedad media de 30 años. El resultado a corto plazo ha sido ralentizar la tramitación de decenas de miles de expedientes desde que comenzó la pandemia, con un tremendo caos con innumerables irregularidades.
Este ejemplo deja en evidencia algunos aspectos que no se quieren abordar, como es la urgente necesidad de modernizar la Administración Pública. En la era de la inteligencia artificial no se puede llenar oficinas de funcionarios para hacer tareas que se pueden resolver informáticamente. Un despropósito que pone de manifiesto que los objetivos son otros y que falta valor para acometer reformas y tomar las medidas oportunas. Es más fácil abonar el clientelismo, vender propaganda y mantras buenistas, pero no transformar la sociedad.
El marino, la miraba atónito, parece que la profesora tenía muchas cosas que decir. Era el momento de introducir una nota sarcástica y de humor.
—Habrá que resucitar a Robin de Locksley de los bosques de Sherwood, porque los «defensores» de los pobres y oprimidos que tenemos en nuestro país más parecen a los recaudadores de impuestos que vivían en Nottingham ¿Quién nos va a defender?
Entre risas, nuestros amigos, pagan la cuenta y salen corriendo, no sea que aparezcan los celadores del toque de queda. Nueva normalidad, no parece, pero está claro que vivimos una realidad muy diferente.
jorgemolina0212 @gmail.com