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Las ventajas de ser marxista
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Las ventajas de ser marxista

Por Jorge Molina Sanz
sábado 08 de diciembre de 2018, 17:00h

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Ha habido elecciones en Andalucía, y sus resultados se han vivido como nacionales, al menos así lo ve mi viejo marino que ha aparecido esta mañana con todos los periódicos locales a tomar nuestro café.

Estaba muy reflexivo, y ―tras mostrarme unos cuadros estadísticos comparativos de los resultados electorales― me lanzó una andanada:

― ¿Tú entiendes por qué han sorprendido tanto los resultados de las elecciones andaluzas? Parecería que han sido unas nacionales, que lo catalán y las contradicciones del gobierno nacional son los que han metido sus votos en las urnas.

No sabía qué contestarle, aunque creo que él tenía su propia respuesta:

― ¡Además todos se ven ganadores! Los socialistas cuentan con un 27,95%, pierden 14 escaños, pero se sienten ganadores; aunque no conseguirían una mayoría haciendo una coalición de izquierdas. Ciudadanos es la tercera fuerza con un 18,27% y dicen que su líder es quien debe ser el presidente. Otro perdedor que va a tener 7 escaños menos que en las anteriores, el PP, con solo un 20,75% se considera triunfador, y que es el único candidato llamado a presidir la Junta de Andalucía.

Mientras sorbo mi café pienso que el panorama es como el cubo de Rubik; una amalgama de colores endiablada ―que con seguridad acabará encajando―, pero que hay que hacer múltiples movimientos para que al final todo quede ensamblado.

Aunque no dejan de ser sorprendentes las declaraciones y las posturas de algunos perdedores. En lugar de asumir la derrota democráticamente, analizar sus causas y contribuir a la tranquilidad y la estabilidad democrática proponen actos violentos, fuerza, lucha y desestabilización.

Mi marino exclama:

― ¡Es que los políticos siempre son marxistas!

Lo miro extrañado, es como si obviase que ha irrumpido VOX, y que la mayoría absoluta ―por primera vez en la historia― la pueden acabar formando una coalición de partidos que no son de izquierda. Cuando le hago esa replica, me observa, se ríe y continúa:

― No, si son marxistas, pero de Groucho Marx; por aquello de: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». Desde que se conocieron los resultados no he dejado de escuchar disparates. ¡Ellos crean los problemas y nos los sirven en los telediarios!

No me acababa de gustar la deriva de mi amigo, intenté hacerle ver que había habido unos resultados en los que los votos estaban repartidos, no había ninguna mayoría, por lo que el baile de movimientos para conformar un gobierno debía interpretarse como algo normal. Añadí con rotundidad para acallarlo:

― ¡El pueblo es soberano! Ha votado, se ha pronunciado y nunca se equivoca.

Ese fue el momento en el que mudó su semblante, me miró, y soltó a bocajarro:

― Eso de que el pueblo nunca se equivoca es un gran tópico que ha demostrado ser falso en muchas ocasiones. A lo largo de la historia hay errores garrafales de todos los pueblos.

Asentí y añadí que, en los últimos tiempos el electorado ha estado mandando muchos mensajes ―mensajes rotundos y claros―, aunque lo que no está claro es que sus receptores los hayan entendido, máxime cuando continúan ―algunos de ellos― en su misma tónica, y a juzgar por las manifestaciones en la noche electoral.

Ya más pausado, mi marino continuó:

― Ahora se lamentan del populismo de VOX, cuando no es más que la respuesta al populismo de Podemos. ¿Se puede creer que una sociedad como la nuestra, indefinidamente, se va a tragar argumentos tan falaces? Además, no han necesitado mucho esfuerzo. Aquellos populistas les han dado las pistas, les han abierto el camino y les han dado todos los cursos de formación y adoctrinamiento que podían necesitar.

Su comentario necesitaba un razonamiento y no se hizo esperar:

― Apelar al electorado con argumentos que solo están en los instintos más primarios ―como la ira o el enfado―; apelar a los sentimientos ―como las injusticias o las creencias― es muy fácil, y a Podemos le resultó muy rentable en el pasado. Por esa senda también se lo puede resultar a VOX. Los que opinan que sus votantes son fascistas o de extrema derecha se equivocan. Son los mismos votantes: los enfadados, los irritados, los engañados, los escépticos, los que no soportan injusticias, los que están hartos de desigualdades entre territorios, los que… Todos ellos gentes normales que se sienten hastiados e impotentes de tanto oportunismo político e incongruencia.

Derivé la conversación a otro tema y comenté:

― De alguna manera los partidos políticos tienen que estar en sintonía con el sentir de sus votantes. Por ello es normal que sus propuestas, programas y ofertas recojan esos sentimientos. Eso es oportuno y no tiene porqué considerarse ser oportunista. Aunque, también es necesario que, esos partidos mantengan sus principios, se dirijan más a la razón y adquieran el compromiso de hacer pedagogía y no exaltar los ánimos.

Vi que asentía, pero me añadió:

― Todo eso está muy bien, pero cuando se hacen promesas electorales fuera de la razón, que a todo punto son inviables, cuando se considera que los fondos son infinitos, cuando solo se busca contentar a ciertos colectivos, cuando se engaña al electorado, a sabiendas que aquello no se puede cumplir: Se está mintiendo y haciendo electoralismo, populismo y demagogia, además de carecer de principios.

En eso que mi amigo agregó:

― Te lo repito, nuestros políticos son marxistas. Groucho dijo: «Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros»

Le repliqué que esa cita, aunque se la atribuyen, no está documentada que la pronunciase Groucho Marx, pero que estaba muy bien traída.

Nos miramos, hubo una sensación agridulce, pero coincidimos en que nosotros en la aldea sabíamos muy poco y seguro que necesitábamos un político para que nos lo explicase.

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