(Foto: Twitter).
Dice el dicho popular que a menudo “el árbol no nos deja ver el bosque”.
José Luis Úriz Iglesias | Lunes 18 de mayo de 2020
Le viene perfecto a la situación actual, en la que en lugar de preocuparnos por el coronavirus (ahora denominado, cosas de la ciencia, SARS-Cov 2), o de escuchar a los que saben, científicos, virólogos, expertos y responsables de UCI, urgencias, o SAMU, estamos entretenidos con las peleas de si fase 1, 2, o 22, con la resurrección de la extrema derecha, o con la pelea de los sectores económicos y los que están deseando de juerga para que esto acabe antes de tiempo.
Es como si volviendo al título de este artículo, todas las alarmas sonaran avisando de la llegada de un gran tsunami y nosotros estuviéramos disfrutando de un día soleado en la playa, bañándonos, tomando el sol, o jugando irresponsablemente con nuestros chavales (eso sí, sin mascarilla ni medidas de distancia).
Eso recordaba la emotiva entrevista a un médico de prestigio del Servicio de Asistencia Médica de Urgencias infectado de COVID-19, Salvador Espinosa, que después de casi 50 días de lucha contra el monstruo aseguraba de manera contundente; “esta enfermedad es muy jodida, tomároslo muy en serio”, haciendo alusión a las imágenes que diariamente uno ve por las calles.
Esta entrevista debería ser de obligatoria visión para los 44 millones de ciudadanos españoles, me da igual que se sientan así, vascos, gallegos o catalanes, que así nos va.
Creo, escuchando a TODOS los expertos de diferentes áreas, que el gobierno ha pecado de “buenista” confiando en la sensatez y responsabilidad de la gente a la hora del desconfinamiento (vaya palabreja), intentando proteger erróneamente el sacrosanto concepto de la libertad, de expresión, de reunión, de movimiento, sin tener en cuenta el enemigo que tenemos enfrente. Un enemigo cruel y poderoso.
La pelea ente el gobierno central y el de Madrid, Catalunya, Euskadi, o Valencia, la falta de avenencia entre los partidos en plena refriega con el monstruo, resulta de una irresponsabilidad de record que puede traer graves consecuencias.
A veces dan ganas de dar un salto en el sillón, presentarse en las pomposas reuniones virtuales de Presidentes, o consejeros de salud y gritarles: ¡Basta ya! Basta ya de grescas y desavenencias estériles, que como dice Espinosa “esto es muy jodido”, que necesitamos que dediquéis vuestro esfuerzo a cuidarnos, a poner todos los medios para parar esto.
Quizás también esa entrevista se debería emitir antes de cada una de esas reuniones para ver si así espabilan y entienden sus obligaciones.
Porque aunque los datos de hoy, que se conocen mientras escribo esta reflexión, indiquen que esto va hacia abajo, podría ser un espejismo que animara a visitar la playa en familia, mientras los expertos siguen detectando en sus radares el tsunami que se aproxima.
Podría ser que por el Atlántico, o el Mediterráneo aminore su fuerza y acabe siendo una leve ola, pero convendría no bajar la guardia.
No sólo haciendo llamamientos estériles a la responsabilidad social, también imponiendo el peso de la ley a los infractores (“la letra con palo entra”, decían en mi época), también realizando correcciones en lo establecido, especialmente para proteger a nuestra población más vulnerable y castigada, los mayores de 65 años.
Escuchar ayer por fin a un jefe de UCI reconocer, que en el pico de la epidemia hubo que optar entre dejar morir a mayores, para que sobrevivieran jóvenes, estremece. Que quienes tomaron esas decisiones están ahora bajo tratamiento psicológico, resulta perfectamente entendible.
Por eso en estos instantes con más razón debemos mirar por ellos, con dos medidas muy fáciles. Obligando por norma a que los paseos de perros se produzcan cada cual en su tramo de edad, evitando así picarescas peligrosas y cambiando el horario de salida (que además les permiten juntarse en grupos de 10 que no siempre cumplen) a los mayores de 14 años, para evitar que se mezclen de 19 a 20 horas con los mayores.
Esa situación de riesgo ha tenido consecuencias. Antes había paseos numerosos de este tramo de edad, hoy ya ha quedado reducido al mínimo, porque han detectado el riesgo. Es profundamente injusto.
Por eso perfectamente se podría trasladar la salida de los jóvenes al tramo 20 h a 24 h, más aún ahora que viene mejor tiempo.
Los buenos resultados no deben, no pueden hacer que bajemos la guardia, porque el riesgo de maremoto sigue existiendo y estamos muy vulnerables ante esa posibilidad, con un sistema sanitario exhausto, que no aguantaría un nuevo sobre esfuerzo.
Pido al Gobierno que como Ulises se amarre al mástil de nuestro barco, para evitar los cánticos de sirena de los insensatos y egoístas como Casado que hoy nuevamente pide el final del confinamiento, o los poderes económicos ansiosos de volver a la actividad sin importarles otra cosa, o los que desean estar de juerga lo antes posible y lo dirijan hacia aguas seguras, evitando las enormes rocas que se divisan.
Pido a los responsables institucionales miren por el bien común dando ejemplo. Resulta penoso ver a ciertos alcaldes llegar a sus casas con sus hijos a horarios que no les corresponde.
Veremos…
PD.- Lamento nuevamente hacer de “viejo gruñón” pero creo sinceramente que alguien debe hacerlo.
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