Villatoro, situado en el corazón de la Sierra de Ávila, se alza como un municipio de postal, rodeado por las cumbres de la Cordillera Central. Con una población que ronda los 200 habitantes según el último censo, este enclave de aire medieval conserva la esencia de la vida rural castellana. Sus calles estrechas, flanqueadas por casas de piedra y tejados de teja árabe, parecen detenidas en el tiempo, mientras el puerto de Villatoro —uno de los más altos de la provincia— vigila silencioso desde las alturas.
Iglesia de San Miguel Arcángel: Fortaleza de fe y piedra
El patrimonio religioso de Villatoro gira en torno a la Iglesia de San Miguel Arcángel, una joya del siglo XVI que domina la plaza mayor con su robusta torre campanario. Construida en estilo gótico tardío, su interior guarda un retablo barroco dedicado al arcángel Miguel, tallado en madera policromada, y una pila bautismal de granito del siglo XIII. Durante la Guerra de la Independencia, sus muros sirvieron de refugio a los vecinos, un episodio que aún se recuerda en las crónicas locales. Cada 29 de septiembre, la festividad del patrón reúne a los villatoranos en una romería que mezcla devoción y tradición gastronómica.
Economía: Entre la ganadería y el susurro del turismo
La economía de Villatoro se sostiene sobre dos pilares: la ganadería extensiva y la agricultura de subsistencia. Las dehesas de la sierra albergan rebaños de ovino y vacuno, cuya carne y derivados (como el queso de cabra artesanal) son emblemas de la zona. En los últimos años, el turismo de naturaleza ha comenzado a ganar terreno, atraído por rutas de senderismo como el Camino del Puerto de Villatoro, que ofrece vistas panorámicas de los valles abulenses, y por la cercanía a estaciones de esquí como La Covatilla. El invierno, con sus nevadas frecuentes, transforma el pueblo en un escenario blanco que atrae a fotógrafos y viajeros en busca de autenticidad.
Habitantes: Resistencia frente a la despoblación
Villatoro encarna los desafíos demográficos de la España vaciada: una población envejecida y una densidad que no supera los 5 habitantes por kilómetro cuadrado. Sin embargo, sus vecinos —herederos de un carácter recio y hospitalario— mantienen viva la llama de la comunidad. Iniciativas como la recuperación de fiestas tradicionales (como la Luminaria de San Antón, con hogueras y reparto de roscas) o proyectos de turismo rural colaborativo buscan frenar el éxodo juvenil. "Aquí nadie es forastero", comenta un pastor octogenario mientras señala las montañas: "Estas peñas nos han enseñado a resistir".
En síntesis, Villatoro es más que un punto en el mapa: es un testimonio de resistencia rural, donde el eco de los cencerros se funde con el rumor del viento en las cumbres. Entre iglesias centenarias y paisajes que quitan el aliento, este rincón de Ávila defiende, con tenacidad serrana, su derecho a seguir existiendo.