Al déficit de políticos estadistas de altura, a diferencia de los que abundaban en la Transición, se le ha unido la llegada en masa de jovenzuelos ansiosos de un puesto de trabajo que piensan vienen ya sabidos.
Le ha pasado a la derecha que al menos ha sabido corregir en parte, con el asesinato político de un Pablo Casado que pertenecía a esa especie, sustituyéndolo hábilmente por otro experimentado y con un recorrido político sobradamente contrastado.
Se debe señalar en parte, porque lamentablemente para ellos aún perduran otras figuras del mismo o peor estilo que su anterior líder como Isabel Díaz Ayuso, o José Luis Martínez Almeida que siguen dando la nota constantemente.
No sería prematuro adivinar que el nuevo líder Núñez Feijóo, no tardará mucho en intentar que vayan por el mismo camino que Casado. Probablemente ya le estén estorbando para llevar a cabo su proyecto de moderación, equilibrio y buena relación con la periferia.
Que una soberbia Ayuso estaría constantemente provocando conflictos y confrontaciones a diestro y siniestro, ya lo tenía previsto Feijóo, pero que se uniera al coro discordante un hasta ahora moderado Almeida le habrá pillado por sorpresa.
Su actitud en la comisión del Ayuntamiento, que trataba sobre el escándalo del millonario negocio de la compra de mascarillas con la intervención de su primo, le ha puesto tan nervioso que ofreció un espectáculo impropio de su cargo.
Su actitud de mala educación frente a las preguntas de la oposición, su crispación que le llevó a la descalificación del oponente, estuvo muy alejada de lo que su líder desea para la imagen de un nuevo PP.
Jovenzuelos que creen vienen sabidos, por más que la primera esté asesorada por un veterano como Miguel Ángel Rodríguez, discípulo muy aventajado de Maquiavelo y Rasputín.
¿Fracasará así el nuevo proyecto de PP diseñado por Feijóo? Probablemente con la ayuda de una izquierda a la greña, de la que hablaremos a continuación, no, pero sí se lo van a dificultar si no pone orden con rapidez.
La izquierda, ayyyy la izquierda. Tradicionalmente siempre ha estado en confrontación constante consigo misma. Antes socialistas vs comunistas vs trosquistas, vs anarquistas, después socialistas contra comunistas primero, IU después, más sus correspondientes cuitas internas y para cerrar el círculo, Podemos, que a su vez va dejando por el camino constantes fragmentos. Más País, las confluencias, Adelante Andalucía, etc., etc.
Eso sin contar con las llamadas izquierdas periféricas, ERC, Bildu, BNG, Compromís…
Una izquierda cainita y a veces incluso suicida, que ha traído como consecuencia que fuera un verdadero milagro pudiera gobernar.
Aún así lo ha hecho en nuestra joven democracia. Catorce años con Felipe González, siete Rodríguez Zapatero y de momento cuatro Pedro Sánchez.
Pero de nuevo vuelve a las andadas de convertirse en una jaula de grillos.
La aparición de Podemos y posteriormente Unidas Podemos, hizo albergar la esperanza de un espacio tranquilo y consolidado a la izquierda del PSOE, pero sus raíces de jovenzuelos subidos que piensan vienen ya sabidos y bregados, de nuevo ha traído lo peor de la política, debilitando la izquierda, esta por ver si de manera definitiva o no.
Emerge las últimas semanas aquella máxima de Lenin, de nuevo Lenin en la época actual: “izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”.
Su comportamiento dentro del gobierno, con la honrosa excepción de Yolanda Díaz y las gentes venidas del PCE e IU, ha dejado mucho que desear y a veces han sido deshonestos con el gobierno al que pertenecen.
La gota que ha colmado el vaso ha sido su actitud frente a la crisis provocada por el caso Pegasus y las escuchas a políticos catalanes y vascos.
Escuchar a Echenique pidiendo cada vez que abría la boca la dimisión de una competente Margarita Robles, produce cuando menos estupor y a menudo indignación. Tirar piedras contra el tejado del gobierno de manera torpe e insensata no parece lo más inteligente en el momento actual.
Feijóo y Abascal han estado en este tema con perfil bajo, porque no necesitaban más teniendo al propio Echenique, Belarra, o Montero haciendo el trabajo sucio para el enemigo.
Al igual que de otra manera lo estaba haciendo ERC, primero con su rechazo a una reforma laboral que en apenas unas semanas se ha demostrada positiva para los trabajadores y también, también a través de otro jovenzuelo como Rufián en el caso de las escuchas. Aunque en este caso afortunadamente ha llegado un veterano, Oriol Junqueras, para poner un punto de sensatez y altura de miras.
Por otro lado la imagen dada en Andalucía ha sido lamentable. Son cuatro y mal avenidos y además lo hacen fatal.
Así pues la situación la tenemos clara con matices por el lado de la derecha, con un Feijóo y su espacio consolidado con los únicos obstáculos viniendo desde Madrid y una izquierda en conflicto que debe entender, que o arregla pronto sus averías, o lo probable es que ese buque no llegue a puerto y si lo hace no salga nunca más de él.
Este arreglo pasaría por:
1.- Recomponiendo la situación interna del gobierno acallando voces como Echenique, Belarra, o Montero, al igual que la externa de Pablo Iglesias, ziriqueador mayor del reino, potenciando las de Yolanda Díaz o Alberto Garzón.
2.- Recomponer la mayoría que apoyó al gobierno mejorando las relaciones con la periferia, ERC, Bildu y PNV, aumentando en calidad y cantidad la comunicación con ellos.
3.- Procurando evitar errores como los ocurridos con la votación de la reforma laboral, la crisis de las escuchas, o conflictos como el reciente del transporte.
4.- Realizando un trabajo serio y eficaz para conseguir el control de la inflación, los precios de los carburantes, o la luz.
Viene una buena época para el empleo y la economía, especialmente si la Covid no nos da un nuevo susto y la guerra en Ucrania termina con rapidez.
La pelota está en su tejado, si la izquierda reacciona seguirá gobernando, de lo contraria será inevitable un gobierno PP-VOX; aquí y allí.
Veremos…