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El Barco de Ávila: Un Viaje Medieval Entre Puentes, Piedras y Devoció

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En el corazón de la Sierra de Gredos, custodiado por las aguas del río Tormes, se alza El Barco de Ávila, un pueblo abulense que parece detenido en el tiempo. Sus calles empedradas, su aire serrano y tres joyas patrimoniales —un puente milenario, un castillo señorial y una iglesia imponente— tejen la crónica de un lugar donde la historia respira entre montañas.

*El Puente Viejo: El Umbral de Piedra*
El acceso al pueblo lo domina el *Puente Viejo*, una estructura de origen medieval —aunque algunos estudios sugieren cimientos romanos— que cruza el Tormes con elegancia austera. Sus siete arcos de sillería, testigos de mercaderes, peregrinos y ejércitos, han soportado siglos de crecidas y batallas. Hoy, es el símbolo de una villa que creció a su sombra: por aquí pasaba la ruta de la trashumancia y la Vía de la Plata, arterias comerciales que forjaron su prosperidad. Al atardecer, cuando la luz dorada se refleja en el río, el puente se convierte en un mirador natural, ideal para capturar la esencia de este paisaje.

*El Castillo de Valdecorneja: Vigilante de Piedra*
En una loma cercana, erguido como un centinela, se alza el *Castillo de Valdecorneja*. Construido en el siglo XII sobre una antigua fortaleza árabe, fue bastión de los Duques de Alba y clave en las disputas entre reinos medievales. Su planta cuadrada, torres almenadas y foso seco hablan de un pasado bélico, aunque hoy su patio de armas acoge conciertos y obras de teatro. Desde sus murallas, la vista abarca el pueblo, el valle y las cumbres nevadas de Gredos, recordando por qué este enclave fue estratégico: quien dominaba el castillo, dominaba el paso hacia Castilla.

*La Iglesia de la Asunción: Gótico Entre Montañas*
En el centro histórico, la *Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora* (siglos XIV-XVI) despliega su arquitectura gótica con toques renacentistas. Su robusta torre cuadrada, rematada por un chapitel de pizarra, se impone sobre el skyline barqueño. En su interior, bóvedas de crucería, un retablo mayor del siglo XVI y una pila bautismal románica revelan siglos de devoción. Pero su joya es la *Capilla de los Garcigrande*, con un artesonado mudéjar que desafía el paso del tiempo. No es solo un templo: es un libro de piedra que narra el poder eclesiástico y la fe de un pueblo.

*Un Pueblo con Alma de Piedra*
El Barco de Ávila no se entiende sin este trío monumental. El puente, el castillo y la iglesia forman un triángulo histórico que atrapa a viajeros y enamorados del medievo. Sus muros, gastados por los siglos, son ventanas a un pasado de caballeros, mercados y romances entre murallas. Hoy, mientras el Tormes sigue fluyendo bajo el Puente Viejo, el pueblo resiste como un refugio donde la leyenda y la realidad se funden, invitando a perderse —y encontrarse— en la España más auténtica.

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