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Escalonilla, un rincón sereno en la provincia de Ávila
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Escalonilla, un rincón sereno en la provincia de Ávila

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En el corazón de Castilla y León, a más de 1.000 metros de altitud, se alza Escalonilla, una localidad que parece detenida en el tiempo. Integrada en el municipio de Tolbaños, este pequeño enclave avulense —con apenas una decena de habitantes— es un ejemplo de la vida rural que resiste en la penillanura castellana. Sus calles, marcadas por construcciones de granito y un paisaje despejado, reflejan una historia humilde pero arraigada en la tierra.

Una iglesia modesta, testigo de la fe comunitaria
A diferencia de otros pueblos con siglos de tradición religiosa, Escalonilla no contó con una iglesia propia hasta la década de 1960. El templo, de pequeñas dimensiones y diseño sencillo, se erige como símbolo de la perseverancia de sus habitantes. Aunque carece de la grandiosidad de otras edificaciones sacras, su presencia es un faro de unidad para una comunidad que se congrega en torno a celebraciones íntimas y arraigadas.

Demografía: la lucha contra la despoblación
La cifra de habitantes de Escalonilla roza lo testimonial: apenas nueve vecinos según los últimos registros. Este dato, sin embargo, no opaca el espíritu de quienes resisten en un territorio donde el silencio y la vastedad del cielo son compañeros cotidianos. La localidad, conectada por una carretera asfaltada a Mingorría y Tolbaños, enfrenta el desafío demográfico común a muchas zonas rurales, pero mantiene viva su identidad a través de la convivencia y el apego a la tierra.

Economía: raíces en la tierra
La actividad económica de Escalonilla gira en torno a la agricultura y la ganadería, pilares tradicionales de subsistencia en la región. La ausencia de industrias o servicios destacados refuerza su carácter rural, donde el trabajo diario se mide en ciclos agrícolas y el cuidado del ganado. Aunque la modernidad ha llegado con infraestructuras como el ferrocarril cercano que une Ávila con Medina del Campo, la esencia de su economía sigue ligada a los recursos naturales y al esfuerzo de sus habitantes.

Fiestas: celebraciones en la intimidad
Las festividades en Escalonilla, aunque modestas, son un reflejo de su cultura comunitaria. Sin grandes eventos registrados, las celebraciones probablemente se entrelazan con las tradiciones de Tolbaños o con festejos regionales más amplios. En pueblos de su tamaño, las fiestas suelen ser ocasiones para reforzar lazos, con comidas compartidas, misas y encuentros que trascienden lo cotidiano, manteniendo viva la llama de la identidad local.

Conclusión: un microcosmos de resistencia rural
Escalonilla, más que un lugar en el mapa, es un testimonio de resiliencia. Sus piedras graníticas, su iglesia reciente y su reducida población narran una historia de adaptación y permanencia. En un mundo que avanza hacia la urbanización, este municipio avulense se aferra a su esencia, recordando que incluso en la sencillez hay espacio para la grandeza.

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