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Casasola: El latido sereno de la Sierra de Ávila

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En las tierras altas de la provincia de Ávila, donde el aire fresco acaricia los 1.310 metros de altitud, se alza Casasola, un pequeño municipio que respira la esencia de la Castilla más profunda. Este rincón de la comarca del Valle Amblés y Sierra de Ávila, a tan solo 14 kilómetros de la capital provincial, es un refugio de calma y tradición, con una población que, en 2024, apenas supera los 63 habitantes, según los últimos datos disponibles. Junto a su pedanía, Duruelo, que suma unas pocas decenas de almas más, Casasola encarna la lucha silenciosa de los pueblos serranos por mantenerse vivos frente al éxodo y el paso del tiempo.

Un puñado de vidas en un mar de piedra y campo

Con sus 63 habitantes, Casasola es un ejemplo vivo de la despoblación que azota la España rural. Sus calles, flanqueadas por casas de adobe y piedra que evocan siglos de historia, guardan el eco de una comunidad que, aunque menguante, se aferra a su identidad. La pedanía de Duruelo, con algo más de 30 vecinos, completa este mosaico humano donde cada rostro cuenta una historia de arraigo. La densidad poblacional, de apenas 3,5 habitantes por kilómetro cuadrado en sus 18,36 km² de término municipal, dibuja un paisaje de soledad salpicado por la calidez de sus gentes. Aquí, los números no engañan: la población ha ido cayendo desde los 124 habitantes registrados en 2006 hasta los actuales, un reflejo de la emigración y el envejecimiento que castigan estas tierras.

Una economía de raíces y resistencia

La economía de Casasola tarde al ritmo de lo esencial. Tradicionalmente, sus habitantes han vivido de la agricultura y la ganadería, actividades que aún hoy sostienen el día a día del municipio. Campos de cereal y pastos para ovejas y vacas dibujan el entorno, donde la subsistencia sigue siendo el motor principal. Las casas serranas, con sus corrales traseros, son testigos de un pasado autosuficiente que se resiste a desaparecer. Sin embargo, la modernidad ha traído cambios: la falta de oportunidades laborales empuja a los más jóvenes a buscarse la vida en Ávila o más allá, mientras que el teletrabajo, aunque posible gracias a una cobertura de internet aceptable, no ha logrado aún frenar la sangría demográfica. El comercio local es inexistente, y los servicios básicos dependen en gran medida de la cercanía de la capital provincial. En este contexto, el municipio se debate entre la nostalgia de su pasado agrario y la incertidumbre de un futuro que exige reinvención.

Fiestas que unen corazones bajo la sierra

Si hay algo que mantiene viva la chispa de Casasola, son sus fiestas patronales, un bálsamo para el alma de sus habitantes y una llamada para los hijos del pueblo que regresan por unos días. El corazón festivo late en honor a Nuestra Señora de la Asunción, cuya celebración el 15 de agosto transforma el municipio en un hervidero de tradición y alegría. La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, con su sobria arquitectura rural, se convierte en el epicentro de las actividades religiosas: misas solemnes y procesiones que recorren las calles empedradas dan paso a verbenas y comidas comunales donde no falta el buen vino y la gastronomía castellana. En Duruelo, la devoción se vuelca en San Roque, festejado el 16 de agosto, con un programa similar que incluye actos litúrgicos y momentos de convivencia. Estas fiestas, aunque modestas, son el pegamento que une a la comunidad y un recordatorio de que, en Casasola, el espíritu colectivo sigue siendo más fuerte que las cifras.

Un pueblo que mira al futuro con los pies en la tierra

A las puertas de Francisco Javier Jiménez González, alcalde del municipio bajo la bandera de Por Ávila (XAV), recae la tarea de liderar este enclave en tiempos de desafío. Con una población en declive y una economía frágil, Casasola se enfrenta al reto de encontrar su lugar en el siglo XXI sin perder su esencia. La proximidad a Ávila ofrece una vía de escape y conexión, pero también subraya la dependencia de un municipio que sueña con revitalizarse. Mientras tanto, sus habitantes siguen tejiendo su historia entre campos y festejos, demostrando que, aunque pequeña, Casasola tiene un corazón que late con fuerza en la inmensidad de la sierra.

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