La situación del colectivo sanitanio en primera línea con la llegada de la pandemia, con su Estado de Alarma y ahora al borde de la que se presupone, una nueva oleada del Covid-19, han contenido al virus y ha protegido a los ciudadanos con cariño y tan duras y aisladas circustancias, imponiendo esta máxima por encima de ellos mismos.
Ante la situación de inestabilidad que presenta la enfermedad y el enrarecido futuro próximo que se vislumbra, los enfermeros y enfermeras están al límite de su capacidad. El estado estado anímico y físico es malo, agotados y molestos con la situación tanto a nivel poblacional con aquellos que no respetan las normas y provocan nuevos brotes pero aún más con la gestión por parte de SACYL.
Una carga de estrés laboral y una situación que ha llevado a muchos de ellos a no poder disfrutar de sus merecidas vacaciones. La realidad y la actualidad del servicio sanitario podemos calificarla como caótica e improvisada. Rastreadores que tienen que reforzar asistencia en consultas y enfermeras de los equipos de los centros de salud que se dividen entre sus consultas y la función de rastreo sin tiempo.
La próxima llegada del otoño es pesimista, más cuando se enfrentan a la campaña de vacunación antigripal. A través del sindicato SATSE, están inmersos en una campaña para exigir a la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León que, tal y como explican, “de manera urgente se pongan a trabajar en la mejora de las condiciones laborales, profesionales y retributivas de enfermeros, fisioterapeutas y matronas si lo que buscan es fidelizar a nuestros profesionales”.
Vivir en la piel de un enfermero y una enfermera es hoy por hoy un ejercicio de esfuerzo, sacrificio y una profesión en la que el riesgo se vive con intensidad, especialmente durante los últimos y duros meses.