En el corazón de la provincia de Ávila, donde los campos de cereal se extienden como un manto dorado y el aire lleva el susurro de la historia, se alza Riocabado, un pequeño municipio que, con su encanto rural y sus peculiaridades, se ha ganado un lugar en el mapa de Castilla y León. A tan solo 35 kilómetros de la capital abulense, este rincón del Valle Amblés y la Sierra de Ávila guarda entre sus calles de ladrillo y sus pinares cercanos una identidad que combina la serenidad de lo cotidiano con el orgullo de sus tradiciones. Con una población que apenas supera el centenar de almas, Riocabado es mucho más que un punto en el censo: es un ejemplo vivo de resistencia, comunidad y, curiosamente, un fenómeno genético que lo distingue del resto.
Una población pequeña con un gran secreto
Hoy, en marzo de 2025, Riocabado cuenta con aproximadamente 131 habitantes, según los últimos datos disponibles. Este número, que podría parecer modesto, esconde una historia fascinante: el pueblo es conocido como "la cuna de los gemelos" en Ávila. Con una veintena de parejas de mellizos y gemelos entre sus vecinos y descendientes, la localidad ha despertado la curiosidad de propios y extraños. María Herrero, una de las voces más activas del lugar, bromea con que el agua de la fuente local podría ser la culpable de este fenómeno. "Aquí todos tenemos algún gemelo en la familia", asegura con una sonrisa, mientras el eco de esa tradición sigue resonando en las nuevas generaciones. Aunque muchos de sus hijos han emigrado a ciudades como Madrid o Guadalajara, el vínculo con Riocabado permanece inquebrantable, especialmente en los días de fiesta.
La iglesia de la Natividad: un faro de granito
En las afueras del caserío, alejada del bullicio —si es que se puede hablar de tal en un pueblo tan tranquilo—, se erige la Iglesia de la Natividad de Nuestra Señora, un templo que es tanto testigo como protagonista de la historia local. Construida en el siglo XV con sillar de granito, esta joya arquitectónica contrasta con las casas de ladrillo y mampostería que dominan el paisaje urbano. Sus altas naves, sostenidas por arcos y pilares del mismo material grisáceo, custodian un interior encalado que resplandece con la luz que se cuela por sus ventanas. Los retablos barrocos, bañados en tonos dorados, añaden un toque de opulencia a la sobriedad del conjunto. Para Abel González Sanz, el alcalde socialista que lidera el municipio desde el Ayuntamiento, este edificio no es solo un lugar de culto, sino un símbolo de la identidad de Riocabado. "Es nuestro orgullo", afirma, mientras señala cómo las campanas aún marcan el paso del tiempo para los vecinos.
Una economía anclada en la tierra
La vida en Riocabado gira en torno a la agricultura, como ocurre en gran parte de la comarca de La Moraña. Los campos de cereal —trigo, cebada y centeno— son el sustento principal de sus habitantes, una tradición que se remonta siglos atrás y que sigue definiendo la economía local. Al norte, los pinares que lindan con el término de El Oso ofrecen un contrapunto verde y albergan un centro ecuestre que atrae a visitantes ocasionales. Sin embargo, la modernidad ha traído consigo retos: la despoblación y la falta de industria han empujado a muchos jóvenes a buscar oportunidades fuera. Aun así, Carmen González, una de las organizadoras de las fiestas locales, insiste en que el pueblo "no se rinde". "Aquí se vive despacio, pero se vive bien", dice, destacando la resiliencia de una comunidad que se aferra a sus raíces.
Fiestas patronales: el alma de Riocabado
Si hay un momento en que Riocabado cobra vida, es durante sus fiestas patronales en honor a Nuestra Señora de la Natividad. Celebradas en septiembre, estas festividades son el punto culminante del calendario local, un estallido de alegría que reúne a los que se quedaron y a los que vuelven. La programación, impulsada por la Asociación Juvenil, Cultural y Deportiva "7 Barrios", incluye desde misas solemnes en la iglesia hasta verbenas y actividades que llenan las calles de música y risas. En 2011, el pueblo hizo historia con la primera Quedada de Gemelos y Mellizos, un evento que puso en el foco su singularidad y que sigue siendo recordado con cariño. Más recientemente, en 2020, la pandemia obligó a trasladar las fiestas de mayo —en honor al Cristo del Amparo— a un grupo de WhatsApp, donde Carmen González y un pequeño comité organizaron bingos, concursos y hasta una charanga virtual. "Fue un éxito inesperado", recuerda, subrayando cómo la tecnología mantuvo unida a la comunidad.
Un futuro entre la tradición y la incertidumbre
Riocabado es un microcosmos de la España rural: un lugar donde el pasado se respira en cada esquina y el presente se enfrenta al desafío de la despoblación. Contra Abel González Sanz al frente, el municipio busca mantener viva su esencia mientras mira al futuro con cautela. La iglesia sigue siendo un faro, los campos un sustento y las fiestas un recordatorio de que, pese a todo, aquí hay vida. En este pueblo de gemelos, donde el agua parece obrar milagros y la tradición se niega a desaparecer, Riocabado demuestra que la grandeza no se mide en habitantes, sino en corazón.