En el corazón de la provincia de Ávila, a tan solo 9 kilómetros de la capital, se alza Berrocalejo de Aragona, un municipio pequeño pero cargado de historia, donde el silencio de sus calles parece contar historias de siglos pasados. Este pueblo, integrado en la comarca de Ávila, se extiende sobre un relieve llano a 1.102 metros de altitud, bañado por el modesto arroyo de Berrocalejo y flanqueado por las sierras de Ávila y Ojos-Albos. Con apenas 48 habitantes Según los últimos datos, este enclave rural es un testimonio vivo de la resistencia de las pequeñas comunidades en un mundo que no para de girar.
Una iglesia que guarda el alma del pueblo
Si hay un lugar que concentre la esencia de Berrocalejo de Aragona, ese es la Iglesia Parroquial de Santa María. Construida en el siglo XX, este templo de líneas sobrias alberga en su interior un tesoro barroco: un retablo mayor del siglo XVII que deslumbra por su detalle y su carga histórica. Pero la iglesia no está sola en su relato patrimonial. A sus pies, en el centro del pueblo, reposa una pieza singular: un escudo tallado en piedra viva que originalmente coronaba el dintel de una iglesia más antigua. Con rosetas, una flor de lis y franjas bicolores, se dice que podría ser un vestigio de repobladores aragoneses que dieron nombre al lugar. No muy lejos, el cementerio guarda otro secreto: un arco románico de piedra arenisca, parte de una iglesia de los siglos XI y XII, que hoy sirve como portada al camposanto. Estas joyas arquitectónicas, junto a los grandes bloques graníticos que salpican el pueblo como esculturas naturales, convierten a Berrocalejo en un museo al aire libre.
Una economía sencilla en un entorno rural
La vida económica de Berrocalejo de Aragona es un reflejo de su tamaño y su carácter. Con una población que no alcanza el medio centenar, las actividades se centran principalmente en el sector primario. La agricultura y la ganadería, pilares tradicionales de la zona, sostienen a muchas de las familias que aún resisten el éxodo rural. Aunque el pueblo no cuenta con grandes industrias ni comercios, su proximidad a Ávila —declarada Patrimonio de la Humanidad— abre las puertas a un turismo rural incipiente. Casas como La Parada de Berrocalejo, una construcción rehabilitada de piedra y madera con piscina y barbacoa, atraen a visitantes en busca de paz y desconexión. Sin embargo, el grueso de la economía sigue anclado en la tierra, con un 80% de la actividad ligada a la agricultura, un 15% a la construcción y un modesto 5% a servicios, según estimaciones locales.
Fiestas patronales: el latido de la comunidad
Cada año, cuando el verano comienza a despedirse, Berrocalejo de Aragona se viste de fiesta para honrar a la Virgen de Aragona, su patrona. Las celebraciones, que tienen lugar en torno al 19 de agosto, son el momento cumbre del calendario local. Las calles, habitualmente tranquilas, se llenan de vida con la participación de vecinos y visitantes que llegan desde pueblos cercanos. Aunque el programa varía, no faltan las misas solemnes en la Iglesia de Santa María, las verbenas con música tradicional y los banquetes donde la gastronomía abulense brilla con platos como el chuletón de ternera, las patatas revolconas o las yemas de Santa Teresa. Es una ocasión para reforzar lazos, recordar a los ausentes y celebrar la identidad de un pueblo que, pese a su tamaño, se niega a desvanecerse.
Un pueblo con pasado y presente
Berrocalejo de Aragona, con su alcalde Emilio Navas Arroyo al frente, es más que un punto en el mapa. Su historia se remonta al menos al siglo XIII, cuando aparece documentado como parte del cabildo de Pajares, y sus despoblados vecinos —La Almohalla y Los Huertos— evocan un pasado de mayor bullicio. Hoy, este rincón de Castilla y León lucha por mantener su esencia frente a la despoblación, apostando por su patrimonio y su tranquilidad como reclamos. Entre sus piedras románicas y sus retablos barrocos, entre sus fiestas y sus campos, Berrocalejo sigue siendo un lugar donde el tiempo parece detenerse, invitando a quien lo visita a escuchar el susurro de sus raíces.