A medio camino entre la imponente silueta de la Sierra de Ávila y el sereno discurrir del río Adaja, se encuentra Grandes, un pequeño municipio de la provincia de Ávila que parece atrapado en un pliegue del tiempo. Integrado en el término municipal de Grandes y San Martín, este rincón de Castilla y León destila la esencia de la vida rural, con sus casas de piedra y sus caminos polvorientos que serpentean entre campos de cereal. A unos 34 kilómetros de Ávila capital, Grandes no es solo un lugar en el mapa, sino un testimonio de cómo la historia, la fe y la lucha por la supervivencia han moldeado un pueblo que, aunque pequeño, se aferra con orgullo a su identidad.
La Iglesia de San Juan Bautista: un refugio de piedra y devoción
En el núcleo de Grandesla Iglesia de San Juan Bautista se erige como un símbolo de permanencia en medio del cambio. Construida con la robusta piedra local, este templo de líneas sencillas pero sólidas refleja el carácter austero de la arquitectura rural castellana. Su espadaña, coronada por una campaña que ha llamado a generaciones de vecinos, domina el paisaje del pueblo. En su interior, un retablo modesto pero cargado de historia custodia la memoria de un municipio que ha resistido invasiones, guerras y olvidos. Se dice que, durante el paso de las tropas de Napoleón por estas tierras, la iglesia pudo haber perdido algunos de sus bienes, pero su estructura sobrevivió, convirtiéndose en un refugio para la fe de los habitantes. Hoy, la Iglesia de San Juan Bautista sigue siendo el corazón espiritual de Grandes, un lugar donde el repique de las campanas aún marca el paso de los días.
Una población que se desvanece en el silencio
Con una población que apenas supera los 20 habitantes en 2025, Grandes es un reflejo dramático de la despoblación que asola la España rural. En su época de esplendor, allá por el siglo XX, el pueblo llegó a contar con más de 100 vecinos, pero el éxodo hacia las ciudades y la falta de oportunidades redujeron su censo a una cifra casi simbólica. Hoy, sus habitantes son en su mayoría mayores, custodios de una forma de vida que se extingue lentamente. Sin embargo, en verano y durante las fiestas, el pueblo cobra vida con el regreso de quienes emigraron, duplicando temporalmente su población y llenando de voces las calles que el resto del año permanecen mudas. En Grandes, el tiempo parece haberse detenido, pero sus pocos moradores se resisten a que el olvido se lo lleve todo.
Una economía atada a la tierra y al pasado
La economía de Grandes es un eco de su historia agrícola. Los campos que rodean el pueblo, salpicados de encinas y regados por arroyos estacionales, producen principalmente cereal: trigo y cebada que han sido el sustento de sus gentes durante siglos. La ganadería, antaño un pilar con rebaños de ovejas que recorrían las cañadas, hoy es apenas un recuerdo en manos de unos pocos. La ausencia de industria y la distancia a grandes núcleos urbanos han condenado a Grandes a una economía de subsistencia, donde los ingresos se complementan con pensiones o con el trabajo de algunos vecinos en Ávila o pueblos cercanos. Sin embargo, la belleza de su entorno y su patrimonio histórico podrían ser la semilla de un tímido renacer ligado al turismo rural, una esperanza que aún está por florecer en este rincón olvidado.
Fiestas patronales: el renacer de San Juan Bautista
El alma de Grandes se enciende cada 24 de junio, cuando el pueblo celebra las fiestas patronales en honor a San Juan Bautista. Este día, la Iglesia de San Juan Bautista se convierte en el epicentro de una celebración que mezcla lo sacro y lo profano. La jornada arranca con una misa solemne, seguida de una procesión en la que la imagen del santo recorre las calles, acompañada por el sonido de las campanas y las plegarias de los vecinos. Después, la fiesta se traslada al ámbito popular: comidas al aire libre, músicas tradicionales y bailes que evocan tiempos mejores. Aunque la asistencia ha menguado con los años, el evento sigue siendo un imán para los hijos del pueblo que viven fuera, un momento de reencuentro que llena de vida las casas cerradas el resto del año. Además, algunos vecinos participan en la romería a la Virgen de Sonsoles en octubre, uniéndose a la tradición del Valle Amblés que trasciende los límites de Grandes.
Un pueblo que susurra su legado
Grandes es más que un puñado de casas en la provincia de Ávila: es un lugar donde el pasado se respira en cada piedra, en cada surco del campo, en cada tañido de la campana de la Iglesia de San Juan Bautista. Con una población al borde de la extinción, una economía frágil y unas fiestas que son su último bastión de vitalidad, este municipio encarna la resistencia silenciosa de la España rural. En el Valle Amblés, Grandes sigue siendo un eco, un susurro de lo que fue y, quizás, una promesa de lo que aún podría ser.