Estamos asistiendo al cierre de algunas fábricas en el norte de España como son las plantas de aluminio de Alcoa en La Coruña y Avilés o las fábricas de cemento de Cemex en Almería y Lloseta, en Baleares. A eso se puede añadir el anuncio de una desaceleración de la economía.
Todo esto preocupa a mi viejo marino, que esta mañana estaba esperando nuestro café para hablar de estos temas. Empezó con una pregunta:
― ¿Cómo valoras estos anuncios de cierres de fábricas, de tiendas de algunas multinacionales y de los nubarrones que empezamos a escuchar en los medios de comunicación? Me preocupa que se anunciase la recuperación —que no acabo de ver— y ya estemos hablando de desaceleración y de recesión económica ¿Realmente qué está pasando?
Aunque el tema es serio, desdramaticé, y comenté que la bola de cristal la había dejado esta semana en el taller de reparaciones, pero que se me ocurría que podíamos reflexionar sobre algunos aspectos para encontrar algunas claves de presente y futuro.
Viendo mi actitud reservada siguió con sus reflexiones en voz alta:
— Se habla de que se está gestando una nueva crisis económica, pero nos lo están vendiendo como una desaceleración, y lo que observo es que no se han producido grandes cambios en nuestro sistema económico, seguimos en el modelo tradicional y haciendo las mismas cosas, pero la vida, la sociedad, las modas han transformado por completo el panorama en muy pocos años.
Afirmé que había dado con una de las claves importantes, y que eso nos debería hacer reflexionar.
En efecto, contamos con un modelo económico que necesita ser revisado. De hecho, no se han modificado muchas de las cosas que contribuyeron a la crisis anterior.
Además, la crisis ―seguro que algunos «expertos» lo llamarán ajuste― previsiblemente será lenta, pero uniforme y continua. Hay un trasfondo mucho mayor; al que nos vamos a estar enfrentando de forma casi permanente y que creará situaciones de inestabilidad provocadas por la destrucción de empleo en algunos sectores y por los cambios que van a acarrear la progresiva automatización que estamos viviendo en muchas actividades.
Un ejemplo sería el sector del «retail». El anuncio de la multinacional H&M de su cierre de seis tiendas en España o el hecho que Inditex este año ―por primera vez en su historia— haya cerrado más tiendas que ha abierto, en si mismo no sería alarmante si no fuese acompañado de las importantes inversiones que todas estas empresas están realizando para la venta online que sigue creciendo.
Los cambios de hábitos de los consumidores y los nuevos modelos de negocio, junto con la robotización y automatización a todos los niveles, van a ir ―de forma paulatina y sin retorno— destruyendo empleo estructural; que ―por mucho que nos lo quieran vender— no va a ser tan fácilmente absorbible por las nuevas empresas que se vayan creando.
Todo esto no sería preocupante —es más podría ser una oportunidad— si tuviésemos un modelo económico diferente, pero seguimos con los mismos esquemas del pasado y eso es lo preocupante.
Mi viejo marino vino en mi ayuda y me comentó:
― Cuando hablas de revisar el modelo económico, imagino que también te refieres a la costumbre de paliar las crisis generando y acumulando déficit en los presupuestos, aumentando el empleo público, incrementando el gasto público en temas de nulo retorno o favoreciendo las jubilaciones anticipadas sectorialmente.
En efecto, ese escenario fue —por ejemplo― el utilizado en su día para la reconversión industrial y de la minería en el norte de España que se palió con unas jubilaciones anticipadas y promesas de crear empresas modernas que favoreciesen la recolocación del resto de los trabajadores y así volver a dinamizar la economía en esas áreas.
Pasados unos años, en la actualidad, el escenario real es bien distinto. Ha ocurrido algo que se ha venido a denominar como la «muerte dulce».
Realmente no se hizo una reconversión industrial; no se produjo la transición prometida y no se crearon industrias, ni nuevas empresas que viniesen a sustituir a las que se cerraban, pero se compró la paz social al precio de jubilar anticipadamente, con pensiones medias más altas a la media nacional a personas relativamente jóvenes. En la actualidad, aquellas zonas que eran pujantes y motor económico se han transformado en áreas envejecidas, que se van despoblando y languideciendo, mientras los jóvenes emigran para buscar oportunidades de trabajo.
Pueblos del País Vasco, Asturias, Cantabria, Galicia o Castilla León que tienen una renta per cápita superior a su PIB, es decir, reciben lo que no producen.
Mi viejo marino, siempre agudo, me exclama:
― Eso que me dices guarda paralelismo con lo ocurrido en Andalucía con las famosas «peonadas» para el empleo rural.
Asentí y le afirmé que eso era extensible también a algunas zonas que contaban, en su fecha, con industrias siderometalúrgicas y de la automoción y ahora se vivía un fenómeno parecido.
Claro que, mi marino, siempre reivindicativo, exclamó:
― ¡Vaya! Después de todo lo que se dice de esta tierra, parece que se podría aplicar el refrán: «Unos crían fama, y otros cardan la lana».
Siguió:
― Me has pintado un panorama serio y preocupante, pero ¡No voy a poner mi coche en marcha dentro del garaje, no sea que me afecte la «muerte dulce»!
Me lo imaginé, no iba a perder esa oportunidad para reivindicar y hacer su broma sarcástica, pero insistí, que todo eso carecería de importancia si fuésemos capaces de aprender del pasado, mirásemos en la dirección adecuada y empezásemos a sentar nuevas bases para afrontar los retos de futuro.
Claro que todo esto no puede ser más que un espejismo al mirar al horizonte, viendo un mar en calma. Aquí en la aldea se desconocen tantas cosas.
[email protected]