Cuando hablamos de una sociedad inclusiva, pensamos en la que valoriza la diversidad humana y fortalece la aceptación de las diferencias individuales. Es dentro de ella que aprendemos a convivir, contribuir y construir juntos un mundo de oportunidades reales (no obligatoriamente iguales) para todos. Eso implica una sociedad en donde cada uno es responsable por la calidad de vida del otro, aun cuando ese otro es muy diferente de nosotros.
La segunda emigración española en Alemania, se conoce con el nombre de Gastarbeiter, término que utilizó el país alemán para regular esta mano de obra llegada sobre todo, del sur europeo y Turquía a partir de 1960. El documental “El Tren de la Memoria” dirigido por Ana Arribas y Ana Pérez en 2005 refleja la situación de miles de españoles durante la oleada migratoria más importante que se ha producido a la ciudad germana. En los párrafos que preceden se describen las vivencias de estos españoles en Alemania, las cuales se recogen de los testimonios que relatan en primera persona estos españoles en el mencionado documental.
La indefensión de los trabajadores era atroz. Los turnos de las jornadas laborales oscilaban alrededor de las doce horas, ya que se veían obligados a hacer horas extras. La carga familiar que dejaban en España, el afán de ahorrar para volver a la mayor brevedad y la explotación laboral, los llevaba a unas jornadas laborales interminables. Lo que los obligaba a vivir separados de sus hijos; bien por dejarlos en internados alemanes, o en España, con la familia. Provocando una desestructuración familiar, cuanto menos traumática.
En segundo lugar, sus viviendas eran barracones que estaban al lado de las fábricas y que en tiempos anteriores habían sido cuadras de caballos. Las condiciones de salubridad eran nefastas. Los días que no trabajaban permanecían en la cama para poner hacer frente al frio , el espacio era tan limitado en esos habitáculos, que no les queda otra opción, que permanecer acostados. Estas viviendas se distribuían por género, quedando prohibido las visitas entre ellos. En los casos de los matrimonios, tampoco se respetaba la unión de la pareja. Si su vida laboral estaba marcada por la explotación y la injustica, su vida cotidiana no quedaba mejor parada. El acceso al espacio público alemán, lo tenían totalmente restringido. Como ejemplo de ello, no podían entrar a un bar alemán sin temor a ser atacados, los hombres tenían que salir a la calle en grupos, ya que en solitario estaban expuestos a la violencia física. Las mujeres tampoco lo tenían más fácil, eran insultadas por sus semejantes alemanas. Lo que hacía, que el grupo quedase recluido en sí mismo y, como punto físico de reunión, utilizaban las estaciones. Si el contacto con la cultura dominante era apenas inexistente, el aprendizaje de la lengua se hacía imposible.
Muchos inmigrantes dejamos todo atrás y nos arriesgamos en busca de una vida mejor. Esa realidad la retratamos mi familia y yo.
¡Historias duras las de los emigrantes, si las hay! Yo conozco más o menos profundamente la de mi familia seguramente no ha de variar mucho de las de tantos españoles que vinimos de España a Alemania como todo Emigrante con una mano atrás y otra adelante. Muchos estamos huyendo de la miseria, del umbral de la extrema pobreza de los desahucios. Familias enteras, incluso con niños, escapamos de la pobreza que afecta a 7 de cada 10 españoles.
Se avecinan tiempos duros económicamente, y todo parece indicar que la emigración volverá a ser un tema de actualidad. A pesar de que los discursos imperantes tiendan a simplificarlo todo, la política migratoria es un asunto complejo y delicado. Hay muchísimos factores que determinan los flujos migratorios, y encontrar un equilibrio entre las necesidades económicas de un país, el respeto a los derechos de los inmigrantes y las reservas de la población nativa hacia los extranjeros es siempre complicado. Al plantear debates sobre este tipo de cuestiones debemos tener en cuenta que los emigrantes no somos meros engranajes en la maquinaria económica, sino que, al igual que nuestros abuelos, somos personas trabajadoras y vulnerables a la explotación. La historia, en ese sentido, nos aporta perspectiva sobre lo que ha sido nuestro país, una tierra de emigrantes y trabajadores humildes.
Recuerden la historia de ese joven campesino que partió hacia una lejana ciudad, para educar a unos hijos aún no nacidos, para poder vivir sin tener que apretarse el cinturón cada dos por tres. No recuerdo si nos lo contaba un ecuatoriano en Madrid, o un argelino en París, o tal vez fuera un italiano en Buenos Aires o un chino en Lima, quizá un mejicano en Los Ángeles o, lo más seguro, un español en Alemania. Ahora resulta que es un "problema".
Voy feliz, no vamos haciendo nada malo, sólo queremos trabajo.
España parece que no acaba nunca de rendir la cuenta política e histórica con nosotros los emigrantes.