Se iniciaba incluso en domingo, justo al día siguiente de que nos llegaran las primeras partidas de vacunas que nos venían de Pfizer. El gobierno en comparecencia pública ese mismo día, informaba a la ciudadanía que disponía de un plan (preciosa palabra tratándose de este complejo tema) para su extensión equitativa por las 17 comunidades autónomas, coordinada y con la máxima rapidez.
Según el plan disponíamos de 17.000 lugares para hacerlo, se supone que todos los centros de salud del país, vacunas suficientes y lo más importante, personal cualificado adecuado para ese reto.
De esta manera íbamos a lograr que a la llegada del verano, el 70 % de la población de nuestro país estuviera ya inmune al virus, consiguiendo así la posibilidad de volver a una normalidad real y no como la anunciada el verano pasado. No podíamos, no debíamos volver a fracasar.
Volvía así la esperanza y la tranquilidad, especialmente después del anuncio y de ver las primeras imágenes del inicio esa inmensa campaña de vacunación.
Ver ya a nuestros mayores y al personal sanitario poniéndose la primera dosis, producía una sensación de emoción y alegría. Al fin veíamos la luz del final de este largo y oscuro túnel que tanto nos había hecho sufrir.
Nos quedaba aún lo más difícil, sortear con sensatez y solidaridad las fiestas que nos llegaban, especialmente una Nochevieja que habitualmente solía ser bulliciosa y llena de eventos multitudinarios, que esta vez suponían un inmenso peligro.
Las imágenes de estos días no dan pié a pensar que lo hayamos conseguido. El ser humano, al menos aquí, prefiere divertirse a sobrevivir y así es imposible evitar la temida tercera ola, que tal y como avisan los expertos es probable tenga esta vez forma de tsunami.
Hoy, la esperanza se transforma en desilusión, la tranquilidad en inquietud, la confianza en los diferentes gobiernos en desconfianza.
Los datos suministrados sobre el índice de vacunación, nos indican que el éxito previsto el pasado 27 se ha convertido en un sonoro fracaso.
El ritmo de vacunación en todas las comunidades autónomas es muy inferior al previsto, con toda probabilidad porque el plan anunciado no se ha cumplido.
La información que nos llega del personal sanitario indica que no existe personal cualificado suficiente para que vaya al ritmo de 160.000 vacunados diarios.
¿De dónde sacan esa cifra? Del anuncio que de los 44 millones de habitantes de nuestro país, descontados los 7 millones de menores de 12 años que no se van a vacunar de momento, más los 4 de infectados que se supone que tampoco (tampoco existe claridad al respecto), dan 33 millones a vacunar en 200 días… dos veces. Hagan ustedes mismos las cuentas.
En estos 8 días debíamos haber vacunado a más de un millón de ciudadanos y apenas llevamos 100.000. Mal plan y malísima situación.
Todo ellos con la previsión de que nuestra mala cabeza, ayudada de unas normas de quienes nos mandan excesivamente suaves para lo que se venía encima, nos estén llevando con una mayor rapidez a una tercera ola que va a requerir un esfuerzo exhaustivo de nuestros sanitarios.
¿Cómo va a ser posible compaginar el ritmo de vacunación con esa circunstancia? Mal panorama.
El plan ha fracasado probablemente porque no existía, o que existiendo no era el adecuado, o que nuevamente ha fallado la coordinación debida entre gobierno central y autonómicos.
Pero el virus no espera, no entiende de estas zarandajas y menos con la nueva variante del Reino Unido y otras que puedan venir ya circulando sin control.
Por lo tanto urge instar a todos los que tienen capacidad de rectificar a que lo hagan con la máxima urgencia, sin tensiones, ni utilizaciones partidistas de esta terrible situación. Que codo con codo se pongan manos a la obra para que la previsión inicial se cumpla y en verano efectivamente tengamos ya la prometida “inmunidad de rebaño” que nos permita volver a la normalidad.
Es una demanda que les envía nuestra salud y también nuestra economía.
Es su responsabilidad, es su compromiso, deben cumplirlo sí, o sí. Después ya habrá tiempo de depurar responsabilidades, probablemente con la máxima contundencia.
Por eso quienes nos gobiernan, en el Estado y en las Comunidades Autónomas, o se ponen las pilas, o que se vayan.
Veremos…