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Un español en Alemania

El desafío de la salud mental en migrantes españoles en Alemania
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El desafío de la salud mental en migrantes españoles en Alemania

Por Jose Mateos Mariscal
martes 07 de enero de 2025, 12:44h

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“Un español en Alemania” investiga un nuevo proyecto de reportajes enfocado en la salud mental de las comunidades de inmigrantes españoles en Alemania, refugiados y solicitantes de asilo en Alemania.

Comenzamos en Remscheid, Alemania. Una ciudad fundada por 120 nacionalidades es la primera ciudad alemana con más religiones, etnias y nacionalidades. La serie es una colaboración entre la oficina de extranjería y palabra, una plataforma multimedia de la Asociación Nacional de migrantes Hispanos, posible gracias al apoyo de la universidad de Dusseldorf.

María José Suárez, de 45 años con tres hijas, trabajaba en una empresa pequeña de conservas en Cáceres (España), la cual tuvo reducir plantilla. Agotando la prestación por desempleo tuvo que decidir emigrar a Alemania sin idioma y a la aventura, como tantos y tantas españoles sin ingresos, viviendo de una ayuda social precaria. Pero Suárez finalmente logró escapar de la precariedad española.

La situación económica tampoco era boyante, "era tan estresante", dijo Suarez, que sufrió un derrame cerebral y pasó casi dos meses recuperándose en Alemania en un hospital de Mettmann. No estamos usando el nombre completo de Suárez para protegerla de eventuales acciones legales.

Cuando Suárez, que en aquel entonces tenía 46 años, se recuperó, supo que lo mejor que había hecho sacar a su familia de España. Junto con su esposo, sus tres hijas y sus nietos gemelos de 4 años, se unieron a la aventura de la emigracion en Alemania.

Suárez y su familia pasaron sus primeras dos semanas en Alemania durmiendo en el suelo de la estación de Dusseldorf. Por fin llega la ayuda a través de la policía y los instalan en un albergue abarrotado en los que el gobierno de la ciudad instaló a miles de refugiados recién llegados a Alemania. La ciudad actualmente alberga a 5.454 migrantes en 17 centros de acogida y sus autoridades están destinando 150 millones de euros para proporcionar vivienda, comida y atención a los recién llegados este año 2024, como lo hizo en 2023.

Con el tiempo, la familia de Suárez se mudó a un apartamento, pero la tragedia los golpeó una vez más cuando el edificio en el que vivían se incendió.

“Perdimos todo”, dijo Suárez. “Nos fuimos descalzos con pijamas”. La Cruz Roja los reubicó en un albergue temporal de Wuppertal.

"Los traumas son generalizados entre los recién llegados a Alemania"

Dijo la psicóloga Juana Gutiérrez Álvarez, profesora adjunta de la Facultad de Salud Pública, de la Universidad de Bochum (Alemania), cuyas investigaciones se enfocan en la salud mental de los inmigrantes. El gobierno de la ciudad de Dusseldorf y una red de organizaciones comunitarias han estado trabajando para atender las necesidades materiales y psicológicas de los recién llegados a Alemania, pero la tarea es abrumadora.

Muchos de los migrantes se encuentran bajo un estrés enorme como consecuencia de la persecución económica que los obligó a huir y de los traumas que vivieron durante sus vidas, dijo Álvarez. La mayoría está en modo supervivencia, enfocados en buscar trabajo y vivienda, y desvinculados de los sistemas de apoyo.

Aunque muchos migrantes sufren estrés postraumático y depresión —usualmente sin diagnosticar—, puede resultarles casi imposible recibir servicios o tratamientos para sus traumas, dijo la psicóloga. Y algunos evitan hablar de temas de salud mental por vergüenza, por estigmatización o por barreras culturales. Sin embargo, dijo Álvarez, el trauma tiene su forma de salir a la superficie.

“Empiezan a tener pesadillas. Empiezan a dormir mal: pesadillas, dolores de estómago, sensación de nerviosismo”, explicó Álvarez.

Dania Expósito, una inmigrante española casada en Ucrania, lo puede corroborar. Ella y su esposo estaban de vacaciones en Egipto, en febrero de 2022, cuando se enteraron de que Rusia había invadido Ucrania. Tomaron un vuelo a Polonia y permanecieron allí durante ocho meses, hasta que un amigo de Alemania los apadrinó a través del programa de Deutschland por Ucrania y, en octubre de 2022, se establecieron en el país en un barrio de Hanover que desde hace décadas cuenta con una gran comunidad ucraniana.

En Krefeld, trabaja en una asociación que ayuda a los ucranianos recién llegados y organiza protestas y eventos comunitarios en apoyo de su patria. El presidente de la asociación se siente culpable por quedarse en Alemania y “no hacer lo suficiente” por su país mientras está siendo asediado, especialmente porque los padres de ambos permanecen en Ucrania a pesar de que sus hogares fueron alcanzados por misiles rusos y de que el padre del marido de Dania sufrió una conmoción cerebral.

“Nunca voy a recuperar ese tiempo para estar con mi familia”, dijo. El marido de Dania es uno de los cerca de 30.000 ucranianos que han llegado a Alemania desde que Rusia invadió Ucrania. Los recién llegados de Ucrania a Alemania se unen a las comunidades de inmigrantes ya establecidas en la ciudad, que incluyen a una de las poblaciones hispano hablantes más grandes de Alemania. La misma está concentrada en barrios como Reizholf de Dusseldorf, donde los vendedores ambulantes venden elotes, chicharrones, tamales y cerveza pilsen, y donde vivos murales cuentan los relatos de la comunidad relacionados con su historia, la inmigración y su cultura, así como con una gentrificación en desarrollo.

Personas que llegan desde China, India, Polonia, Filipinas, África Occidental, Haití y desde numerosos otros países contribuyen a la diversidad de la ciudad alemana: Se estima que hay 1,7 millones de inmigrantes en total en Renania del Norte-Westfalia, muchos de los cuales huyeron de la violencia política en sus países de origen.

Muchos de ellos también se enfrentan a desgarradores desórdenes, ansiedad y estrés en sus nuevas vidas en Alemania.

Para Suárez, que llevó temporalmente a su familia a Dusseldorf después del incendio, para apiñarse en un apartamento con un pariente en Wuppertal cedido por Cruz Roja Alemania, la ansiedad por verse desplazada se ha fusionado con sus preocupaciones por su solicitud de trabajo estable. La presentó a mediados de septiembre con la ayuda de un voluntario de asistencia legal proporcionado por una organización sin fines de lucro de Alemania, pero la misma puede tardar hasta cinco años en resolverse.

“Una de las cosas que más nos ha afectado a los migrantes es que no dan trabajo en Alemania sin idioma ni papeles”, dijo. Es “difícil”, agregó, no sentirse deprimida. Y todo ello agrava sus problemas de salud: hipertensión, diabetes y dolores crónicos por la inestabilidad laboral.

“Tenía un grupo de dolores en mi cuerpo, mis piernas”, dijo. “Consecuencia de todo lo que pasé, me imagino, todos los esfuerzos que yo hice, se enfermó mi cuerpo”.

En Alemania, dijo Suárez, se le ha hecho difícil conseguir que cubran sus visitas médicas sin trabajar y sin seguro médico. Es una de las razones por las que quiere regresar a España. En ambos lugares, las personas que piden asilo político tienen acceso, en teoría, a atención médica cubierta por el programa migrante, si consiguen sortear la burocracia.

“Las actuales políticas de inmigración en Alemania erosionan los vínculos, dejando a los inmigrantes aislados de las comunidades de apoyo”, dijo Álvarez, la psicóloga de la Universidad de Bochum. “El temor a la aplicación (de las leyes) de inmigración les impide aún más acceder a la ayuda social, profundizando su aislamiento y los efectos negativos en la salud mental. Tener la ciudadanía, un estatus permanente y plenos derechos mejora la salud mental de las personas”.

Para abordar al menos algunos de estos desafíos, la Mental Weld (Coalición por la salud mental de los inmigrantes en Alemania) de Dusseldorf, se ha asociado con el Departamento de Salud Pública de la ciudad y el Departamento de Servicios Humanos de Bochum para formular un plan de salud mental para los solicitantes de asilo y migrantes nuevos en Alemania.

La iniciativa de Un español en Alemania es dar apoyo en salud mental para los migrantes de habla hispana arribados en Dusseldorf, capacitar a proveedores de servicios de salud mental en la atención informada sobre el trauma, un enfoque que reconoce el impacto destructivo del trauma e integra conocimientos y prácticas para evitar retraumatizar a los pacientes o al personal que pudiera tener experiencias traumáticas o que pudiera haber estado expuesto a traumas secundarios. Los proveedores también aprenden consejos y prácticas que pueden compartir con los migrantes para mejorar su bienestar emocional. Hasta ahora, más de 500 proveedores de servicios de salud han recibido capacitación en estos métodos.

Julián Pablos, de 32 años, es un inmigrante español sin documentos alemanes legales que ha vivido en Alemania desde sus 4 años. Hoy es activista comunitario del HANAN Center, una organización con sede Ratzinger Dusseldorf que lucha por justicia para los inmigrantes de habla hispana. Allí, aboga por los derechos de las comunidades de inmigrantes españoles coreanos, asiáticos y de múltiples etnias.

Julián Pablos está profundamente preocupado por el futuro de su familia, y se pregunta desesperado cómo va a poder cuidar de sus padres ancianos y mantener a su hermana discapacitada, problemas agravados por sus estatus legales.

“Hay todos estos grandes problemas en Alemania”, dijo. “Siento ansiedad por mi familia. Me preocupa el plan de jubilación de mis padres; ellos no tienen uno. Mis padres tienen casi 70 años, trabajan en empleos de mucho esfuerzo físico y sus cuerpos solo soportarán eso por un tiempo muy limitado de ahora en adelante”.

Mientras tanto, María Suárez y su familia continúan haciendo una nueva vida en Alemania, y luchan con el trauma de su desgarrador desplazamiento hacia un futuro nuevo e incierto. Ella había querido hacer todo según las reglas, pero el destino...

Suárez está agradecida por el apoyo que recibió por parte de la ciudad de Dusseldorf, particularmente por el apartamento en el que vivieron hasta que el edificio se incendió.

“Ellos me ayudaron con seis meses de arriendo”, dijo. Pero ahora, con la familia apiñada con parientes en Alemania, ella siente que está comenzando de nuevo. “Un euro agarramos, un euro tenemos que guardar”, dijo. “Tenemos que limitarnos mucho, comprar lo necesario, lo necesario, porque sabemos que hay que pagar un arriendo, sabemos que debemos tener un techo para vivir”.

Encontrar trabajo es uno de los principales problemas de la familia. Sin idioma alemán su esposo acepta cualquier trabajo esporádico que encuentra, mientras que Suárez, como otros migrantes desesperados, vende pequeños artículos como caramelos, comida o agua embotellada en las calles de la ciudad para llegar a fin de mes.

“La cuestión del trabajo es muy difícil, muy fuerte, sin idioma alemán”, explicó. “No queremos que el gobierno nos mantenga. Lo único que queremos es trabajar”.

Suárez nunca recibió asesoramiento ni ha hablado con un profesional clínico sobre su salud mental desde que está en Alemania, pero ella cree que le sería de ayuda. Cada vez es más consciente de la carga que el estrés supone sobre ella y su familia. “Yo sé que todos tenemos nuestros propios problemas y que una ayuda siempre ha sido buena. Y hablar de los problemas siempre ha ayudado”, dijo.

“Realmente, es el Señor que nos mantiene en pie, pero no ha sido fácil. Y sí, hemos estado en un estado de depresión fuerte. A veces mis hijos se deprimen por el mal tiempo, por el idioma, por el racismo y xenofobia, a veces lloramos, a veces nos reímos".

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