La muerte de Santiago Carrillo, no por muerte violenta, no por el fuego de algún hijo, nieto, de los que descansan en Paracuellos, sino por pura vejez, demuestran hasta qué punto la sociedad olvida, perdona, o mira para otro lado.
No tengo edad para conocer personalmente las atrocidades que les adjudicaban en tiempos de Franco. Sólo recuerdo que como periodista, hace muchos años, mientras ejercía de jefe de jóvenes reporteros en un periódico de distribución nacional, cayó en mis manos un folio, una fotocopia, donde un firmante que se decía El Estudiante contaba su experiencia junto a Santiago Carrillo durante la guerra civil. Contaba detalles de su vivencia con el nuevo secretario general del PC, que ofrecía cierta sospecha de credibilidad.
Tardé casi un mes en dar con el autor, al que localicé en Aranjuez. Admitió haber distribuido dicho panfleto y me contó, con pelos y señales su experiencia cuando tenía catorce años, como pinche, ayudante o acompañante de Santiago Carrillo. Vio personalmente como torturaban curas y monjas en la Checa de Fomento. Nombró personas y hechos y, lo que más me impresionó, es que me acompañó a la carretera donde el propio Carrillo remató al Duque de Veragua, ordenando a su chófer que le cortara el dedo al cadáver para quedarse con el grueso anillo que portaba.
Luego le llevé al cementerio y el hombretón se echó a llorar como un niño abrazando las cruces en Paracuellos, recordando como eran fusilados cientos de inocentes... Aquello no era fingido. Era el drama de quien lo había vivido en primera persona.
La historia se publicó el mismo día que Manuel Fraga Iribarne presentaba en sociedad a Santiago Carrillo en el prestigioso Club Siglo XXI, ante cientos de personalidades de la vida social y política española.
Aquella información, contrastada con expertos de la Causa General, no fue desmentida. No se presentaron cargos por publicar dicho reportaje. Quizá sospechaban que podría haber segunda parte...
Recientemente por casualidad encontré el reportaje en internet, a través de Google, publicado en el diario Ya por una señora que se molestó en reproducirlo.
He coincidido muchas veces con Carrillo, como periodista. Personalmente lo recuerdo, chulo, fumando un cigarro en el congreso mientras Tejero mandaba a todos que se tiraran al suelo. Carrillo se quedó sentado, firme, sin miedo. Aquello no le asustó como a los demás.
Descanse en paz.