Tras la arrolladora victoria obtenida por Pablo Casado con el respaldo del 57% de los compromisarios, frente a la candidatura de Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias del PP y una vez superado el festival de discursos, aplausos y abrazos, léase Congreso, los futuros dirigentes del partido ya están pensando en el reparto de carguitos y canonjías, salvando la distancia que les separa en función de la candidatura apoyada.
En la mente de todos ellos ya sueñan con figurar entre los agraciados que aparecerán en las listas de los próximos comicios municipales, autonómicos y europeos.
El primer marrón al que deberá enfrentarse el nuevo presidente del PP consistirá en enterrar el “marianismo”. Si en efecto dicha corriente ya estaba de capa caída últimamente, cuya máxima representante y seguidora era la ex vicepresidenta, para nada le favorecía ejercer de continuadora en la contienda. Mal asunto cuando lo suyo será ahora el apuntarse a la renovación liderada totalmente por Pablo Casado, quien representó a lo largo de toda la campaña el rol del “candidato frente al aparato”. Actitud que ha sabido transmitir a la militancia para levantar su bajo estado de ánimo, y no solo por los sucesivos casos de corrupción, verdadero azote de la formación conservadora. Lacra que nadie citó durante el Congreso para no aportar la nota discordante y fea.
Al margen de la consustancial manía del ex presidente Rajoy de basarlo todo en la economía y creación puestos de trabajo, algo que se apuntaba con excesiva frecuencia y sin reconocer que tal mérito corresponde exclusivamente a nuestros esforzados empresarios y autónomos. Los directivos del nuevo PP tratarán de incorporar formas y valores distintos para sacarlo del ostracismo en que les hundió en marianismo y su adláteres.
Todo el futuro o gran parte del mismo que le pueda corresponder a Casado, dependerá de lo acertado o desacertado, coloquialmente hablando, de su gabinete de selección, respetando el viejo adagio de “persona adecuada para puesto adecuado”, norma que deberá primar sobre todo tipo de intereses, influencias y recomendaciones, cuyos miembros se encargarán paralelamente de eliminar a toda la pléyade de aduladores pablistas que brotarán como setas. Único camino para recuperar el prestigio perdido, siempre y cuando dicho equipo sea capaz de demostrar auténtica capacidad para lograr la ansiada regeneración.
Curiosamente, cinco días antes de que los compromisarios eligiesen al sustituto de Rajoy, la empresa Sigma Dos para El Mundo, ya adelantaba con su encuesta el resultado de las primarias , afirmando que por una amplia mayoría los votantes del PP optarían por la ex vicepresidenta Santamaría barriendo a Casado en base a los siguientes datos: gusta mas al 60% de quienes les votaron en el 2016;es percibida como el mejor líder por el 59,9%; mas apta pare presidir el partido 59,8% y con mas posibilidades para ganar las próximas elecciones generales según el 58,3%. Comentando que el aval a Casado en todos estos ámbitos es muy inferior y se sitúa en una horquilla de entre el 22,5% y los que defienden su capacidad de liderazgo y el 28,5% de los que ven en él a un buen candidato a la presidencia del Gobierno. En esta ocasión y a la vista de los resultados del pasado sábado, en Sigma-Dos, con su soberano patinazo no dieron ni una en el clavo. La realidad es que ha sucedido todo lo contrario de lo profetizado por la citada empresa demoscópica.
La misión prioritaria del nuevo presidente pasará por la elaboración de un discurso sensato, necesario y perfectamente entendible para la ciudadanía, cuyo cometido prioritario consistirá en recuperar a ese gran colectivo que por diversas causas, actualmente, militan en otras formaciones políticas. Al PP y más últimamente le ha faltado transparencia y lograr por todos los medios mejorar sus canales de comunicación. De no hacerlo acabarán convirtiéndose en un partido de atrofiados e intrascendentes cuyo final sería el ejercer de partido testimonial, cuando lo suyo es precisamente recuperar el Gobierno cuanto antes.
Ya estamos saturados de tantas lamentaciones. Los españoles demandan, y con toda la razón, el que se atiendan sus necesidades lo mejor posible. Ir por la vida con la queja permanente, nada arregla y menos soluciona. Casado se enfrenta a un panorama harto difícil pero estimulante. A la postre, los ciudadanos solo respetarán a aquellos que defiendan nuestros derechos y libertades y entre ellas, la total erradicación de la lacra de la corrupción, separando sin la menor vacilación a todos aquellos que por desgracia todavía siguen ejerciéndola tal como nos informan nuestros democráticos medios de comunicación o por lo menos la gran mayoría.