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Ávila bajo el agua: el drama de las inundaciones se agrava en una jornada crítica

martes 11 de marzo de 2025, 21:00h

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Ávila, 11 de marzo de 2025 – La ciudad de Ávila amaneció hoy sumida en un caos acuático que no da tregua. Las lluvias torrenciales, desatadas por la persistente borrasca jana, han transformado las calles en ríos improvisados y los campos en vastos espejos de agua, dejando a los abulenses atrapados entre la resignación y la lucha contra un enemigo natural que parece no ceder. Lo que comenzó como una alerta meteorológica se ha convertido en una pesadilla tangible, con el río Adaja y el Río Chico desbordados, llevando la inundación a niveles que los vecinos aseguran no haber visto en décadas.

Desde primeras horas de la mañana, el Parque del Soto, uno de los pulmones verdes de la ciudad, se convirtió en un lago descomunal. El río Adaja, con un caudal que supera los 137 metros cúbicos por segundo y una altura de más de 3 metros según los registros oficiales, ha arrasado con todo a su paso, anegando zonas como la calle Obispo Acuñala calle Maldonado y los alrededores de la Plaza de Toros. En el sur de la ciudad, el agua ha engullido garajes, locales comerciales y huertas, dejando a familias como la de Teresa Gómez con el corazón en un puño. "Desde las riadas de los 90 no veíamos algo así", relata esta vecina mientras observa cómo el agua cojeó las puertas de su urbanización. "Pasamos la noche en vela, sacando coches y rezando para que no subiera más".

El Río Chico, por su parte, no se queda atrás. En la entrada de Ávila, su desbordamiento ha cortado accesos clave y ha añadido presión a una red viaria ya colapsada. Francisco López, residente de la calle Maldonado, no oculta su indignación: "El agua llegó de repente anoche, y fuimos los propios vecinos quienes tuvimos que destapar los imbornales porque no aparecía nadie a ayudarnos". Su testimonio refleja el sentir de muchos: un abandono percibido en medio de la emergencia, pese a los esfuerzos de los equipos de Policía Local, Bomberos y Protección Civil, que han trabajado sin descanso desde el sábado.

Los campos circundantes, vitales para la economía local, son ahora un paisaje desolador. En zonas como Las Sanguijuelas y la Huerta del Tous, agricultores como Alejandra Martín contemplan pérdidas devastadoras. "Habíamos preparado la tierra para la primavera, con ajos, cebollas y coles, pero todo está bajo el agua", lamenta. El barro y los cultivos arruinados son solo el preludio de una recuperación que se antoja larga y costosa, mientras el embalse de Las Cogotas alcanza el 94% de su capacidad, un dato que, aunque positivo para las reservas hídricas, no alivia la tensión del momento.

El alcalde, Jesús Manuel Sánchez Cabrera, ha comparecido para advertir que la situación sigue siendo crítica. "Estamos en alerta por el posible deshielo en la Sierra de la Paramera y La Serrota", señaló, destacando que las bajas temperaturas han evitado, por ahora, un aumento más brusco del caudal. Sin embargo, la previsión de nuevas lluvias en las próximas horas mantiene en vilo a la población. La Junta de Castilla y León, con el delegado José Francisco Hernández Herrero al frente, ha elevado la emergencia al nivel 1 del plan Inuncyl, asegurando que todos los recursos están movilizados.

En el casco urbano, el viento de hasta 80 kilómetros por hora ha complicado aún más la escena, derribando árboles y dañando tejados, como en la Escuela Oficial de Idiomas. Los bomberos, desbordados, han priorizado la seguridad, pero las imágenes de calles anegadas y vecinos paleando agua frente a sus casas han copado las conversaciones. "Es como si la naturaleza se hubiera confabulado contra nosotros", dice María Expósito, una comerciante cuya tienda en la calle Padilla quedó inundada.

A medida que la noche cae sobre Ávila, la ciudad se prepara para otra jornada incierta. El agua sigue siendo la protagonista indiscutible, un recordatorio implacable de la fuerza de la naturaleza y de la fragilidad de lo cotidiano. Para los abulenses, hoy no es solo un día de lucha contra las inundaciones, sino un capítulo que marcará la memoria colectiva de una ciudad que, por ahora, permanece con los pies en el agua y la mirada en el cielo.

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