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OPINIÓN

En defensa de Occidente (XXV)

Carlos González | Domingo 31 de julio de 2022
Si nuestros Conocimientos técnicos, científicos, de los conflictos, son ciertos, estos nos demuestran que cuando un grupo social se siente poderoso, y comienza a recibir continuadas derrotas, siempre surgen las claras disensiones internas, la aparición de pequeños sub-liderazgos menores que proclaman la conveniencia de otra política, y aparece, continuamente, la desmoralización de las propias huestes. No conocemos ni un solo Club de fútbol o baloncesto que después de constantes derrotas no cesen al entrenador, o quieran incorporar nuevos y mejores jugadores.

Nuestra cuarta acción táctica consiste -parece que esta aún no se nota mucho, pero paciencia, llegará irremisiblemente- en provocar en el otro equipo, ante el encierro en el área y ver la portería contraria lejanísima, la fehaciente desmoralización, desmoronamiento, y disensión interna contra su propia táctica, contra el entrenador y órdenes del equipo técnico, y cuestionamiento serio de la viabilidad de su Club en esta potente liga.

Ya está cerca, veremos como pronto -ya hay signos, lo observamos en su día con la periodista que se jugó la vida con el cartel contra la guerra en el telediario, y hace varios días un diplomático ruso destinado en un organismo internacional desertó y declaró públicamente ¡Que se sentía avergonzado de ser Ruso por esta invasión de Ucrania!- como surgen claras manifestaciones internas de todo tipo contra la postura oficial del gobierno Ruso. Bien es cierto que nosotros debemos continuar con nuestro cinturón de hierro en su área y metiendo todos los goles que podamos. No podemos, y menos ahora, levantar el pie del acelerador para aislar al máximo a Rusia y sus, ¿Aliados?

También el conocimiento probado de los conflictos nos demuestra que necesitaríamos un potentísimo ordenador que manejase billones de variables, para determinar como evolucionará o terminará esta confrontación, por ello no se puede saber si esas primeras disensiones serán de otros miembros del gobierno, bien situados y con cabeza y prudencia, o de revoluciones de muy abajo. Pero lo que sí sabemos es que solo puede surgir, únicamente, de cuatro puntos cardinales. Nada más. Son:

  • El Norte. De un grupo poderoso de oligarcas, con cierto sentido común, que aliados con parte del primer nivel del gobierno y con todo el segundo nivel, deciden destituir a veinte o treinta personas nada más, el primero, Putin, claro, y dar un pequeñísimo golpe de estado en la misma cumbre.
  • Del este. Tal como ya ha sucedido en su historia, decisión de la cúpula del ejército, que viendo las atrocidades a las que les somete, las que les obligan a cometer, y más importante, el temor a ser arrasados sin sentido, para defender el dinero de cien o doscientos oligarcas, deciden dar un verdadero golpe de estado y tomar el poder con sus carros. Esto siempre lo han hecho muy bien en otros estados.
  • Del oeste. Dada su tradición parece menos posible, pero ya han evolucionado mucho en la información internacional, y, aunque sea en apariencia, manejan partidos políticos. Consistiría la disensión en que uno o varios partidos políticos de fuera del actual gobierno, tal como hizo en su día Borís Yeltsin, adopten un acuerdo institucional, y provoquen en medios de comunicación, en grandes organizaciones patronales y sindicales y en los terceros niveles de la jerarquía administrativa, una declaración de ¡Basta! Y ante ese colapso el gobierno se vea obligado a dimitir, o, en su caso, parar la guerra.
  • Y del Sur. Que la población Rusa, ante la carestía de la vida, que se hará casi imposible y con claros síntomas de hambrunas. Ante la pérdida de los miles de jóvenes en los campos de batalla sin sentido, y al aceptar claramente lo que se les viene encima, surjan manifestaciones espontáneas en esta o aquella ciudad. En este caso Rusia es muy grande y extensa, lo que la hace fuerte, pero ahora esas bastas tierras hacen muy débil a su gobierno. Este no puede hoy matar a cincuenta manifestantes en esta ciudad, mañana a cien a dos mil kilómetros, y pasado a doscientos a cinco mil kilómetros. La declaración de “Independencia” de decenas de gobernadores se produciría sin cesar ante el clarísimo “Kaos” en el que estaría inmersa toda la sociedad Rusa. Sin olvidar que también sabemos que en esos casos aparecen las declaraciones de independencias reales de los cientos de etnias y pequeñas naciones que fueron dominadas y, en la práctica viven sometidas en Rusia: Osetios, Abjazos, Uzbecos, Chechenos, Kazajos... Hasta puede que nos riamos viendo lo que haría la propia… Bielorusia

Algo de lo que no hemos hablado, pero que ha de quedar claro, es que tal como ya han diseñado nuestros muy buenos estrategas, lo que jamás debemos hacer, salvo que nos obligue expresamente la misma Rusia a hacerlo, es entrar en confrontación directa con ellos. Eso provocaría que toda la población Rusa y sus allegados se viesen obligados a defender a su gobierno y a su ejército hasta la muerte aunque vean que no tienen razón. Lo que debemos provocar es que sean los mismos Rusos lo que detengan, juzguen y cuelguen a Putin y su gobierno, hasta el nivel que ellos crean conveniente. Y que después, con un nuevo gobierno legítimo, se presenten ante las Naciones Unidas para negociar su estatus.

Nosotros solo debemos encerrarles en el área lo indecible, hasta que ellos decidan despedir al entrenador y contratar refuerzos para su plantilla.

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