En el corazón del valle de Amblés, donde la historia se funde con la piedra y el viento murmura ecos de un pasado lejano, se encuentra Baterna, una localidad de la provincia de Ávila que carga con el peso de siglos. Añejo del municipio de Solosancho, este pequeño rincón castellano guarda en su esencia vestigios de la época romana y una vida que, aunque sencilla, se niega a apagarse. Con una iglesia que vigila sus calles, una economía anclada en la tierra y unas fiestas que reúnen a sus habitantes bajo el amparo de la tradición, Baterna es un testimonio vivo de la resistencia rural en la España profunda.
Un puñado de vidas bajo la sombra de la historia
A este 26 de febrero de 2025, Baterna alberga a unos 150 habitantes, una cifra que oscila con el paso de las estaciones: el invierno endurece la soledad, mientras el verano trae consigo el regreso de algunos hijos del pueblo. Integrado en el municipio de Solosancho junto a Robledillo y Villaviciosa, este enclave forma parte de una comunidad que lucha por mantener su pulso frente a la despoblación. Sus calles, flanqueadas por casas de piedra que evocan tiempos pretéritos, son testigos de una historia que se remonta al menos al siglo XIII, cuando el nombre de Baterna —Derivado del latín Tabernae, que significa chozas— ya aparecía en los registros. Hoy, bajo la mirada del alcalde de Solosancho, Benito Zazo Martín, los vecinos se aferran a su legado con una mezcla de orgullo y nostalgia.
La iglesia de San Bartolomé: un faro de fe y memoria
En el núcleo de Baterna se alza la Iglesia de San Bartolomé, un templo que, aunque modesto, es el alma del pueblo. Construida en piedra, como manda la tradición abulense, esta iglesia de origen medieval lleva el nombre del apóstol San Bartolomé, patrón del lugar. Su arquitectura sencilla, con un campanario que aún resuena en las grandes ocasiones, guarda en su interior un retablo humilde pero cargado de devoción. Los restos romanos hallados en las cercanías — vestigios de una calzada que unía Talavera con Ávila y de un asentamiento junto al puente de Los Copos — sugieren que este lugar fue más que un paso en el camino; fue un cruce de vidas. Hoy, la Iglesia de San Bartolomé sigue siendo el punto de encuentro de la comunidad, un refugio espiritual que late al compás de las fiestas y los recuerdos.
Una economía de raíces y esfuerzo
La economía de Baterna es un reflejo de su carácter rural: Austera, dependiente de la tierra y marcada por la lucha contra un entorno exigente. La agricultura sostiene al pueblo, con cultivos de trigo y cebada que crecen en los campos del valle de Amblés, mientras que la ganadería, con rebaños de ovejas y algo de ganado vacuno, completa el sustento. Algunos habitantes, como José María Hernández, elaboran queso y miel que venden en mercados locales, pero para la mayoría, las pensiones son el verdadero ancla en tiempos de incertidumbre. El turismo rural, aún incipiente, comienza a asomarse como una posibilidad, con visitantes atraídos por la cercanía del castro vettón de Ulaca y la paz de un paisaje que parece detenido en el tiempo. En Baterna, la vida es un pacto silencioso entre el hombre y la naturaleza.
Las fiestas patronales: un canto a San Bartolomé
El 24 de agosto, Baterna despierta de su calma para celebrar las fiestas patronales en honor a San Bartolomé. La jornada comienza con una misa solemne en la Iglesia de San Bartolomé, donde el eco de las oraciones llena el aire. Le sigue una procesión que recorre las calles del pueblo, con la imagen del santo al frente, acompañada por cánticos y el repique de campanas. Después, en la plaza, los vecinos se reúnen para compartir una comida comunitaria: cordero asado, patatas revolconas y vino de la tierra, preparados con recetas que han pasado de generación en generación. Por la tarde, la música de un pequeño grupo local anima el ambiente, y aunque los bailes son menos concurridos que en otros tiempos, la tradición sigue siendo el pegamento de la comunidad. Para Ana López, una de las vecinas más ancianas, "estas fiestas son lo que nos queda, lo que nos hace sentir que seguimos aquí".
Un futuro entre la raíz y el horizonte
Baterna enfrenta los retos de la modernidad con la misma entereza que ha mostrado durante siglos. La despoblación y la falta de servicios son amenazas constantes, pero su ubicación —a 25 kilómetros de Ávila y cerca de la sierra de la Paramera— ofrece un destello de esperanza. El turismo, con rutas que exploran el legado romano y vettón, y la tranquilidad de sus noches bajo un cielo limpio, podrían ser la llave para revitalizar el pueblo. Mientras tanto, figuras como Benito Zazo Martín y vecinos como José María Hernández trabajan para que Baterna no sea solo un nombre en un mapa, sino un lugar vivo.
Cuando el sol cae tras las lomas del valle y la Iglesia de San Bartolomé se perfila contra el ocaso, Baterna parece susurrar una certeza: aquí, donde Roma dejó su huella y la fe levantó sus muros, la vida persiste. Es un pueblo pequeño, pero su historia y su gente lo hacen inmenso, un eco del pasado que aún resuena en el presente.