Once años atrás en una columna -“Argentina, el país que merecemos”- explicaba que todos, gobierno nacional -en manos de un exacerbado populismo peronista, el kirchnerismo- y el “opositor” jefe de Gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri, tomaban medidas en contra del sector privado: aumentaban impuestos, regulaciones y empresas estatales.
Con inexplicable ingenuidad, la opinión pública creyó que Macri era “amigo del libre mercado” por su discurso engañoso -cada vez que sube impuestos dice que son muy dañinos… y los sube- pero por sobre todo por la historia familiar “empresaria”.
Ahora, a partir del escándalo de corrupción conocido como “cuadernos de Centeno”, está quedando en evidencia que en Argentina muchas “empresas” son oficinas de “lobby” para hacer “negocios”. Y la familia Macri no fue excepción: jamás fueron empresarios sino lobbystas: hicieron fortuna con la obra pública y otros favores estatales.
Luego, en otra columna -“¿Es Macri más populista que Evo?”- mostraba que, más allá del discurso y los amigos, su política era populista: más asistencialismo y más empresas estatales, mayor presión fiscal y deuda. Y en otro artículo -“El camino capitalista al socialismo”- señalaba cómo el creciente estatismo conducía a este país socialista donde ya casi el 33% de la población es pobre.
Por la descontrolada emisión monetaria que hoy supera el 39% anual en un contexto de fuerte contracción de la demanda, Argentina está sexta -y en ascenso- en el ranking mundial de inflación: en los últimos doce meses superó el 42% anual y va camino de la hiperinflación y ya empieza a verse desabastecimiento.
Irónicamente, en parte la retracción de la demanda se debe a la descomunal tasa de interés impuesta por el gobierno del 60% con el fin, precisamente, absorber pesos y “bajar la inflación”. El gasto estatal crece relativamente ya que, aunque el gobierno dice que baja, más cae el sector privado. Y la deuda pasó desde el 50% del PIB durante el desaforado peronismo hasta superar hoy el 60%.
Desesperado, para poder seguir con su despilfarro, el gobierno ha recurrido a la financiación del multi estatal FMI cuyas exigencias son las de siempre: aún más impuestos, en lugar de hacer lo contrario y desregular -empezando por la actividad sindical- para que la economía se expanda, además de vender las infinitas propiedades estatales.
Si alguna ideología tiene Macri -más allá de su proverbial ineptitud y la de su equipo- es el neofascismo: economía controlada, sindicatos piramidales únicos, etc. Lo que no es de extrañar en esta Argentina con clara inclinación en ese sentido, desde antes de Perón cuando entre los conservadores ya la tendencia hacia la exagerada derecha era corriente.
Contra todos los pronósticos el PIB caerá en 2018, en 2019... y mientras el oficialismo siga aumentando el peso del Estado, tendencia que no encuentra freno. Macrí ganó atemorizando: Argentina se convertiría en Venezuela si no triunfaba. Lo que probó ser falso: el chavismo no hubiera tolerado un triunfo electoral opositor con tan poca diferencia de votos. Por otro lado, el poder chavista se basa en fuerzas armadas corruptas y en Argentina el kirchnerismo estaba alejando de los militares.
Casi tres años de presidencia de Macri, y Argentina está entre los países “mayormente reprimidos” -en el puesto 144 del índice de libertad de la Heritage Foundation- debajo del comunista Vietnam, y de Etiopía.