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Robledillo: El susurro de la Paramera que guarda el alma del valle

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En las faldas de la sierra de la Paramera, donde el valle de Amblés se despereza antes de ascender hacia las alturas de Gredos, se encuentra Robledillo, un pequeño enclave de la provincia de Ávila que respira historia y sosiego. Este pueblo, añejó del municipio de Solosancho, es un refugio de piedra y silencio, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido entre sus casas centenarias y sus paisajes de roble y granito. Con una iglesia que testimonia su pasado, una economía ligada a la tierra y unas fiestas que encienden su espíritu, Robledillo es un pedazo vivo de la Castilla rural que resiste con dignidad el paso de los años.

Un rincón con apenas un centenar de almas

A este 26 de febrero de 2025, Robledillo cuenta con una población que ronda los 100 habitantes, aunque el número danza con las estaciones: el invierno ahuyenta a algunos, mientras el verano trae de vuelta a quienes guardan raíces en este rincón. Integrado en el término municipal de Solosancho —junto a Baterna y Villaviciosa—, este pueblo forma parte de una comunidad que apenas supera el millar de almas en total. Sus calles, flanqueadas por casas de arquitectura tradicional, reflejan la lucha contra la despoblación: muchas puertas cerradas, pero un núcleo de vecinos, encabezados por figuras como el alcalde de Solosancho, Benito Zazo Martín, que se empeñan en mantener viva la esencia de su hogar. Aquí, cada habitante es un custodio de una historia que se remonta siglos atrás.

La iglesia de Santa Teresa de Jesús: un templo de fe vecinal

En el corazón de Robledillo se alza la Iglesia de Santa Teresa de Jesús, un edificio que, a diferencia de los templos medievales de otros pueblos, es una creación relativamente reciente. Construida en la década de los ochenta por los propios vecinos, esta iglesia no presume de antigüedad, pero sí de un valor único: es fruto del esfuerzo colectivo. Sus muros sencillos y su interior austero, presidido por la imagen de Santa Teresa, reflejan la devoción de una comunidad que levantó su lugar de culto con sus manos. Aunque no tiene el peso histórico de otros monumentos abulenses, la iglesia es el alma del pueblo, un punto de encuentro que resuena con vida durante las celebraciones y procesiones. Para Carmen González, una de las vecinas que ayudó en su construcción, "es más que una iglesia, es nuestro orgullo".

Una economía de raíces profundas

La vida económica de Robledillo tarde al ritmo de la tierra. La agricultura y la ganadería son los cimientos de su sustento, con cultivos de cereales como trigo y cebada que brotan en los campos del valle, y pequeños rebaños de ovejas que pastan en las laderas de la Paramera. Algunos habitantes elaboran productos tradicionales —queso, miel— que encuentran compradores en mercados cercanos, pero para muchos, las pensiones son el verdadero sostén. El turismo rural ha comenzado a despuntar como una esperanza, con casas como las de Casas Rurales Florentino, regentadas por Florentino Sánchez, que atraen a visitantes en busca de paz y naturaleza. Sin embargo, en este rincón de Ávila, la modernidad sigue siendo un eco lejano: aquí, la economía es un pacto callado entre el hombre y el paisaje.

Las fiestas patronales: un doble latido festivo

Robledillo celebra su espíritu en dos momentos clave del año. Las fiestas patronales tradicionales llegan el 2 de febrero, en honor a Nuestra Señora de las Candelas, una festividad que llena el pueblo de luz en pleno invierno. La jornada arranca con una misa en la Iglesia de Santa Teresa de Jesús, seguida de una procesión que recorre las calles al son de gaitillas y el calor de las hogueras. Sin embargo, desde hace más de una década, el pueblo ha abrazado unas fiestas de verano que se celebran el último fin de semana de julio. Este evento, pensado para aprovechar la llegada de visitantes y oriundos, incluye verbenas, actividades para niños y una comida comunitaria donde no faltan las patatas revolconas y el cordero asado. Para Juan Martín, un vecino que no se pierde ninguna, "el verano es cuando el pueblo se llena de vida, pero Las Candelas nos recuerdan quiénes somos".

Además, el primer domingo tras el 15 de octubre, Robledillo conmemora la inauguración de su iglesia con una fiesta en honor a Santa Teresa de Jesús. La procesión, acompañada de jotas y gaitas, culmina con limonada y dulces compartidos entre risas y recuerdos. Estas celebraciones, aunque modestas, son el alma de un pueblo que encuentra en sus tradiciones la fuerza para seguir adelante.

Un horizonte entre la tradición y el porvenir

Robledillo no escapa a los desafíos de la España rural: la despoblación y la falta de servicios acechan como sombras largas. Sin embargo, su ubicación privilegiada —a 23 kilómetros de Ávila y en la antesala de la sierra de Gredos— ofrece un lienzo para la esperanza. El senderismo por la Paramera, la cercanía del castro vettón de Ulaca y la tranquilidad de sus noches estrelladas son tesoros que podrían atraer a más visitantes. Mientras tanto, vecinos como Florentino Sánchez y líderes como Benito Zazo Martín sueñan con un equilibrio entre preservar el pasado y abrirse al futuro.

Cuando el sol se desliza tras las cumbres de la Paramera y la silueta de la Iglesia de Santa Teresa de Jesús se recorta contra el cielo, Robledillo parece susurrar su verdad: es un pueblo pequeño, pero con un corazón inmenso. Aquí, entre robles y piedras, la vida sigue tejiendo su historia, un hilo frágil pero resistente que se niega a romperse.

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