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OPINIÓN

Reflexiones de un basurero en Alemania

Un español en Alemania (85)

Jose Mateos Mariscal | Sábado 06 de marzo de 2021
Ninguno de los emigrantes viajó hasta Alemania por placer o por gusto. Ninguno lo hizo para pasar unas vacaciones. Todos los emigrantes llegaron a Alemania por necesidad, obligadas por la situación política, social y económica de su países de origen.

Muchos nos sentimos expulsados. En Alemania nos sentimos ninguneados, como si el trabajo que realizamos no valiera nada, como si fueramos menos que nadie. Ninguno imaginaba, que iba a pasar por situaciones vejatorias, en ocasiones, de maltrato, en este “país del primer mundo”, como en algún momento definen Alemania. Todos aceptaron las condiciones laborales que les pusieron encima de la mesa, a pesar de que, más veces que menos, esas condiciones no las reconocemos –ni reconocen– nuestra dignidad como personas, como seres humanos. Porque ninguno, ninguno de nosotros, queríamos dejar de enviar dinero a nuestra familia. Y porque a veces hay que recordar lo obvio: todos tenemos que comer.

“Siempre hemos sido pobres, pero la pandemia nos ha dejado sin nada”. “Nosotros los migrantes no tenemos miedo a morir. De lo que tenemos miedo es de ser aún más pobres”.

En Alemania exigimos que la ley se revise porque estamos obligados a trabajar en el trabajo sumergido, valga la redundancia, y estamos expuestos a abusos, maltratos, porque a un migrante se le permite regularizar su situación a los tres años mediante un arraigo social. Imagina, el tópico mas tópico, una persona tres años en Alemania no va a vivir de ayudas. “Esos son mitos, bulos, no tenemos derecho a nada porque no tenemos papeles”, serán otro tipo de migrantes y en otras circunstancias. Uno se ve obligado a trabajar como sea y donde sea. Muchos, amontonados en pisos, en habitaciones, en condiciones increíbles.

Muchas veces la gente es engañada, los hombres van a las obras, los despiden y encima los denuncian. Te sientes intimidado entonces, al no tener nosotros ese amparo de la Ley de Extranjería.

Pero no olvido lo que he pasado en Alemania: el hambre, la necesidad, el frío y esa especie de impuesto revolucionario que tenemos que pagar por ser migrante. El racismo. Hombre de otro país con pelo negro, cuando vienes de tu país de pagar otros tantos sufrimientos en mi caso desahucios tras desahucio .

La constante sensación de haber perdido estabilidad y el control de la vida por no poder cubrir las necesidades básicas, la ruptura familiar y la xenofobia ha hecho más propensos a los migrantes latinos a desarrollar enfermedades mentales como ansiedad, depresión, tristeza e ira.

“La atención en salud mental de los migrantes latinos debe ser una prioridad dentro de la agenda sanitaria pública del gobierno alemán, pero desafortunadamente continúa invisible y sin reacción dentro de la emergencia humanitaria por la covid -19”. Así lo revela el estudio Desigualdades en salud de la población migrante latina en Alemania realizado por Profamilia, con apoyo de la Oficina de Asistencia de Desastres Extranjeros.

Otra vez vuelven a decirme: "Qué suerte tienes de vivir en el extranjero".

Por favor, no me llamen más afortunado de vivir donde vivo o de haber vivido lo que he vivido. Nunca le digas a un migrante que "tuvo suerte porque le fue bien".

¿Suerte? La suerte es cuando te toca la lotería.

El resto es tener las pelotas y tener una visión. Es planificar, organizar, pensar, ahorrar (cuando sea posible) y reorganizarlo nuevamente. Es llegar a tu país elegido y darte cuenta de que nadie te conoce y que a nadie le importa quién diablos eras y quién eres. ¡Tienes que demostrarlo! Es un insulto decirle a alguien que lo hizo bien porque tuvo "suerte".

La suerte se crea. Haces cualquier trabajo y progreso, como suele ocurrir en un país bastante estable. Después de tantos años empiezas de nuevo y tienes que hacerlo en serio. Tienes que llegar, establecerte, hacer amigos, aprender el idioma y la cultura.

Es apretar los dientes por no tener a su familia a su lado, perderse muchos eventos familiares en su país de origen. Es perder a un ser querido a distancia y no tener la oportunidad de estar ahí. Pero también es elegir tu propio destino.

Debes tener coraje. Puede sonar duro, impactante, pero déjame decirte que emigrar no es para todos. Se necesita cierta locura, cierto apego a la aventura y desapego de lo habitual y coraje para afrontar lo desconocido. Hambre de aprender, conocer y progresar. Mucho coraje, coraje y esfuerzo.

Yo no tengo a nadie en este país que me acoja si me quedo sin nada. Y eso nos hace más vulnerables

A las queridas personas que han tenido mi misma "suerte", brindo por su valentía.

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