“La vida es sueño, y los sueños, sueños son”, la política es ficción y la ficción narrativa es. Salvador Illa en la Noche en 24 horas habla de que cree que en la política hay límites y que debería llevarnos al conjunto de la sociedad a una reflexión colectiva y lo inadecuado de concebir la política como una lucha por el poder en la que vale todo y en la que se pretende destruir al adversario. Solo puedo decirle si le preguntamos al pueblo saharaui sobre la decisión unilateral de Pedro Sánchez sobre su autodeterminación. Sánchez actúa por libre cada vez que le conviene solicitando posteriormente la adhesión absoluta, en concreto de quienes se pliegan ante sus deseos. ¿La decisión de la carta la consultó con alguien de su gabinete? Ya les digo que no.
Pedro Sánchez ahora sí que no duerme. Y no es por culpa de Podemos, aunque en parte sí. Me explicaré. Podemos ha sido el partido más perseguido por el lawfere, la progresía mediática y las hordas fascistas populistas. Estas últimas acosaron hasta la saciedad a un vicepresidente y una ministra del Gobierno de España, a los máximos responsables de una opción política legítima y democrática. Pero más allá de esto, eran agresiones continuadas contra dos ciudadanos españoles, contra una familia con hijos menores. Ante tamañas tropelías el PSOE y muy especialmente Sánchez mantuvieron una posición de cierto distanciamiento.
Condeno, pero… La radicalidad en la política española era culpa de Iglesias y los suyos por demostrarnos que las cloacas del Estado existían y siempre se habían utilizado para mantener en el poder a quienes deben estar. Ya saben eso que dijo Vargas Llosa sobre que “lo importante de unas elecciones no es que haya libertad, sino votar bien”. Dicho de otra manera, no se ha avanzado demasiado en la servidumbre del medievo con respecto a su señor feudal. Libres, pero hasta cierto punto, hasta el que se permite. Por ejemplo, tomar unas cañas de vez en cuando como indicara Ayuso.
En este ecosistema de turbidez democrática vivíamos hasta la aparición de Podemos. Se limpiaron las lentes del pueblo y la visión de la sociedad ya no era translúcida sino nítida. Y ahí pudimos comprobar lo que era Sánchez y el PSOE. Las ultraderechas varias, con Casados o Feijóos variopintos ya la conocíamos bien los progresistas, pero el PSOE aún engañaba algo. En mi caso la salida de Ignacio Cembrero de El País allá por 2014, si no recuerdo mal, me dio demasiadas pistas sobre cómo funcionábamos en España alejándome aún más si cabe del bipartidismo y escuchando con gran atención, pero sobretodo esperanza al recién nacido Podemos.
Indiqué al comienzo que en parte lo que está sucediendo es culpa de Podemos, y lo es por no estar en el Gobierno, ni tener el apoyo social que llegó a lograr. La paradoja es que si esto ocurre es precisamente porque Sánchez ha hecho todo lo que ha podido para que se alcanzara esta situación. La primera línea de contención contra el lawfere y la cacería mediática de la ultraderecha y sus medios afines era Podemos. Criticaré lo que le está ocurriendo a Sánchez por ética y coherencia, justo lo que él no hizo cuando se ensañaban con Podemos. No es que El sueño de la razón produce monstruos, sino que los monstruos de la razón económica producen títeres presidenciables. ¿Saltará en breve de nuevo Feijóo al terreno de juego electoral? Depende de Sánchez. Me aventuro a señalar que si no hay influencia del “Caso Pegasus” en la decisión que tome Sánchez seguirá escenificando su manual de resistencia.
Finalizaré citando a Marco Aurelio:
“Nunca te aferres a algo que te haga romper tu palabra o perder el respeto por ti mismo”.
O a Soul Etspes:
“La belleza de la honestidad se manifiesta en la defensa que los demás harán de ti”.