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Niharra: El eco del valle de Amblés que se niega a apagarse

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Enclavado en el sereno valle de Amblés, en la provincia de Ávila, el municipio de Niharra se alza como un susurro de historia y tradición en medio de la vasta meseta castellana. Este rincón de Castilla y León, bañado por las aguas del río Adaja, guarda en sus calles de piedra y en sus campos áridos el alma de un pueblo que, pese a los embates del tiempo y la despoblación, sigue aferrándose a su identidad. Con una iglesia que vigila desde siglos pasados, una economía sencilla y unas fiestas que reúnen a sus escasos habitantes, Niharra es un reflejo de la resistencia rural en un mundo que parece haber olvidado estos pequeños bastiones.

Un pueblo pequeño con un corazón tenaz

A día de hoy, 26 de febrero de 2025, Niharra cuenta con una población que apenas supera los 180 habitantes, una cifra que fluctúa con las estaciones: en invierno, el frío ahuyenta a algunos, mientras que el verano trae de vuelta a quienes mantienen un vínculo con sus raíces. Este vaivén es el retrato de la España vaciada, donde las casas cerradas superan en número a las habitadas, y el silencio se adueña de las calles empedradas. Sin embargo, los vecinos que permanecen, encabezados por el alcalde Carlos Jiménez Gómez, no se resignan. Su lucha diaria es un testimonio de arraigo, de amor por un lugar que, aunque pequeño, tarde con fuerza.

La iglesia de San Cornelio y San Cipriano: un faro de fe y pasado

Dominando el paisaje de Niharra se encuentra la Iglesia de San Cornelio y San Cipriano, una construcción sencilla pero cargada de historia. Sus muros, levantados en piedra hace siglos, evocan el estilo románico que caracteriza tantas parroquias de la región. En su interior, un modesto retablo y una atmósfera de recogimiento dan fe del paso del tiempo y de la devoción de generaciones pasadas. La iglesia, dedicada a los mártires San Cornelio y San Cipriano, no solo es un lugar de culto, sino también el epicentro de la vida comunitaria, especialmente durante las grandes celebraciones. Aunque las misas regulares son escasas, su campanario sigue resonando en los días señalados, como un recordatorio de que Niharra aún tiene voz.

Una economía arraigada a la tierra

La vida económica de Niharra es humilde, casi un reflejo de la tierra seca y dura que la rodea. La agricultura y la ganadería son los pilares que sostienen al municipio, con cultivos de trigo y patatas que brotan con esfuerzo de un suelo poco generoso. El ganado ovino y bovino pasta en las laderas cercanas o en las praderas del valle, donde la falta de riego limita las posibilidades. Algunos vecinos complementan sus ingresos con la venta de productos artesanales, como queso o miel, pero para muchos, las pensiones son el sustento principal. En este rincón de Ávila, la modernidad apenas ha hecho mella: aquí no hay fábricas ni grandes comercios, solo el trabajo callado de quienes viven de lo que la naturaleza les concede.

Las fiestas patronales: un estallido de tradición

El calendario de Niharra cobra vida cada 16 de septiembre, cuando el pueblo se engalana para honrar a San Cornelio y San Cipriano en sus fiestas patronales. Este día, las calles, habitualmente tranquilas, se llenan de un bullicio que rompe la monotonía. La jornada comienza con una misa solemne en la Iglesia de San Cornelio y San Cipriano, seguida de una procesión en la que las imágenes de los santos recorren el pueblo entre cánticos y el repique de campanas. Luego, la fiesta se traslada a la plaza, donde una comida comunitaria reúne a vecinos y visitantes alrededor de platos típicos como el cordero asado o las patatas revolconas, regados con vino de la tierra.

Por la tarde, los juegos infantiles y la música de un pequeño grupo local animan el ambiente. María López, una de las vecinas más ancianas, recuerda con nostalgia los tiempos en que las fiestas duraban varios días: "Antes había más gente, más ruido, pero seguimos celebrándolo porque es lo nuestro". Aunque la escala ha menguado, la devoción y el orgullo por estas tradiciones permanecen intactos, convirtiendo las fiestas en el latido anual de Niharra.

Un futuro entre la nostalgia y la esperanza

Niharra enfrenta un porvenir incierto. La despoblación y la falta de oportunidades para los jóvenes son sombras que planean sobre el valle de Amblés. Sin embargo, iniciativas como la Comunidad Energética Local Cristo de Niharra, impulsada por el ayuntamiento, buscan dar un soplo de vida al municipio, promoviendo el ahorro energético y las energías renovables. El turismo rural, atraído por la tranquilidad y el legado histórico del pueblo, podría ser otra vía de salvación, siempre que se preserve su esencia.

Mientras el río Adaja sigue su curso y la Iglesia de San Cornelio y San Cipriano vigila desde lo alto, Niharra se mantiene en pie. Es un lugar donde el pasado pesa más que el presente, pero donde la voluntad de sus habitantes y el eco de sus fiestas
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