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El Parral: El susurro de la tradición en el corazón de Ávila

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A 42 kilómetros de la imponente Ávila, en las tierras altas de Castilla y León, se encuentra El Parral, un municipio diminuto que parece abrazar el silencio como un viejo amigo. Enclavado en el Valle del Zapardiel, este rincón de la provincia abulense despliega sus 10 kilómetros cuadrados de campiña y piedra, ofreciendo un refugio de calma en un mundo que no para de correr. En 2025, El Parral sigue siendo un lugar donde el tiempo se mide por el tañido de las campanas y el paso de las estaciones, un pueblo que, aunque pequeño, guarda en su esencia la grandeza de una historia sencilla pero profunda.

La Iglesia de San Cristóbal: un guardián de piedra

En el centro de El Parralla Iglesia de San Cristóbal se alza como un centinela que ha visto pasar siglos. Construida con el sillarejo característico de la región y reforzada con sillares en sus esquinas, esta iglesia de arquitectura rural no presume de opulencia, pero sí de una dignidad austera que habla de su origen medieval. Su espadaña, coronada por una campana que resuena sobre los tejados, es un faro sonoro para los vecinos. En su interior, un retablo sencillo pero cargado de devoción custodia la imagen de San Cristóbal, patrón del pueblo, protector de viajeros y símbolo de una fe que ha sostenido a generaciones. Aunque no hay registros de grandes tesoros perdidos, se murmura que durante la Guerra de la Independencia las tropas de Napoleón pudieron haber pasado por aquí, dejando tras de sí poco más que el eco de sus botas. Hoy, la Iglesia de San Cristóbal es el alma de El Parral, un lugar donde la comunidad se reúne para rezar y recordar.

Una población que se aferra a la tierra

Con apenas 62 habitantes según los datos más recientes de 2024, El Parral es un claro ejemplo de la lucha contra la despoblación que define a la España rural. En su apogeo, hace más de un siglo, el pueblo llegó a superar el centenar de vecinos, pero el éxodo hacia las ciudades y la falta de relevo generacional han reducido su censo a una cifra mínima. Sus 33 hombres y 29 mujeres forman una comunidad envejecida, aunque el verano trae un leve respiro con el regreso de emigrantes y sus familias, que duplican temporalmente la vida en las calles. En El Parral, cada habitante es un guardián de su legado, y aunque el futuro demográfico parece incierto, la tenacidad de sus gentes mantiene el pueblo en pie.

Una economía de raíces y quietud

La economía de El Parral está íntimamente ligada a la tierra que lo sostiene. Los campos que rodean el municipio, atravesados por el río Zapardiel, producen cereal —principalmente trigo y cebada— que ha sido el sustento de sus habitantes desde tiempos inmemoriales. La ganadería, con rebaños de ovejas que pastan en las laderas, complementa esta actividad, aunque su escala es hoy más simbólica que próspera. Sin industria ni grandes infraestructuras, muchos vecinos dependen de pensiones o de trabajos esporádicos en Ávila o en municipios cercanos como Muñogalindo. El turismo rural, atraído por la paz del entorno y la cercanía a la capital provincial, empieza a despuntar como una tímida esperanza, pero por ahora, El Parral vive de lo esencial, con una economía que refleja la simplicidad de su día a día.

Fiestas patronales: el fuego de San Cristóbal

Cada 10 de julio, El Parral se sacude la quietud para celebrar a San Cristóbal, su patrón, en una fiesta que es tanto un acto de fe como un grito de vida. La jornada comienza con una misa solemne en la Iglesia de San Cristóbal, donde los vecinos rinden homenaje al santo que, según la tradición, llevó a Cristo sobre sus hombros al cruzar un río. Una procesión recorre las calles, con la imagen del patrón acompañada por cánticos y el repique de las campanas. Luego, la fiesta se torna festiva: hogueras —en homenaje a la costumbre de encender fuegos en su honor—, bailes y comidas compartidas donde no faltan el cordero asado y los dulces caseros. Aunque la despoblación ha mermado la concurrencia, el evento sigue siendo un imán para los hijos del pueblo que regresan, convirtiendo el día en una reunión de memorias y raíces. Además, algunos vecinos se unen a la romería de la Virgen de Sonsoles en octubre, una tradición del Valle Amblés que refuerza los lazos con la comarca.

Un pueblo que guarda su esencia

El Parral no es un lugar de grandes titulares, pero sí de grandes historias pequeñas. Su iglesia, sus escasos habitantes, su economía humilde y sus fiestas patronales pintan el retrato de un municipio que vive en el borde del olvido, pero que se aferra con fuerza a lo que es. A las puertas de Ávila, este pueblo es un recordatorio de que la grandeza no siempre se mide en números, sino en la capacidad de resistir, de celebrar y de permanecer. En el silencio del Valle del Zapardiel, El Parral sigue susurrando su verdad.

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