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OPINIÓN

La vida te lleva por caminos raros

José Luis Úriz Iglesias | Viernes 14 de febrero de 2020
Empecé a imaginar este artículo escuchando la brutal canción de Quique González “La vida te lleva por caminos raros”, una nueva versión del éxito de Diego Vasallo.

Comienza con esta estrofa:

“La vida te lleva por caminos raros,
por la esquina más perdida de los mapas,
por canciones que tú nunca has cantado.
La vida te lleva por caminos raros.”

Observar el mundo actual lleva a esa conclusión. Observar la peligrosa situación a la que nos lleva la deriva de un loco como Donald Trump, que gobierna con mano de hierro el país más poderoso del planeta, EE.UU., cuando todo señala que tiene prácticamente segura su reelección, indica que la vida nos lleva por caminos raros.

Caminos raros son los que se recorren Siria, Afganistán, Iraq, países en los que parece que nunca llegará la ansiada paz, donde sus ciudades y pueblos se siguen llenando de cadáveres.

O el silencio cómplice sobre un Mediterráneo en el que no caben ya más cadáveres de gentes que huyen del horror. De ese horror que ya adivinaba el Coronel Kurtz en “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, posteriormente hecha película de culto con Apocalypse Now.

Caminos raros recorren Palestina que llora y se estremece ante un enésimo plan de paz, esta vez diseñado a la medida de Israel por el “primo de Zumosol” Donald Trump. O el olvidado conflicto del Sahara que parece ya no preocupa a casi nadie.

Ver esas situaciones confortablemente desde nuestra occidental casa llena de comodidades genera sensaciones contradictorias. Uno se siente avergonzado, falso e hipócrita mientras a la misma hora que se escribe etas líneas allí están al límite de lo tolerable, incluso superando ese límite.

¿Qué se puede hacer para evitarlo? Dese luego denunciarlo. ¿Resulta eso suficiente? Indudablemente no, porque corres el peligro de que te conduzca a un estado de depresión y melancolía estéril.

Caminos raros que recorre la vieja Europa, la que parecía vacunada contra los extremismos después de lo ocurrido en la II Guerra Mundial y que de nuevo en su corazón de las tinieblas, en Austria, Hungría o Alemania, nos sobrecoge con su recuerdo, alcanzando ahora de lleno también a Francia, Italia y España.

Los mismos caminos raros por los que transita la política británica ahora que ya el Brexit resulta definitivo.

Un país dirigido teóricamente por Boris Johnson, una copia barata de Trump, pero con el poder decisorio en manos de un gurú como Dominic Cummings artífice real del triunfo del Brexit.

Que el mundo esté dirigido en realidad no por los políticos de turno, sino por los nuevos Rasputín exentos de ideología, adoradores del triunfo y el poder absoluto, debería hacernos estremecer.

Así Cummings, Bannon, Redondo, Gentili y probablemente en Rusia o China otros cuyos nombres aún desconocemos, son los que llevan las riendas, a salvo del desgate que produce la primera línea de la política.

La vida lleva por caminos raros también en nuestro país. Lo demuestra escuchar barbaridades como las pronunciadas recientemente por la alcaldesa de Vic, Anna Erra, que indican la deriva de una parte del independentismo catalán hacia posiciones racistas, xenófobas y supremacistas intolerables.

Igual de raros que resultan los caminos de una política líquida, en la que se incumplen principios básicos hasta hace unos años intocables. Porque hasta ahora cuando un gobierno aseguraba la aprobación de sus presupuestos y por tanto su estabilidad, invalidaba la posibilidad de convocar elecciones anticipadas. Pues ahora de manera partidista se quiebra ese principio en Galicia, Euskadi y Catalunya.

Caminos raros transitamos cuando las gentes de izquierdas mienten sin ninguna repercusión, al menos ética. La reciente controversia con el ministro Ábalos y su supuesta entrevista con la vice presidenta de Venezuela, no debería venir por el hecho en sí, sino porque en un acto irresponsable éste en un inicio la negó y la mentira debería estar erradicada de la praxis política de la izquierda.

Como conclusión cabe asegurar que en este inicio de un complejo 2020 el mundo camina hacia su deriva por caminos raros, algunos como el de las agresiones al planeta parecen autodestructivos.

En una constatación constante de la “insoportable levedad del ser” de Kundera, al enfrentarnos con peligros nuevos que lo demuestran.

Que un ser minúsculo como el coronavirus aterrorice a toda la humanidad, incidiendo en el crecimiento económico, o en la realización de eventos resulta una demostración cruel de esa levedad.

Pero la pregunta es, ¿hacia dónde nos llevan estos caminos raros? ¿Podremos cambiar su rumbo hacia otros más seguros?

Eso da para otro artículo.

Veremos…


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