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OPINIÓN

El estado del estado (V): Nueva explotación agrícola

Carlos González | Sábado 14 de diciembre de 2019
A redactor del informe sobre nuestro mundo, le atrajo el estudio sobre la explotación de nuestros recursos naturales. Debía analizar en profundidad, tal como se dieron en la historia y se explican en las facultades de economía, los distintos sectores que conforman los niveles de producción de una economía organizada.

Al comenzar por la agricultura, no pudo por menos que experimentar una enorme sorpresa y gran decepción. ¿Cómo es posible que hayamos desarrollado tanto otros sistemas productivos, y la agricultura, tan importante tanto en este mundo como en el suyo para no solo la obtención de la comida más sana, sino la influencia en la limpieza de los campos, la prevención de incendios, la belleza del paisaje bien cultivado, el turismo rural, y tantas otras facetas, no se haya producido un gran avance, y en términos generales se siga produciendo en muchas partes de España casi como se hacía hace doscientos o trescientos años. Es decir, son las familias más pobres y menos formadas las que lo hacen. Y en pequeñas explotaciones familiares. Es como si la minería la ejerciesen pequeñas familias con simples picos y palas y el producto de vendiese en los pueblos al primero que llegara.

Le extrañó mucho el que la propiedad de la tierra sea en términos legales igual que en el imperio Romano del que aprendimos esas leyes. El dueño puede explotar la finca o no, con los métodos y productos agrícolas que crea conveniente. Se dedican los menos capacitados en todos los órdenes, o aquellos que no han podido emigrar a las ciudades buscando una vida mejor. No hay la más mínima influencia de los grandes municipios o de las propias comunidades autónomas enfocando, motivando, o si llega el caso, imponiendo a los agricultores que tipo de cultivo conviene a la zona, o las necesidades de la población, o la orientación fiscal o de PIB. Nada, una total anarquía.

Se preguntaba sobre el hecho de que no se haya producido una revolución empresarial. En la misma vega de Granada y su largo entorno, decía Yony, si estuviesen más desarrollados y mejor formados, que fácil sería que empresas grandes modernas recogiesen en furgonetas cada mañana en cualquier plaza de la misma Granada a sus trabajadores, estos estarían tecnificados y bien formados y les trasladasen a los centros de trabajo en grandes explotaciones bien tecnificadas, incluso hasta El Padúl o Dúrcal. Allí estos trabajadores dispondrían de una jornada de ocho horas como cualquier trabajador, sus hijos irían a un buen colegio en la propia Granada, con grandes centros comerciales, deportivos, culturales y de ocio. De esta forma muchos trabajadores con buenas carreras técnicas agrícolas y dirigidos por ingenieros agrónomos, con herramientas modernas que a veces requieren de mucho capital y trabajando grandes extensiones para que puedan ser amortizadas, podrían explotar grandes fincas con enormes rendimientos. Con estudios profundos de productos, técnicas de explotación, buenos comerciales que ya tendrían colocada la producción, con asunción de riesgos por compañías de seguros, etc, etc, etc.

Y no como sucede en la actualidad, en la que con personas que explotan pequeñas tierras, sin formación alguna. Sin dirección de ingenieros. Con una vida mísera en la que sus hijos recorren veinte y treinta kilómetros por la mañana y los mismos por la tarde para ir a un colegio mediano, y el centro de salud puede que esté a sesenta o más Kilómetros.

No estaba pensando en grandes reformas de futuro, sino en lo que ya lleva muchos decenios realizándose en la industria o los servicios: Buenas direcciones empresariales, acumulación de capital y gran financiación, formación universitaria de casi todos sus cuadros, técnicas de calidad, de ventas, de almacenamiento y distribución. En fin.

Realizado lo anterior se produciría casi a pedido, con precios rentables, con masas salariales medidas. Múltiples aprovechamientos de sinergias y sobre todo, la sensación de las personas al dedicarse a esta actividad de que realizaban un trabajo apreciado, valorado, técnico, y que sus hijos podrían formarse y desarrollarse como cualquier otro en una ciudad media, gozando de todas las ventajas deportivas, culturales y de ocio.

En su informe redactaría lo atrasados que estamos en este asunto no ya respecto a su mundo y sus valores, sino en relación a otros desarrollos empresariales que se dan ya con bastante experiencia contrastada en todos los demás campos de producción de bienes y servicios.

No le quedó más remedio que reflexionar acerca de cuánto nos queda por mejorar.

Sobre el autor

Carlos Gonzàlez-Teijòn es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, El Sistema, y de reciente aparición Psicología de virtudes y pecados, de editorial, Letras de autor.

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