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OPINIÓN

En memoria de mi… padre

Israel Rabinowicz | Viernes 01 de febrero de 2019
Uno de los premios mayores de la lotería de España hizo que mi memoria retrocediera un poco más de 60 años llevándome a la ciudad de Córdoba, Argentina.

Allí mi padre, León, Leibl, Don Frido todos sinónimos según sea quién lo llamara, vendía billetes de lotería en su parada fija en la vereda, en la acera en la primera cuadra de la calle Sarmiento, allí mismo estaban los locales de venta mayorista de loterías del mayor distribuidor, Rubín, conozco que con uno de ellos, Moisés, mantenía una muy amigable relación.

Vivíamos muy cerca, en la calle Rioja 68 como porteros encargados de la limpieza del Colegio Israelita General San Martín, como parte del trabajo recibieron 2 habitaciones que cuando llovía había que correr camas y otros enceres, pero para ellos eran mucho más que habitaciones de un hotel 5 estrellas.

Se levantaba aproximadamente a las 3 de la mañana porque debía llegar hasta donde funcionaba el Mercado de Abasto en donde tenía muchos clientes de números fijos, regresaba a desayunar y salía nuevamente a su parada regular, allí siempre se lo podía encontrar, un personaje insólito que con una mano exponía los números de lotería que ofrecía, en la otra un libro que aprovechaba para leer, el idioma era lo de menos, hebreo, idish, alemán, ruso, polaco, una envidiable cultura.

Un día, parece ser que ya no pudo más porque hasta ése momento lo mantuvo en total secreto, me cuenta que un cliente de muchos años, un muy conocido hombre de negocios de Córdoba, semanalmente le adquiría un entero de un número fijo, el que siempre retiraba y pagaba, nunca con él tuvo problemas, lo retiraba y pagaba aunque el sorteo ya se hubiera realizado, mi padre siempre se lo guardaba.

Una vez lo retiró pero no lo pagó, se comprometió hacerlo la siguiente semana, lo que tampoco sucedió, lo retiraba sin pagar, mi padre hombre de palabra y conducta nunca imaginó que la situación se convertiría en inmanejable, un día le comunicó que económicamente no estaba en condiciones de mantener la situación sin cobrar por lo que le anticipó que debía dejar de mantenerle el número.

Con gran preocupación, pide que no se lo mencione a mi mamá, la famosa Doña Frida, me cuenta lo que ése conocido empresario, para ésta nota simplemente lo llamaremos RR, le debe una cifra para él inmanejable, que le produce un gravísimo problema. Inmediatamente tomé la decisión de ir hasta su domicilio, una lujosa casa en un residencial barrio cordobés, fueron decenas de veces en donde las falsas promesas, las mentiras y luego las negaciones en recibirme hicieron que aconsejara a mi padre, pese a los problemas que el tema le ocasionaba, dar vuelta la hoja y olvidarlo.

Años después la casualidad hizo que me cruzara con uno de sus hijos, también fuerte hombre de negocios, cuando le conté la historia me sorprendió la franqueza al decir que la conocía, pero que él no intervenía en las cosas de su padre…

Es el mismo número fijo que mi padre reservaba el que salió con uno de los premios mayores en España lo que hizo que recordara ésta historia.

Mi padre siguió con sus libros y su inmensa cultura, no fue empresario ni hombre de negocios, simpleza, bondad, generosidad e inteligencia, todo en uno. Vaya éste homenaje.

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