Jesús Antonio Fernández Olmedo | Jueves 05 de agosto de 2021
El trabajo sexual, si no es reconocido como tal en la mayoría de los estados del planeta, es realmente precarizado aún más hoy con la pandemia.
La inexistencia de un marco legal se presta a todo tipo de abusos en este área.
No podemos mirar para otro lado, se trata pues del más antiguo del mundo.
En muchos lugares están sometidas a detenciones arbitrarias, abusos, a tratos inhumanos y degradantes.
¿Cómo seguimos en el XXI todavía tan hipócritas? ¿Qué nos pasa? ¿Por qué nos gusta tirar la primera piedra
si no somos quien ni tenemos categoría ninguno de nosotros para ello?
Hoy, algunas de ellas, se comienzan a organizar en herramientas sindicales pero estamos muy lejos de generar un cambio de situación.
La policía en su caso jugó durante muchos años de agente de mercado.
A nadie se le escapa que estas personas están en el ojo más bajo de la moral y de la criminalización.
Paradójicamente estamos viviendo en una sociedad donde la moral ya no existe ni tampoco la fidelidad, así
como una enorme cantidad de valores se han convertido en cero.
Aceptar que existen como gremio y darle su espacio en la sociedad significa superar unos perjuicios y convertir a las trabajadoras sexuales en un sujeto político existente en nuestra sociedad.
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