Joaquín ABAD | Viernes 07 de noviembre de 2014
Los diez mil euros que ha pagado el Senado para que Juan Antonio Monago visite a su novia en Canarias si es el chocolate del loro. Pero el problema es que no sólo el presidente de Extremadura utiliza el gratis total que concede el Estado a sus parlamentarios para que viajen a donde sea, gasten lo que sea y no tengan necesidad de justificar. Son miles los chocolates que se meriendan los miles de loros de todos los parlamentos y demás cargos a costa del contribuyente.
Porque mientras el contribuyente hace números para llegar a fin de mes, y paga sus impuestos, su 21% de IVA, su parte de la Seguridad Social, su declaración anual a la hacienda pública, nuestros loros, nuestros políticos parecen insaciables a la hora de comer chocolate.
Entre el tanto por ciento que las empresas pagan en sobornos a nuestros políticos y los chocolates, nuestros loros nos están saliendo pelín caros. Porque aparte de los senadores, congresistas, parlamentarios regionales, alcaldes, concejales... pues qué quiere que les diga, que se necesita mucho chocolate para contentar a semejante tropa. Muchos de ellos con despacho, secretaria, coche, chófer, escolta, como el alcalde un mi anterior pueblo, un municipio de apenas seis mil habitantes. Pero con un Audi último modelo aparcado a la puerta del consistorio y un municipal, vestido de paisano, para hacer de chófer.
Y es que en esta España reinventada por los socialistas tras arrasar el 28-O, en el siglo pasado, lo primero que hicieron fue ponerse sueldos dignos, cargos remunerados en puestos que antes sólo eran honoríficos. La mayoría cambió de coche, de casa y de esposa. Pasó de un pisito de noventa metros a un chalé que la constructora de turno le facilitaba a precio de ganga... Del utilitario al Audi de luxe, claro. Y por supuesto, la primera secretaria que le hacía ojitos, si estaba de buen ver, la cambiaba por su esposa de toda la vida. ¿Verdad que sí? ¿Empezamos a poner nombres a los miles de ejemplos?
Y eso lo he vivido en Andalucía, en Canarias, en Madrid y en todas las regiones que me ha tocado investigar. Y si no, como ejemplo, basta el caso de don Jordi Pujol y sus hijos... O el caso de Juan Guerra y sus cafelitos. Fue su despechada ex-esposa quien tiró de la manta.
Pues va siendo hora de que alguien acabe con tanto chocolate. Tanto viaje a Canarias pagado por el Senado. Alguien que acabe con tanto privilegiado. Y que reduzca el número de loros, porque nos salen caros, oiga.