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OPINIÓN

¿Helenos o judíos? (VI): Triunfadores y perdedores

Carlos González | Martes 07 de julio de 2020
Al finalizar toda contienda humana siempre es inevitable realizar un profundo análisis acerca de los posibles ganadores y perdedores. Es bien cierto que se dice que una guerra no la gana nadie, todos pierden. Pero también suele ser cierto que siempre gana la especie humana en su conjunto por el gran conocimiento que adquiere.

La primera verdad es comprobar lo mala que es la barbarie de la guerra. Después constatar que solo ante el esfuerzo a vida o muerte y el hecho de visualizar la posible desaparición de su cultura o forma de vida, los seres humanos se vuelven más sumisos, dóciles, obedientes a sus legítimas autoridades para que sea efectivo un mejor orden sin explotaciones. A su vez, estas son más responsables, aprenden mejor a querer a su gente y a tratarlos bien. Todos apreciamos que se obtienen pingües resultados del producto de esa colaboración, cooperación estrecha, y de la generosidad y la entrega.

En guerra se han producido los mayores avances de todo tipo, incluso la medicina nunca avanzó tanto como para hacerle frente a enfermedades contagiosos, heridas de pólvora, radiactivas, etc. Pero vuelvo a lo mismo, lo más importante que nos enseña es lo burros que somos, y el por qué no obtenemos esos conocimientos necesarios sin necesidad de matarnos y destruir todo lo que nos es tan necesario. Sería mucho más barato obtener esos conocimientos simplemente vendiendo lo que destruimos por la guerra. Si vendiésemos todos los pisos actuales de Alepo, ¿cuánto dinero no obtendríamos para dedicar a investigación?. Sin embargo los han destruido con la artillería y ahora no hay ni pisos ni dinero para la investigación médica. Eso, ¡Qué burros somos!.

El gran conocimiento indiscutible que nos proporciona toda contienda armada es que solo conviviendo, colaborando y cooperando podremos abordar la posibilidad de resolver la mayoría de los problemas generales de la especie humana. Este estudio debemos enfocarlo desde dicha Especie y sus problemas comunes. Tales como el hambre, la propia violencia destructiva, las enfermedades, sobre todo las contagiosas, el explorar el espacio exterior circundante para fundar colonias donde podamos expandirnos, o ante una amenaza planetaria poder trasladarnos allí como especie.

Tras esta III Guerra Mundial, los que perderán serán los fanáticos de todo tipo. Que a su vez los hay en mayor o menor medida en todos los bandos. Aquellos que quieran parar la historia y encerrar a otros seres humanos –solo para la conveniencia de los que mandan- en mazmorras ideológicas artificiales para que no avancen en la forma de pensar y relacionarnos. Todos esos perderán por completo. Porque los que ganaremos seremos aquellos que defendemos hoy día, y defenderemos aún más fuerte tras la contienda, que “Solo la convivencia equilibrada entre todos los seres humanos puede salvarnos a todos”. Que “Solo la investigación constante para acabar con el hambre, las enfermedades, los problemas extremos del clima, o las catástrofes naturales de todo tipo, incluso la posible destrucción planetaria, puede ayudarnos a sobrevivir como Especie”. Y perderá la idea de enfrentar a unos territorios con los otros. O las razas, ideologías o religiones. “Porque todos somos la misma Especie”.

En cuanto a los “Entes políticos militares” que intervengan, es cierto que los paralelismos en la historia son claros. Pese a la confederación de Delos, o a la unión forzada bajo Filipo y luego bajo Alejandro, la Hélade –que es lo que hoy Europa somos- no sobrevivió al empuje de Roma. De la misma forma la vieja Europa, sociedad decadente por antonomasia, no podrá superar sus viejos problemas de nacionalismo –como no los superaron las Polis-estado Helenas-. Ni siquiera el ataque exterior para su destrucción hará que nos unamos para construir un ente único con organización política única. No, mi pronóstico es que no sabremos dejar de ser franceses, españoles, alemanes o italianos para convertirnos en, simplemente… Europeos. No, ya es muy tarde. Lo más probable es que como ente político y militar desaparezcamos por completo para formar parte –desguazados- de los dos imperios, uno al este y otro al Oeste. No sé donde se formará el nuevo muro de Berlín. Pero no es menos cierto que Rusia volverá a quedarse, ya como parte de Rusia y no con semi-estados con entidad propia, con todo el territorio que pueda. Ya no habrá ni Polonia, ni Hungría, etc. Y el resto seremos “Norteamericanos”. Tampoco sé si de pleno derecho, o como habitantes del imperio con derechos restringidos, tal como le sucedió a la Hélade. En menos de cien años después de la muerte de Alejandro pasó a ser parte del imperio romano, pero no adquirieron plena ciudadanía hasta el Decreto de Caracalla (212 D.C.), cuatrocientos años después.

Tras la contienda, por lo menos al principio, solo tres entes políticos sobrevivirán, con sus áreas de influencia y dominio férreo, EEUU, Rusia y China. Ya veremos, tras las guerras regionales, cuáles serán las fronteras físicas que fijan bajo su total influencia –y al principio infranqueables- después… Como siempre después… Todo será… Historia.

Los seres humanos volverán a ser lo que son, una única especie que evolucionará hacia Naciones Unidas, otras organizaciones, nueva globalización, en ese momento más fuerte, y al final lo inevitable: La Ciencia, el Conocimiento y la Razón, se impondrán porque sencillamente… Siempre han sido, y son… Imparables…

Sobre el autor

Carlos González-Teijón es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, y de reciente aparición El Sistema, de editorial Elisa.

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